La cinta roja

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Por María Luisa Miretti

“El chino”, de Henning Mankell. Traducción de Carmen Montes. Tusquets. Buenos Aires, 2009.

Henning Mankell (1948) tiene una prolífica obra de calidad que sin pertenecer estrictamente al género policial encajaría en la novela de intriga, con la virtud de haberse hecho popular merced a las series televisivas sobre su detective Wallander.

El libro que nos ocupa se mantiene en su habitual tenor de zozobra y de intriga y los escenarios (aparte de los de naturaleza asiática) que merodean en torno a un clima frío, inhóspito y de suspenso.

La obra está estructurada en cuatro partes y un epílogo, con un colofón bastante revelador en el que el autor asume su voz para dar algunas explicaciones y tomar posición, entre la ficción que acaba de relatar y la realidad que la humanidad atraviesa (no olvidemos ciertas actitudes activistas de Mankell y su relación con el continente africano, donde vive gran parte de su tiempo).

La novela comienza con el juramento de una jueza -Birgitta Roslin-, quien a partir de un descanso por su salud y por cuestiones sentimentales -su matrimonio estaba en franca decadencia- encontrará la clave de varios asesinatos en la idílica aldea sueca de Hesjövallen, sitio en el que vivían los padres adoptivos de su madre, donde un fotógrafo descubre 19 muertos.

Se observan las primeras imágenes del fotógrafo que descubre la escena, sin antes advertir las percepciones de un lobo hambriento que anda por las inmediaciones al olfatear olor a sangre.

Sobreviven una pareja de mediana edad y una anciana con demencia senil. La policía cree que es consecuencia de un loco psicópata, pero la jueza se acerca al escenario del crimen y comienza una investigación paralela a la policial en la que descubrirá que detrás del asesinato se esconde una trama complicada con ramificaciones que llegan mucho más allá de las fronteras de Suecia.

El personaje de Birgitta, antigua militante comunista en sus años de juventud, le sirve a Mankell para reflexionar sobre los cambios acontecidos en la izquierda europea desde los años sesenta hasta la actualidad.

El descubrimiento obliga a la jueza a revisar cada detalle y en ese recorrido rastrear su pasado. Minimiza sus problemas de salud a pesar de las advertencias y con una amiga parten hacia China, donde comienza el verdadero periplo de aventuras, en el que se entremezclan las emociones juveniles de su activismo maoísta y la realidad actual.

Un libro ágil, dinámico, de construcciones sólidas, escenas muy bien construidas y personajes relevantes. Nada queda librado al azar, ni las referencias históricas, ni los detalles, ni las alusiones. Incluso se observa entre líneas la crítica solapada a ciertos ideales revolucionarios sesentistas y la cómoda vida burguesa que muchos intelectuales sostienen en la actualidad.