editorial

  • Al verse sobrepasada por el acelerado disloque de la economía, Cristina dio el visto bueno para avanzar en el intento de poner en caja las desalineadas variables económicas.

La única verdad es la realidad

Desde el punto de vista periodístico es interesante lo que en estos días acontece en la Argentina. Es que después de un extenso ciclo de resistencia a la realidad, el gobierno nacional ha aceptado que debe tomar medidas que le permitan estabilizar una economía desbocada.

Así, la presidente, que en su momento había rechazado la figura eufemística de la “sintonía fina” como portal de ingreso a un ajuste del gasto público, al verse sobrepasada por el acelerado disloque de la economía dio el visto bueno para avanzar en el intento de poner en caja las desalineadas variables económicas.

En este sentido, el fuerte aumento de las tasas retributivas de las colocaciones a plazo fijo en pesos, correlativa del “deslizamiento” cambiario (léase devaluación del peso ante el dólar) a una cifra que mejora la retribución de productores y exportadores, y una serie de medidas del Banco Central, como la limitación técnica de los activos de los bancos en moneda extranjera y la aceleración de la liquidación de divisas por parte de las cerealeras, detuvieron al monstruo verde e, incluso, lo hicieron retroceder.

De manera concomitante, después de convalidar una significativa alza de precios en productos de la canasta, el gobierno suscribió un acuerdo de precios con hipermercados nacionales e internacionales, y con supermercados y autoservicios chinos pertenecientes a la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, convenio central del programa de “precios cuidados” promovido a tambor batiente por el gobierno nacional y, en forma personalísima, por Cristina Fernández de Kirchner, quien además les pide prudencia a los sindicatos en la negociación paritaria.

Como se sabe, en la semana que termina, el programa de “precios cuidados” hizo su progresiva aparición en las provincias, aunque con variaciones propias de sus singularidades productivas y comerciales, y como no podía faltar el tono épico, la mandataria convocó a militantes y ciudadanos a defender los precios convenidos y evitar el saqueo de los bolsillos populares por parte de agiotistas y especuladores.

El viejo manual de recetas políticas para salir de situaciones de emergencia vuelve a utilizarse. El plan de recuperación del control de la economía, que incluye la reducción del ritmo de emisión de moneda, fue activado detrás de un velo de supuestas conspiraciones de orden nacional e internacional, recurso clásico para camuflar medidas inevitables.

El gobierno de Cristina toma medidas en voz baja pero se encrespa en la tribuna contra enemigos difusos que se conjuran para terminar con su gobierno. Es un modo de mantener vivo el nervio de la militancia mientras se hace lo que inexorablemente se tiene que hacer.

Por eso se activa el diálogo con el Club de París, se acuerda una indemnización con Repsol, se modifica la ominosa metodología del Indec para avanzar hacia cifras de medición creíbles. Si estas medidas se ensamblan con las cambiarias y las financieras, aparece una red decisoria tejida con hilos concordantes, que sin embargo no puede ser exhibida como tal a la luz del sol porque afectaría el guión del relato oficial y dañaría la mística de los más conspicuos seguidores del gobierno.

De allí la teatral actuación de Cristina contra los supuestos poderes ocultos que amenazan la felicidad del pueblo. Pero lo importante, más allá del doble juego presidencial, es que se estén tomando medidas de estabilización que intentan reencauzar a un país que camina al borde del abismo. Como decía el general Perón (aunque el concepto es de Rogelio Frigerio), la única verdad es la realidad.

El plan fue activado detrás de un velo de supuestas conspiraciones de orden nacional e internacional, recurso clásico para camuflar medidas inevitables.