Aniversario

Primavera Árabe: 3 años después sólo Túnez logró cambios reales

Egipto, Siria y Libia están sumidos en sangrientos conflictos.

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El 14 de enero de 2011 una multitudinaria protesta fue convocada contra el presidente tunecino, Zine el Abidine Ben Alí. Foto: EFE

 

Ansgar Haase - DPA

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Egipto vive con la amenaza del regreso de una dictadura militar, Siria está sumida en una guerra civil y en Libia las milicias incontroladas impiden el funcionamiento del Estado. Para muchos, la Primavera Árabe ha supuesto sobre todo violencia y sufrimiento. Sólo en Túnez parece entreverse un verdadero cambio hacia la libertad y la democracia, tres años después de la caída de Zine el Abidine ben Ali.

Poco antes de que este martes se celebre el tercer aniversario de la revolución, en Túnez se ha allanado el camino para una nueva Constitución al estilo occidental, y en 2014 se celebrarán elecciones bajo la nueva Carta Magna. Es un ejemplo para las jóvenes democracias, pues este objetivo parece seguir uniendo a todo el espectro político del país norteafricano, a pesar de todas las disputas.

En los últimos meses las perspectivas eran bastante más sombrías. Tras el asesinato a sangre fría de dos políticos opositores, parecía que el país donde se inició la Primavera Árabe estaba a punto sumirse en el caos. La oposición acusó al partido islamista Ennahda de tener una responsabilidad política en las muertes, llevadas a cabo por extremistas. Siguieron semanas de manifestaciones ante el Parlmento de transición, en el que Ennahda es la principal fuerza.

Las aguas sólo empezaron a volver a su cauce después de que el partido de Rachid Ghanuchi asegurase que la responsabilidad del gobierno en lo ocurrido sería aclarada por expertos independientes antes de las elecciones.

“Espero que Túnez sea un ejemplo para el mundo”, afirmó recientemente el ya ex primer ministro de Túnez, Ali Larayedh, quien dimitió para dar paso a un gobierno de transición que gobernará hasta las elecciones. Para periódicos como “Al Chourouk”, la dimisión del político de Ennahda fue un “paso valiente, inteligente y responsable”. Otros muchos se habrían aferrado al poder.

Al frente del gobierno hasta los comicios estará el independiente Mehdi Yomaa. Este ingeniero de 51 años, que durante mucho tiempo trabajó en Francia, tiene ante sí la difícil tarea de devolver a los tunecinos la confianza en la política.

Los meses de disputas partidarias han frustrado a gran parte de la población. Según las encuestas, la participación en las elecciones estaría ahora por debajo del 50 por ciento, un problema de peso para una democracia en ciernes.

No se trata sólo de credibilidad, sino también de cuestiones como la seguridad y la economía. Islamistas radicales intentaron en varias ocasiones entorpecer el proceso de transición con actos terroristas, llegando a intentar atentar contra un hotel en octubre pasado. La pobreza y los problemas sociales provocan nuevas protestas, sobre todo en las partes más aisladas del país. “No puedo obrar milagros, pero lo haré lo mejor que pueda”, prometió Yomaa el pasado viernes.

Los artículos ya cerrados de la nueva Constitución establecen, entre otros, la creación de un Estado civil que garantice la libertad de creencias y religión. Además, en las listas electorales tendrá que figurar el mismo número de mujeres que hombres. Uno de los pocos flancos de crítica para los activistas es la pena de muerte, aunque seguramente seguría vigente.

¿Podrían Egipto, Libia o Siria seguir los pasos de Túnez? Los analistas lo consideran poco probable. A pesar de las limitaciones de muchos derechos civiles, ya antes de la caída de Ben Ali Túnez estaba considerado como uno de los países más avanzados del mundo árabe. En casi ninguna otra nación árabe las mujeres tienes tantos derechos, sin prescripciones sobre la vestimenta o limitaciones para ejercer cualquier profesión.

Pero hay otro punto que diferencia a Túnez: su voluntad de mantener la paz, como explicaba recientemente Ronald Meinardus, de la fundación alemana Friedrich-Naumann. “En una zona sacudida por las crisis políticas, hay sobre todo una particularidad que distingue a Túnez: el país y su clase política tienen una cultura política que no se basa en la violencia y la lucha, sino en el compromiso y la mediación”.