Un libro necesario

Crónica de una utopía teatral

  • Oscar A. Moreno y Omar Tiberti son los autores del libro “Crónica de una utopía teatral”, una prolija edición de la Universidad Nacional de Rosario. La publicación aborda los teatros independientes de Rosario y sur de la provincia de Santa Fe (1924-1983).
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José Moset, Hugo Bottazzini , Oscar Moreno y Omar Tiberti, referentes indiscutibles del teatro del sur de la provincia en la presentación del libro, una historia precisa, indispensable documento. Foto: Gentileza producción

 

De la redacción de El Litoral

Dos incansables protagonistas del teatro rosarino como Oscar A. Moreno y Omar Tiberti, de aquilatada trayectoria ambos- publicaron este año “Crónica de una utopía teatral”, una publicación indudablemente necesaria para establecer desde el punto de vista intelectual un itinerario preciso sobre la incesante actividad teatral del sur provincial. Van aquí algunos aspectos incluidos en el prólogo, firmado por ambos autores.

Sostienen que Nicolás Evreinov en su libro “El teatro en la vida”, hace referencia al “instinto teatral” que posee el hombre como algo esencial en su vida de relación. Ya el hombre primitivo, en su condición de cazador-recolector, proponía elementales puestas en escena cuando intentaba la venación de alguna bestia que satisficiera las necesidades alimenticias de su colectividad.

La caza de un mamut o de un ciervo se realizaba colectivamente. Los movimientos que respondían a las estrategias de atrape, los gritos duplicados por los ecos de colinas circundantes, sus rostros alterados por intentos agresivos, sus amagues de muerte y a veces sus propias muertes, fueron primigenias puestas teatrales. Tuvieron que actuar como cazadores, se cubrieron con pieles para no alertar a la bestia de su presencia, ejecutaron movimientos estratégicos previamente consensuados y emitieron sonidos para acercarla al barranco y despeñarla. Interpretaron una actitud de ataque. ¡Actuaron!

Primeras experiencias

Dando un gran salto en el tiempo y obviando los rituales, danzas y ceremonias de la cultura indígena precolombina; las pompas, ceremonias y procesiones adoptados de los rituales paganos que utilizaron los misioneros en su tarea catequizadora; el Teatro “La Ranchería” fundado en el siglo XVIII; la inauguración del teatro Coliseo de Buenos Aires en el año 1804 (que fuera cerrado a partir de 1806 y reabierto a fines de 1810), queremos hacer referencia a las primeras experiencias teatrales que nacieron y crecieron con el arribo de una inmigración cuya heterogeneidad de razas, idiomas y culturas, desembarcó en nuestros puestos hacia fines del siglo XIX.

Es lógico pensar que frente al desarraigo del terruño que los vio nacer y al cual muy pocos abrigaban la esperanza de volver, miles de inmigrantes llegaron con los sueños de acceder a una vida mejor.

El temor a lo desconocido en algunos casos, la ignorancia de una lengua que no entendían, la sensación de aislamiento al no interpretar códigos ajenos a su forma de vida, y la dificultad de acceder con facilidad a una comunicación fluida con los nativos citadinos, les hizo importar expresiones de su cultura que les permitieran atemperar el “Gris de ausencia” que tan bien describe Tito Cossa en su obra teatral homónima.

Es así que en principio fundan entidades solidarias como el Centre Catalá, el Centro Asturiano, el Círculo Italiano, el Centro Navarro, el Club Sirio Libanés, la Hebraica, el Ateneo León Peretz, Unione e Benevolenza, la Asociación Española de Socorros Mutuos, y también sus propios sanatorios como el Italiano, el Español, el Británico, etc. En las primeras podían compartir sus sueños, sus añoranzas, sus fiestas típicas, sus negocios, y ser atendidos en sus “casas de salud” ante cualquier emergencia.

Es notable comprobar que en cada uno de estos lugares de encuentro, donde se podía moderar el sabor amargo del exilio voluntario, había un salón con su respectivo escenario. En él se rememoraban los bailes, las canciones, y el teatro, estos dos últimos por lo general interpretados en el idioma originario.

Con el tiempo, las nuevas generaciones mestizadas con criollos, permitieron un acceso más diversificado a estos recintos, los que fueron utilizados para el montaje y representación escénica de los que luego se llamaron “teatros vocacionales, filodramáticos e independientes”.

Y aquí es necesario diferenciar las motivaciones y objetivos de las dos últimas organizaciones, dado que para hacer teatro de vocación es indispensable y no discrimina a aquellos que viven del oficio, a los otros que lo hacen sin fines de lucro. Al evaluar los resultados son más los esfuerzos que los aplausos, pero el actor persiste en ello, para lograr lo que Borges definía como esa “dolorosa felicidad”... Algunas de las primeras experiencias se realizaron en estos escenarios, posibilitando en mayor grado el acceso a la cultura teatral.

Sobre los autores

Cabe recordar que Omar Tiberti comenzó su actividad teatral con un sainete de Alberto Novión. Egresa de la Escuela de Teatro Romain Rolland, continuando su trabajo actoral en los teatros Escuela de los Comediantes y El Faro (Cooperativa de Trabajo Limitada), donde fue dirigido por Carlos Luis Serrano y Eugenio Filippelli, respectivamente. Con el segundo de los nombrados y el actor Néstor Kovacic, fundan el Teatro de Cámara Triángulo, entidad con la cual viajan becados a España para participar como alumnos en la cátedra Tirso de Molina. De regreso a Buenos Aires continúa su labor bajo la dirección de Inda Ledesma, Roberto Durán, Carlos Gandolfo, Rodolfo Bebán, Cecilio Madanes, Agustín Allezzo, entre otros. Participa en más de veinte películas en las cuales tuvo como director a Lautaro Murúa, Mario Sábato, Yuhair Juri y Carlos Sorín. Fue nominado por “Semanario Teatral del Aire” como “Actor Revelación” por su trabajo por la obra de Tito Cossa “Nuestro fin de semana” (1969, Radio Municipal de Buenos Aires).

Es autor del proyecto inicial de creación de la Comedia Municipal de Actores, delegación Rosario, recientemente aprobado por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad (año 2012). Fue dirigente de la Asociación Argentina de Actores a nivel nacional, lugar desde el cual defendió la organización institucional de los actores, intentando despertar la conciencia de los trabajadores culturales.

Por su parte, Oscar A. Moreno se integró en 1952 al teatro El Faro (Cooperativa de Trabajo Limitada) en la que fuera designado secretario del consejo de administración e inició su trayectoria como actor, director y autor. Consta en su haber la participación en más de cuarenta obras de las cuales cuatro son de su autoría. Incursionó también en radio y televisión, conduciendo en esta última un programa semanal del que participaran las escuelas primarias de la provincia de Santa Fe cuyos temas abarcaban preguntas sobre Historia, Geografía Económica y Cooperativismo.

Es cofundador del Teatro Candilejas de la ciudad de Rufino del que fue su director artístico durante 17 años.

Fue becado por la Fundación Friedich Naumann de Alemania para participar en el Seminario Latinoamericano de Comunicación Cooperativa y Comunitaria realizado en Recife (Brasil) y por el Teatro Dramático de Varsovia (Polonia), con el fin de conocer técnicas representativas y montajes de diversas obras.

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Sostienen que Nicolás Evreinov en su libro “El teatro en la vida”, hace referencia al “instinto teatral” que posee el hombre como algo esencial en su vida de relación. Ya el hombre primitivo, en su condición de cazador-recolector, proponía elementales puestas en escena cuando intentaba la venación de alguna bestia que satisficiera las necesidades alimenticias de su colectividad.