llegan cartas

Atenuantes para juzgar a la Policía

Orlando Agustín Gauna

D.N.I. Nº 6.255.319

Señores directores: El policía mata, roba y ahora también comete el delito de sedición.

Las fuerzas policiales están integradas por seres humanos, algunos de los cuales cometen delitos.Pero no todos ellos. Son muchos, en especial, los de menor jerarquía, los que arriesgan y hasta dan su vida en defensa del prójimo y los bienes ajenos. Pero cuando un agente policial en cumplimiento del deber mata a un delincuente, los organismos que dicen defender los derechos humanos ponen el grito en el cielo, acusando al unísono, “gatillo fácil”.

De inmediato, aparecen abogados inescrupulosos buscando por todos los medios, legales o no, probar que se trató de un caso de “gatillo fácil” y se ponen “gratuitamente” a disposición de los deudos del delincuente, para iniciar una acción civil contra el Estado. No importa enviar injustamente a la cárcel a un inocente que actuó en cumplimiento del deber. Lo importante es obtener pingües ganancias con un juicio contra el Estado.

A esos mismos abogados no les interesa patrocinar a los deudos de las víctimas de delincuentes, porque a esos delincuentes no se les puede sacar una moneda si se les hace una demanda civil. El negocio está en el “gatillo fácil”.

A nadie le importa que ese agente arriesgue su vida por “dos mangos”, portando un arma que apenas sabe manejar, pues casi nunca tiene prácticas de tiro y encima se le mezquinan las municiones.

Ahora, el agente policial decente -que apenas sobrevive con su mísero sueldo y lo que le queda de los adicionales después del descuento que le hace el gobierno- decide manifestarse en reclamo de una mejora salarial.

Entonces se producen saqueos. Saqueos como se producen con mucha frecuencia en nuestro país. Saqueos que se produjeron con mayor intensidad durante los últimos días de la presidencia de De la Rúa, pero que se repiten en cuanta manifestación de protesta participan el Partido Obrero, Quebracho y otros grupos violentos de la extrema izquierda.

Saqueos que se produjeron antes de las manifestaciones de reclamo policial en el sur de la provincia de Santa Fe. Saqueos que hasta cabe sospechar que fueron fogoneados por punteros políticos para hacer repudiable la protesta policial.

Pero a los grupos marxistas les interesa desprestigiar a las fuerzas armadas y de seguridad para que tengan espacio sus “milicias populares”. Entonces ésta era la oportunidad para también echarle la culpa a la Policía por la inseguridad y los saqueos. Acaso ignoran que sólo en la ciudad de Santa Fe y alrededores este año ya tenemos un centenar de víctimas de homicidios. Que la Chicago argentina, triplica este número de asesinados. Acaso ignoran los cientos de robos de distinta naturaleza que se producen diariamente aunque no existan conflictos policiales.

La presidente de la Nación, debe recordar que cuando se producían los saqueos en el año 2001, desde su banca de senadora nacional, solicitaba la renuncia del presidente Fernando De la Rúa, aduciendo el estado de inseguridad de la Nación. Por eso, temerosa de que algún legislador exija su renuncia ante lo que no es una sensación, sino un real estado de inseguridad, se apresuró a culpar también ella a la Policía, por los saqueos producidos en los últimos días.

Ella, que había afirmado: “No vamos a someter más a Gendarmería a lo que es responsabilidad de los gobiernos provinciales”. “Van a tener que procesarme a mí porque no voy a permitir que ningún gendarme salga más” para ese tipo de tareas, se apresuró a enviar fuerzas de la Gendarmería y de la Prefectura a cooperar con los gobiernos provinciales en procura de evitar saqueos masivos.

Y como al policía nadie va a salir a defenderlo, le pegó más fuerte. Acusó a la Policía del delito de sedición.

Como escribiera Atahualpa Yupanqui, “unos trabajan de trueno y es para otros la llovida”. Cuando hay un mínimo de seguridad, es el “resultado de las políticas del gobierno”, pero cuando reina la inseguridad, es consecuencia de una Policía corrupta.

La Iglesia Católica ha afirmado que “es cuestionable la acción de robar, saquear y destruir. Pero también es cuestionable, y tal vez con más fuerza, el vandalismo de los ricos y el saqueo de los corruptos”.