Preludio de Tango
Eduardo Adrián

“Gricel”, con letra de José María Contursi y música de Mariano Mores, fue uno de los primeros temas que grabó Eduardo Adrián. Ilustración: Lucas Cejas.
Preludio de Tango
Eduardo Adrián

“Gricel”, con letra de José María Contursi y música de Mariano Mores, fue uno de los primeros temas que grabó Eduardo Adrián. Ilustración: Lucas Cejas.
Manuel Adet
Supe de Eduardo Adrián una noche en una peña de amigos que decían ser admiradores de Francisco Canaro, de los vinos mendocinos y las mujeres de la noche. Acompañado de esa amable e inspirada platea, en algún momento escuché “Soñar y nada más”, interpretado por él y Carlos Roldán. Me pareció una interpretación excelente.
Unos años más tarde, recorriendo disquerías de Buenos Aires encontré su único larga duración grabado en 1969: en la ocasión lo acompañaba un cuarteto donde se destacaban Máximo Mori en el fueye y Lucio Demare en piano. Ya para esos años yo conocía de él lo suficiente como para saber de quién se trataba y qué puntos calzaba como cantor.
Entre otras de sus curiosidades biográficas o, para ser más preciso, entre uno de los rasgos notables de su personalidad, se destacaban sus conocimientos en materia de teatro y, muy en particular, su sapiencia en Historia Griega. Sí, leyeron bien: Historia Griega. Una anécdota en ese sentido es representativa. En 1960, Adrián participa en el programa “Odol Pregunta”, dirigido entonces por Cacho Fontana, programa que durante años fue el más popular de la televisión argentina. Adrián, que ya para entonces era conocido como uno de los cantantes estrella de Pirincho Canaro, se hizo presente no para hablar de Gardel, Fresedo o Arolas, sino de Esquilo y el Teatro griego.
Durante varias sesiones el hombre respondió con admirable solvencia a las preguntas, hasta que hubo una respuesta que no satisfizo al jurado y lo descalificaron. La movilización intelectual que se produjo a su favor fue extraordinaria. Profesores de la UBA hicieron conocer su protesta y, como si ello fuera poco, los profesores titulares de Teatro griego de la Universidad de Oxford escribieron manifestando su acuerdo con Adrián. Tengo entendido que el jurado de Odol no modificó su fallo, pero como solemos decir los argentinos, el campeón moral del controvertido concurso fue nuestro cantor de tango.
El episodio merece resaltarse, no tanto por las vicisitudes de un fallo polémico, como por el currículum intelectual de un tanguero de ley. Ya en su momento, Enrique Santos Discépolo había dicho de él: “Va a ser cuestión de arrodillarse. Que por fin en el país del tango haya un cantor que además es artista”. Algo parecido pensaron sus alumnos de Teatro Tiempo o los funcionarios culturales de la Unesco, cuando decidieron contratarlo por sus conocimientos, motivo por el cual durante unos cuantos años dio conferencias en ciudades de Europa y América Latina. Seguramente la misma evaluación acerca de sus condiciones tuvieron los directivos de Radio Nacional de Mendoza, cuando lo contrataron para dirigir un programa que se llamó “Latitud tango” y que fue un modelo de propuesta radial tanguera.
Eduardo Adrián, en realidad Carlos Alberto Eyherabide, nació en Mar del Plata el 4 de febrero de 1923, pero se crió en el barrio de Avellaneda. La música la conoció de pibe gracias al ejemplo y las enseñanzas de su madre, Emma Gismondi, reconocida cantante lírica de su tiempo. Registro de tenor, caudal de voz, afinación perfecta, plasticidad para adaptarse a las diversas plateas, el muchacho se inició en el canto lírico en el Coro del Teatro Casino, donde fue conocido con el nombre de Adrián Lavalle.
En 1941, Francisco Canaro convocó a una suerte de concurso para elegir un par de cantores que reemplazaran a Ernesto Famá y Francisco Amor, quienes terminaban de alejarse de la orquesta para formar su propio conjunto. Según cuentan las crónicas, el examen se celebró con la presencia de Rodolfo Sciamarella y el piano de Oscar Sabino. La leyenda relata que cuando el joven Adrián estaba exhibiendo sus habilidades vocales, se hizo presente en la sala Marianito Mores, quien al escuchar al concursado consideró que Canaro no necesitaba seguir buscando más, que el cantor que le hacía falta era el que en ese momento entonaba un tango de Contursi.
El debut estelar se produjo en Radio Belgrano, en el programa auspiciado por Jabón Palmolive. Esto ocurría a principios de 1941 y Eduardo Adrián aún no tenía veinte abriles. En octubre de ese año el flamante cantor de Canaro graba sus primeros temas, entre los que merecen destacarse “Infamia”, “Gricel”, “Cada vez que me recuerdes”, “Tristeza marina", “Verdemar” y “Sombras nada más”, hasta sumar alrededor de cuarenta piezas que hasta el día de hoy pueden disfrutarse.
Con Canaro, sus artistas no sólo se lucen en los escenarios tangueros; también lo hacen en las comedias musicales y las obras de teatro. Precisamente, en 1942 Pirincho estrena en el Teatro Nacional “Sentimiento gaucho”, con música del maestro y texto de Ivo Pelay. En la obra se recurre a técnicas innovadoras como la llamada “luz negra”, y por primera vez aparece ante el gran público un muchacho que dice llamarse Santiago Ayala, que luego será conocido como “El Chúcaro”. En “Sentimiento gaucho”, nuestro joven cantor se hace presente entonando “Viviré con tu recuerdo y “Corazón encadenado”.
En 1943, se presenta en la noche porteña la obra “Buenos Aires de ayer y de hoy” con la presencia de la ya reconocida Tita Merello y Tomás Simari. Junto con Roldán, Adrián estrena “Soñar y nada más” e interpreta “Y no la puedo olvidar”. En 1948 participa en la película “Los pulpos”, dirigida por Carlos Hugo Christensen. Allí actúan Olga Zubarry, Roberto Escalada y Beba Bidart. Adrián interviene cantando el tango de Discépolo, “Uno”
Adrián junto con Roldán fueron los cantores estrella del maestro Canaro. En esos años su orquesta convocaba multitudes en los carnavales porteños y montevideanos. A fines de 1943, Adrián deja la orquesta y se inicia como solista en Radio El Mundo, acompañado por la orquesta de la emisora dirigida por el maestro Andrés Fraga con arreglos de Héctor María Artola.
En 1946, graba “Sueños de juventud” y “Silbando”; en 1950, con la orquesta de Hugo Di Carlo, da a conocer al público sus versiones de “Adiós muchachos” y “Puente Alsina”; en 1954, con Heber Escayola graba “Ruega por nosotros” y “Selección de Mariano Mores”.
Como no podía ser de otra manera en un hombre de su cultura musical y literaria, escribió y compuso algunos poemas de tango que en su momento interpretó Raúl Berón. Temas como “Perdón madame”, “Donde nadie llegó” o “La luna del paredón” musicalizado éste último por Francisco Tropoli, pertenecen a su autoría. También es de él “Me voy cantando bajito” el sincero homenaje a un anónimo cantor de tangos, alcohólico y atormentado, que conoció en Chile. Eduardo Adrián murió el 23 de mayo de 1990.