Crónicas de la historia
Crónicas de la historia
El pacto Perón-Frondizi (II)

Arturo Frondizi, camino a la Casa de Gobierno (1958). foto: archivo general de la nación.
Rogelio Alaniz
Las conversaciones que dieron lugar al pacto Perón-Frondizi se iniciaron en Santiago de Chile a mediados de 1957, continuaron en enero de 1958 en Caracas -donde residía Perón- y concluyeron al mes siguiente en Ciudad Trujillo, la localidad donde se exilió luego del derrocamiento de Pérez Jiménez. En el vértice del acuerdo estuvieron Perón y Frondizi, pero en un inmediato segundo plano los protagonistas fueron John William Cooke y Rogelio Frigerio. Por su parte, Ramón Prieto, Emilio Perina, Ricardo Rojo, Jorge Antonio y Américo Barrios, entre otros, también jugaron un rol importante como testigos y protagonistas.
Frigerio fue el político que más se movilizó para que este acuerdo fuera posible. En su momento, viajó a Chile para conectarse con el llamado Comando Adelantado y en enero de 1958 estuvo dos veces en Caracas, la segunda vez para llevarle al caudillo una valija con dólares donados “desinteresadamente” por la Banca Loeb, una de las favorecidas meses después en los controvertidos contratos petroleros. Advertencia: que nadie se persigne por lo de la valija, porque, bueno es saberlo, estos pactos incluyen, además de movidas políticas, sumas contantes y sonantes de dinero, sobre todo para un Perón que para esa fecha estaba atravesando por serios apremios económicos.
El acuerdo se tramó en un momento político muy delicado de la Argentina. Gobernaba la Revolución Libertadora; el peronismo estaba proscripto; la UCR, principal partido opositor, acababa de dividirse entre frondizistas y balbinistas y en noviembre de 1957, luego de prolongados y ásperos cabildeos, el gobierno militar convocaba a elecciones generales para el 23 de febrero de 1958, elecciones que incluían la proscripción de Perón y el peronismo.
En el mes de septiembre de 1957, sesionó en nuestra ciudad la asamblea constituyente. Las elecciones convocadas para elegir legisladores demostraron que el peronismo a través del voto en blanco era la primera fuerza política. La segunda fuerza en estos comicios constituyentes celebrados en julio de 1957, fue la UCRP, liderada por Balbín. Y en un tercer lugar estuvo la UCRI con 1.800.000 votos.
Las cifras merecen recordarse, porque siete meses después la UCRI duplicará sus votos y el llamado voto blanquismo se reducirá a menos de la mitad. Está claro que las célebres cartas de Perón llamando a votar por Frondizi modificaron el comportamiento del electorado peronista.
La otra posibilidad sería suponer que la propuesta de Frondizi era tan atractiva para los peronistas que éstos no vacilaron en apoyarlo. ¿Fue así? Para 1958, Frondizi era un político prestigiado. Dirigente con amplia trayectoria radical, se destacaba por sus posiciones progresistas, su inteligencia y su amplia formación cultural, virtudes que seducían a intelectuales y capas medias, pero dejaban indiferentes a las rústicas bases sociales del peronismo educadas en la consigna “alpargatas sí, libros no”.
En el sinuoso juego de la política y el poder, Frondizi se perfilaba entonces como el político no peronista menos comprometido con el régimen militar. Por lo pronto, se había preocupado por diferenciarse de Balbín, el candidato protegido más por Aramburu que por la Revolución Libertadora, ya que para el almirante Rojas y los mandos de la Marina, el caudillo de la UCRP seguía siendo un político sospechoso.
Intrigas y conspiraciones al margen, lo cierto es que para el peronismo y la izquierda, Frondizi era, si se quiere, el candidato menos malo. O sea, que el pacto, que como todo pacto es siempre reservado y se firma en las cúpulas del poder, tenía fundamentos sociales. Con más o menos entusiasmo, las bases peronistas estaban predispuestas a votar por Frondizi, pero si a esa predisposición la alentaba alguna cartita de Perón, mucho mejor.
La otra posibilidad interpretativa es suponer que a las masas peronistas les había dado un súbito ataque de frondizismo, hipótesis que ni el frondizista más devoto estaría dispuesto a creer. Que Perón ordenó votar por la UCRI, aclarándole a algunos de sus seguidores los alcances y sobre todo los límites de ese apoyo, es algo que está fuera de discusión. Más controvertida es la hipótesis que sostiene que no hubo un pacto, que todo fluyó espontáneamente.
¿Por qué este empecinamiento en negar lo obvio? Que Frondizi afirme que nunca firmó un pacto, es una negativa que tiene más que ver con sus responsabilidades presidenciales que con su preocupación por una verdad cuyas consecuencias políticas podían ser devastadoras para sus planes. Recordemos que para 1958 la animosidad militar contra Perón era absoluta. Los rumores sobre la existencia, no de un pacto sino de conversaciones entre dirigentes peronistas y de la UCRI, provocaron en su momento una crisis en el régimen militar, crisis que incluyó la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, Alfonso de Laferrére y renovadas tensiones entre Rojas y Aramburu respecto de la opción entre salida electoral proscriptiva o dictadura militar lisa y llana. Conclusión: Frondizi tenía muy buenos motivos para negar la existencia del pacto o, como en el caso de Frigerio, relativizar sus consecuencias.
¿Por qué Frondizi no admitió años después el pacto? Puede haber varias respuestas a este interrogante, pero ninguna de ellas puede negar lo obvio, aquello que la inmensa mayoría de los historiadores y políticos admiten como real. Convengamos, de todos modos, que a más de medio siglo de lo ocurrido, tantas reservas no se justifican. Quienes conocemos los avatares de la política y el poder, ya sea como protagonistas u observadores, no tenemos derecho a escandalizarnos por un acuerdo que visto a la distancia está justificado, incluida la supuesta mala fe de los firmantes. Al respecto, se cuenta que Jorge Antonio en esos días le preguntó a Perón si creía que Frondizi iba a respetar el pacto. El viejo zorro con su habitual sonrisa socarrona le contestó: “No m’hijito, no lo va a respetar y nosotros tampoco”,
Perón a través de su correspondencia deja en claro bajo qué condiciones apoya a Frondizi. Ya para entonces, el caudillo es un maestro de la política pendular y mientras desactiva cualquier tentación del neoperonismo, no deja de aclarar a sus seguidores, sobre todo a los que van persistir con el voto en blanco, que “votar por el enemigo repugna al espíritu peronista”, cosa que nadie crea que su apoyo a la UCRI va más allá de los avatares de la coyuntura.
Digamos que Perón consuma una de sus habituales jugadas a tres o cuatro bandas: apoya a Frondizi para impedir que gane el candidato de la Libertadora; satisface a quienes ya decidieron votar al candidato de la UCRI; pero también conforma a sus votos más intransigentes, advirtiéndoles que no tomen en serio ese apoyo. En el camino, impide que se consolide una alternativa al margen de su liderazgo y demuestra a amigos y adversarios que sin él, no hay solución política duradera en la Argentina.
Frondizi, por su parte, obtiene entre otros beneficios nada más y nada menos que la Presidencia de la Nación. ¿Sin el pacto esto hubiera sido posible? Personalmente no lo creo. ¿Esto habla mal de Frondizi? Para nada. Un político juega con las cartas que tiene y no con las que le hubiera gustado tener. Ser el candidato opositor a la Libertadora en 1958, pero al mismo tiempo beneficiarse con la legalidad que el régimen militar le dispensa, significaba transitar por un desfiladero muy angosto en el que el menor tropiezo para un lado o para el otro precipitaba el fracaso. Su habilidad política, su cerebral manejo de los tiempos, probaron que era el dirigente más capacitado para resolver en la Argentina de 1958 -como lo plantea Altamirano- los grandes dilemas de la política: qué hacer con las masas y qué hacer con el capitalismo.
Es que Frondizi y Perón no se diferenciaban de sus pares por perpetrar maniobras supuestamente reñidas con la moral convencional, se diferenciaban porque, a diferencia de otros, podían consumar esas maniobras de manera eficaz.