Mirada desde el sur

Carrió es más de lo mismo

Raúl Emilio Acosta

Hay muchas formas de construir en política, pero dos claramente diferenciadas. Construir política resolviendo partidariamente es una. Construir política pidiendo que en cada ocasión sea el común el que se entere y tome posición es otra.

La construcción a través de las resoluciones partidarias primero, se aclara: primero, y luego si, una vez resuelto partidariamente, el traslado para la compulsa y/o repulsa del total de la población.

La construcción a través del traslado directo del tema para conocimiento y aceptación o rechazo del total de los habitantes ante cada cuestión se asemeja bastante a una asamblea popular.

En el primer caso el peligro es la resolución cerrada. En el otro, la excesiva ambigüedad que plantea la opinión múltiple sobre un hecho específico. Las asambleas populares, por trasnochadas, suelen terminar en pesadillas. Los iluminados también. Están muy cerca.

Es por esa razón que aparecen claras diferencias entre jefes solitarios que muestran una marcada distancia con la serenidad que una mesa partidaria otorgará a una opinión. En tiempos de convulsiones, ambas formas de hacer política, que sobreviven y son legítimas, tienden a colisionar. El mensaje, la solución necesaria, es el asunto. La cohesión. La tranquilidad. La fe. Parece contradictorio, pero los santurrones que vadean cualquier riacho y siguen solos hasta las piedras del mar, donde se ahogan, suelen inspirar menos fe que aquellas resoluciones partidarias. En momentos de crisis esto es visible. La necesidad de coherencia es visible. En el otro extremo, en mitad de un incendio, cualquiera se abraza a una brasa caliente. Después advierte que el santurrón no lo llevó al cielo sino que lo metió más en el infierno.

Las referidas formas de construcción se complican cuando no es un partido político sino una UTE la que debe expresar su opinión, dar su mensaje, fijar una posición.

Hay un acuerdo de partes, cada integrante conversará con su partido, que tiene una línea política devenida de una concepción sobre el hombre y el Estado. Básicamente es eso. El Estado de Bienestar y los hombres dentro de la nación jurídicamente organizada. Qué justicia, qué legalidad. Qué roles. En eso se parecen, por eso se diferencian. Por esa razón acuerdan presupuestos mínimos, que prometen cumplir.

Cuando aparece un individualista, un santurrón que trae el apocalipsis en las alforjas, el cielo y el infierno en el discurso, los buenos y los malos, el cisma y el síganme los buenos y este iluminado participa de una UTE política, todos sus integrantes están complicados.

Los acuerdos frentistas deben significarse en un mensaje común, mantenido en el tiempo, logrado en acuerdos previos. Acuerdos que incluyeron los diagnósticos de los problemas y las posibles soluciones. Así hasta llegar a una solución común, que se oferta.

El santurrón, que va por los caminos indicando que sólo hay una solución, y predica que hay que seguir su mensaje sin discusiones, complica cualquier tarea conjunta. Si lo aceptan cierran la posibilidad de acuerdo, de mensaje común, de sensación de tranquilidad. Es el fin del sueño tranquilo. Cualquier amanecer es sorpresivo. Eso se traslada y el mensaje que baja es el de desconfianza.

Ante los santurrones, la posibilidad es creerles y seguirlos o todo lo contrario. Todo personaje de estas características contiene el cisma en su palabra. Es así. La señora CFK ha sido y es eso. El país dividido entre quienes la quieren y quienes no la quieren Ya no vale de nada el logro que sea. Amor y Odio, como quería el viejo Jung que se definiese el mundo, todo Pasión. En eso estamos.

El duro mercado, la feria, el almacén, el sueldo, la escuela, la droga en las calles, la corrupción han devaluado a una personalidad cismática. Sólo el 18% de un núcleo duro sigue sus rezos. El Estado de Bienestar, la justicia social se alejó.

Sobre un país dividido, que necesita acordar orgánicamente salidas con presupuestos básicos en salud, justicia, economía, nuevamente justicia y nuevamente economía, la señora Carrió ensaya una nueva división todos los días. Es su índole. Ya se dilapidó, por su excesiva presencia, el mandato popular de 2009. El pueblo revocó ese mandato y puso un indiscutible 54% en 2011¿Es que no lo ven?

Todo cuanto se diga y haga tiene un objetivo: 2015. El panorama parece claro. El peronismo abrió la puertita: “Esto con Néstor no pasaba”, dijo Julio Bárbaro. Por allí intentarán acomodar el 45% real de votos del país. No hay Argentina sin peronismo incluido. Visiblemente incluido. Deberían saberlo todos. Básicamente quienes, como la señora Carrió y otros extremistas, creen sentarse sobre la pureza sin que les duela el alma. La extrema izquierda soñará con algunos diputados, la extrema derecha ya ni sueña. El amplio abanico restante, de una clase media cayendo al desamparo, necesita un mensaje claro, de acuerdo, una mini Moncloa antes que una estampita y un dogma. La señora Carrió es el reverso de CFK, la misma moneda. Depender de sus decisiones es más de lo mismo.