Sin auriculares y con la prepotencia del celular al máximo

Senado: una ley contra los que aturden a todos en el colectivo

¿Qué hacer con los maleducados que imponen su ritmo? En el colectivo deberá decir: “Prohibido escuchar música sin auriculares”. El chofer podrá hacer bajar a los infractores. ¿Se animará?

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Ilustración: Luis Dlugoszewski

 

De la redacción de El Litoral

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En la última sesión ordinaria del año, el Senado santafesino otorgó media sanción a una ley para prohibir escuchar música en el transporte público de pasajeros si no se usan auriculares.

Si el proyecto del senador Armando Traferri (PJ-San Lorenzo) tiene la misma suerte en Diputados que en Senadores, los colectivos, los ómnibus y todos los sistemas de transporte público de pasajeros deberán contar con letreros que digan algo como “Prohibido escuchar música sin auriculares”, tal como hoy cuentan con carteles que dicen “Prohibido fumar” (y se cumple), o como alguna vez advirtieron “Prohibido salivar en el piso” (y ya no hace falta aclararlo).

El texto pasó sin cambios por la Comisión de Economía, Agricultura, Ganadería, Industria, Comercio y Turismo. Fue en la Comisión de Asuntos Constitucionales y Legislación General que se le hicieron más intervenciones. La más importante, que la prohibición integre la ley que ya regula el transporte público de pasajeros. Se trata de modificar los artículos 86 y 87 de la Ley 2.499.

Un artículo de la norma aprobada por unanimidad en la Cámara Alta habilitará al chofer a actuar y podrá incluso requerir el auxilio de la fuerza pública para hacer bajar a quien se niegue a dejar de aturdir a los demás.

Interés general

En los fundamentos, Traferri señala que “hemos tenido la oportunidad de conocer la problemática que se genera en los medios de transporte público de pasajeros en virtud de la utilización desmedida e irracional de los teléfonos celulares y otras clases de dispositivos reproductores de música, por parte de los pasajeros como asimismo de parte de los conductores”.

Advierte que su uso “altera el normal desenvolvimiento en un viaje” y reivindica: “Somos conscientes de que la vida en sociedad exige que el Estado reglamente el ejercicio de los derechos individuales para hacerlos compatibles al interés general”.

De 1935

La ley que el Senado pretende modificar para poder prohibir el uso de reproductores de sonido sin auriculares fue sancionada en la década del ‘30.

Se trata de la reglamentación del servicio público de transporte de colectivo de pasajeros “en vehículos automotrices”, que finalmente reemplazaron al tranvía.

Su redacción y su número bajo (2.499) hablan de su antigüedad. Además, de los cuatro dígitos la norma utiliza tanto la expresión “transporte” como “carruaje” y lo mismo ocurre con “pasajeros” y “viajeros”. Fue promulgada el 1º de octubre de 1935.

Curiosamente, ya para entonces se usaban expresiones que aún hoy lucen modernas: “Región Metropolitana” y “Gran Santa Fe” o “Gran Rosario” figuran en sus artículos.

El primero señala tres categorías de transportes: “ómnibus”, “micro- ómnibus”, “automóvil-colectivo”, la ley venía a regularlos, así como a “toda otra que se creare, sin exigir instalaciones fijas para su traslado”, lo que claramente excluye el uso de rieles.

El artículo 65 aclara qué se entendía en los años ‘30 por cada categoría (hoy modalidad de transporte). Como se verá, según pasan los años las palabras cambian su significado

El artículo dice que los transportes “por su capacidad, serán clasificados en: 1) Ómnibus, lo que transporte un número de pasajeros sentados mayor de veintiuno, el cual será fijado teniendo en cuenta la estabilidad, chasis y ruedas neumáticas; 2) Micro-ómnibus, los que tengan la capacidad mínima de diez y máxima de veintiuno; 3) Colectivos, los que tengan la capacidad máxima de diez personas”.

Contaminación

Luis Rodrigo

Van con su música (o lo que es peor, con su “música”) a todas partes y no es por generosos que la comparten a diestra y siniestra. Incluso con los que no quieran oírla. Imponen sus particulares gustos a todos y en ocasiones parece imprudente pedirles que bajen el volumen. Hasta parecen gozar de las caras de disgusto que despierta en los demás su invasión.

De esos maleducados que en el colectivo aturden a los demás pasajeros se ocupa un proyecto de ley, que ya logró media sanción de la Cámara de Senadores. De los que marcan el territorio con un estridente “¡tchí, tchí, tchíííí - tchí, tchí, tchíííí!”, agudo, punzante, monocorde, que sin dudas proviene de la fidelidad amplificadora de una lata de arvejas... De los que al pasaje -con compases simples, primarios, interminables- les martillan las cabezas.

Es verdad que el altisonante asunto más bien corresponde al difícil campo de la convivencia diaria. Y que legislar en materia de normas básicas de urbanidad puede hasta resultar ilusorio... Sin embargo, lo ocurrido con otro tipo de contaminación -la del humo del tabaco, por ejemplo- permite pensar que sí es posible empujar con una ley un cambio de comportamiento.

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