ADIÓS A SANTIAGO FELIÚ

La trova cubana, de luto

El artista falleció ayer a los 51 años a causa de un infarto. Acompañó en sus giras a cantautores como Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute, Fito Páez, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez.

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Feliú vivió varios años en Argentina durante la década del ‘90, tiempo en el que trabó relaciones personales y estéticas con Fito Páez, Juan Carlos Baglietto y León Gieco, entre otros músicos. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

 

De la Redacción de El Litoral

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EFE/Télam

El trovador cubano Santiago Feliú falleció ayer a la madrugada en La Habana, a los 51 años. “Se lo llevó un infarto”, escribió el cantautor cubano Silvio Rodríguez en su blog Segunda Cita, en una entrada dedicada a Feliú y titulada “Santy”, como era conocido entre sus amigos.

El músico tenía previsto un concierto este sábado en La Habana en el espacio Fábrica de Arte Cubano.

Feliú (La Habana, 1962) era uno de los trovadores cubanos con mayor poder de convocatoria en Latinoamérica y acompañó en sus giras a cantautores como Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute, Fito Páez, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez.

Autor de temas como “Ansias del alba”, “Para Bárbara” y “Sin Julieta”, Feliú forma parte de la segunda generación de la Nueva Trova Cubana, junto a otras figuras como Carlos Varela, Gerardo Alfonso y Frank Delgado. Grabó once discos, el último de ellos titulado “Ay, la vida” y publicado en 2010.

Un porteño del Caribe

Feliú renovó poética y sonoramente la tradición trovadora de su país. Hermano menor de Vicente, Santiago aportó su lirismo rabioso y un sonido eléctrico, también abonado desde su peculiar toque de zurdo en una guitarra a la que no le modificaba el orden de las cuerdas.

Con esa impronta, se convirtió en un inspirador puente intergeneracional que ligó a aquellos impulsores con nuevas voces. “Al igual que Silvio, los músicos más jóvenes de Cuba seguimos fieles al compromiso que nos toca asumir, pero no tenemos una actitud complaciente frente a las cosas que no nos gustan”, subrayaba.

Nacido en La Habana el 29 de marzo de 1962, el instrumentista también ejecutaba el piano, el bajo, la armónica y la percusión. Vivió varios años en Argentina durante la década del ‘90, tiempo en el que trabó relaciones personales y estéticas con Juan Carlos Baglietto, Fito Páez y León Gieco, entre otros músicos.

Desde hace casi tres décadas, a partir de que Rodríguez lo tuvo como invitado en uno de sus conciertos, era asiduo protagonista de recitales y giras por nuestro país, quizá porque, como señaló en una entrevista en agosto del año pasado, “soy un porteño del Caribe, un habanero rioplatense”.

Consideraba que el vínculo con el público local se debía a que sus canciones “son neuronales como los argentinos. Supongo que nuestro lazo pasa por la cuestión literaria, luego también soy bastante tanguero y en la parte musical, además, se reconoce que hago un cierto rock trovadoresco”.

Feliú auténtico

Santiago, que era tartamudo, lo que le dificultaba hablar con fluidez en los reportajes, tenía una voz afinada y dulcísima, que mostró en logrados álbumes como “Vida” (1986), “Para mañana” (1988), “Náuseas de fin de siglo” (1991), “Futuro inmediato” (1999), “Sin Julieta” (2002), “Ay, la vida” (2010) y el de carácter zapatista “Ansias del alba”, que compartió con su hermano Vicente.

“Me sigue atrayendo el discurso político y la comunicación con el mundo que tiene el zapatismo en medio de tantas aburridas y jurásicas izquierdas”, resaltó en 2008, a nueve años de ese magnífico registro.

En 2003, cuando cumplió 25 años con la canción, señaló a modo de balance: “Siento que cumplo una vez más con mi propósito de ser auténtico, distinto. Seguir siendo capaz de ser el mismo significa cierto logro de canción de arte y, de alguna manera, una felicidad intelecto-espiritual”.

En esa charla, se le preguntó acerca de la distinción otorgada por Fidel Castro a los 35 años del Movimiento Nueva Trova, y él respondió: “Fidel habló como una hora de todo, luego entregó diplomas otorgados por el Instituto Superior de Arte a varios trovadores. Cuando me tocó mi turno me dijo: ‘Lo de la genialidad de los Feliú es genético, ¿no?’, a lo que le respondí ‘No, el genio soy yo’”.