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Discapacidad: aceptar o tolerar

Susana Aguirre

DNI. 13.676.299

Señores directores: En una escuela católica de la ciudad de Santa Fe se discriminó a niños con capacidades intelectuales diferentes no permitiéndoles que cursaran la primaria. Los padres de estos chicos los inscriben en salita de jardín para luego continuar en la primaria del mismo establecimiento. La comunicación a los padres de que sus hijos no podían ser inscriptos en la primaria fue realizada por escueta nota, sin fundamentos sólidos, de forma imprevista, y ya casi en la finalización del año escolar. Si bien los directivos de la escuela dieron marcha atrás con la medida, presionados por la reacción de los padres y, supongo, por instrucciones de las autoridades educacionales, en cumplimiento de las normas vigentes, el daño moral ya se había causado. Por lo que una de las familias afectadas decidió inscribir a su hijo en otra escuela donde fuera aceptado y recibido con cariño y no por obligación.

Esto demuestra que la legislación, las campañas, la concientización que se hace sobre la inclusión no sirven de nada cuando se toman esta clase de decisiones, que no sólo afectan a los niños discriminados, a sus padres, a sus familias, sino a los otros niños a quienes se les quita la posibilidad de integrarse y crecer con un chico con capacidades diferentes, sacándoles, de un día para el otro, también a quien es su amigo, su compañero de juegos.

Sobre esta cuestión quiero hacer algunas reflexiones: qué ejemplo da esta escuela católica a la comunidad, cuando el mismo Papa todos los días nos está dando lecciones de humildad, de comprensión e integración. Todos tenemos capacidades diferentes, todos podemos aprender algo y ser felices haciendo lo que sabemos y podemos hacer. Los que tomaron la decisión de discriminar en realidad están demostrando que son ellos los discapacitados: no tienen capacidad de amar al prójimo, no tienen capacidad de valorar a cada persona, no tienen capacidad de incluir, no tienen capacidad de aceptar las diferencias, no tienen capacidad de afrontar los desafíos.

La integración no se consigue con grandes discursos, con hechos impactantes; más bien se construye día a día, minuto a minuto, con cada gesto, cada palabra, con una mirada que puede hacer la diferencia.

El rabino Sergio Bergman en la conferencia “Ética y discapacidad” en el marco del 1er. Congreso Iberoamericano sobre Síndrome de Down, en 2007, entre otras cosas, dijo: “...Nosotros no queremos tolerancia de la diferencia. La tolerancia se ejerce desde el poder. Se ejerce como una especie de concesión del fuerte sobre el débil... donde uno que es generoso va a tolerar al otro que no debió ser, que no debería estar y que de alguna manera es una molestia... Nosotros, frente a la diferencia, planteamos una mirada superadora que es la aceptación de la diferencia... Aceptar la diferencia, no como un accidente, no como un desvío, no como algo de lo cual tenemos que huir o eludir, sino aceptar la diferencia como una expresión de reverencia de la diversidad de lo humano en todas sus manifestaciones...”

Recientemente se celebró el Día de la Discapacidad. Es inadmisible e incomprensible hoy hablar de que se cierran puertas que parecían definitivamente abiertas. Hago público esto con la esperanza de que nunca más un niño y su familia sufran una discriminación por cualquier motivo.