Una pasión argentina con acento inglés

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“Historia social del fútbol”, lanzado por Siglo XXI editores, habla de los tiempos en que las canchas de los clubes no estaban localizadas en su zona de influencia, relata cómo los jugadores se transformaron en cracks y testimonia el fervor que llevó a que los simpatizantes fueran bautizados con llamativos apodos: “millonarios”, “funebreros” o “leprosos”.

TEXTO. JULIETA GROSSO (TÉLAM)

En “Historia social del fútbol”, el historiador Julio Frydenberg recorre la evolución de este deporte en la Argentina desde que a fines del siglo XIX fue introducido en el país por algunos colegios ingleses para fomentar la disciplina hasta su transformación en expresión central de las identidades barriales y la idiosincrasia nacional.

Frydenberg, doctorado en Historia por la Universidad de Buenos Aires, se ocupa de rastrear cómo el fútbol pasó de ser una práctica fragmentaria asociada a la colonia inglesa radicada en la Argentina, a funcionar como catalizador crucial en la conformación de los hábitos, creencias y valores de los sectores populares de la ciudad de Buenos Aires a lo largo del siglo XX.

- ¿Por qué es tan significativo el período explorado en la obra, que va desde fines del siglo XIX hasta la década del 20?

- Cuando se estudia el proceso de llegada y difusión del fútbol se suele marcar una primera etapa que tiene que ver con la llegada de la disciplina de la mano de los ingleses. A mí siempre me interesó la segunda parte del proceso, es decir, el fenómeno de popularización hasta la conformación del espectáculo tal como lo conocemos hoy, que se da a fines de los años 20. Si uno mira la ciudad a fines del siglo XIX el fútbol en las barriadas no existe y si en cambio mira tres décadas después se convierte en un ritual inamovible para un sector social.

- Es curioso que una disciplina introducida por los ingleses se haya convertido en punto medular de la idiosincrasia argentina ¿Qué componentes autóctonos propiciaron este enraizamiento?

- En todo el mundo, el deporte tiene características similares. Como ritual, tiene la capacidad de estructurar identidades colectivas. En cada lugar, esas identidades están armadas en torno a cuestiones culturales e irrumpen convocadas por distintos deportes. En este caso, al pasar la práctica de los ingleses a los sectores populares nacionales, algunas cosas cambiaron.

Para los ingleses era central el fair play, la caballerosidad, el fútbol como juego de medios y fines. Hacia los 20, cuando deja de ser una práctica asociada a los ingleses y es monopolizado por argentinos e hijos de inmigrantes, el fair play queda un poco más escondido y otros valores se anteponen, como cierto exitismo que coloca los fines por encima de los medios.

Otra cuestión importante es la de las identidades territoriales, es decir, los clubes que van quedando tienen parte de su fuerza y poder en esta vía de representación que es el territorio. No todos los clubes nacieron así pero tarde o temprano los que lograron subsistir tuvieron una conexión fuerte con la comunidad del lugar.

- ¿Por qué fue tan crucial esta instancia barrial?

- Con el tiempo, aquellos que se mantienen son los que funcionan como representantes y defensores de la identidad de un barrio. Excepcionalmente hay dos clubes por barrio, pero lo habitual es que haya sólo uno. Si uno compara cómo es entendido el fútbol en Buenos Aires frente a otros países, resulta excepcional por la cantidad de equipos y de estadios que hay aquí, sólo comparable con pocas ciudades como Londres o Montevideo. Desde la segunda mitad de la década del 10 se consolida entonces el espectáculo con los barrios, que le dan vida y carne a esta identidad. Pero la popularización del fútbol también está vinculada a otros factores como el rol de la prensa y de los cambios urbanos, especialmente la aparición del colectivo, que permite que los barrios se conecten y que el hincha se pueda desplazar de un lado a otro para seguir a su equipo. Otra cuestión de peso fueron las construcciones de estadios masivos y con tribunas altas. Sin eso, el ritual no tiene mucho fundamento. Al principio hubo pocos con estas características, pero a partir de fines de los 20 River, Independiente, Boca y San Lorenzo ya contaban con estadios significativos.

- ¿Qué relación hay entre las huelgas que afrontó la disciplina en la década del 30 y el abandono de la práctica amateur por el ingreso al profesionalismo?

- En la huelga de 1931, los jugadores reclaman el pase libre, una reivindicación hasta entonces inaceptable por los clubes. Los jugadores son una especie de capital para las entidades, con lo cual aceptar que se vayan por gusto era casi inaceptable. La situación era confusa y paradójica, pero a partir de que los jugadores piden esto se abre una negociación con el gobierno. A partir de eso, se armó la estructura del profesionalismo y se levantó la huelga: la liga se dividió en dos y en la parte profesional todos los jugadores pasaron a estar bajo contrato y a ganar bastante más. Este proceso se entronca a su vez con el proceso de profesionalización mundial del fútbol, que en Inglaterra se dio en 1880 y en Estados Unidos un poco antes.

- El fútbol es siempre un vehículo para la exaltación de una épica: el dolor, la virilidad, la victoria, la derrota... ¿Ese despliegue es común a la disciplina deportiva o tiene componentes singulares para el imaginario argentino?

- Primero habría que plantearse si ese repertorio de valores está provocado por el fútbol en sí o por el deporte en general. En todo caso, creo que habría que hablar de circunstancias en las que el deporte pasa a ser un fenómeno con determinadas características que incluyen épicas, ídolos, héroes, villanos... Eso es imposible de pensar sin incluir una apreciación sobre las industrias culturales y las identidades colectivas. En el caso del fútbol las identidades colectivas responden a dos lógicas: las locales por un lado y las nacionales por el otro. Este es un tema interesante para el caso argentino, porque a diferencia de otros países el peso de las identidades locales fue muy fuerte siempre, mientras que el peso de las nacionales -concretamente la adhesión a la Selección Nacional- no fue tan firme en todos los períodos.

Hoy hay una especie de doble formato simbólico: muchos futboleros no irían a ver la Selección aunque siguen los partidos por televisión cuando el evento es muy importante. Y por otro lado hay un público bastante específico que sí va a presenciar los partidos de la Selección: aquí se concentran los padres de familia que llevan a sus hijos dado que por lo general estos partidos no suelen registrar episodios de violencia como los torneos locales.

En todo el mundo, el deporte tiene características similares. Como ritual, tiene la capacidad de estructurar identidades colectivas.