Crónicas de la historia

La “laica” o la “libre”

frondizi01.jpg
 

por Rogelio Alaniz

[email protected]

Fue la última gran batalla callejera librada por nuestro liberalismo progresista, el mismo que se reivindicaba heredero de las tradiciones revolucionarias de Mayo, que se identificaba con las ideas de los jóvenes de la generación romántica y que apoyaba el gran proyecto educativo promovido por la Generación del Ochenta.

La historia recuerda a aquellas movilizaciones de 1958 como la lucha de “la laica contra la libre”, una designación que para muchos de los protagonistas de entonces no alcanzaba a explicar en su totalidad las contradicciones que estaban en juego. “Laicos” eran quienes ya en la época de Perón se habían opuesto a la enseñanza religiosa en las escuelas; laicos eran también quienes defendían la escuela pública en una singular identificación de lo público con estatal; laicos eran quienes consideraban que la habilitación de la enseñanza privada beneficiaba a los grupos clericales, pero también a corporaciones económicas interesadas en promover universidades cuyo objetivo -como dirá un dirigente nacionalista de entonces- era promover por parte del imperialismo anglosajón, la colonización cultural.

Los campos de batalla estuvieron claros desde sus inicios, pero las consideraciones teóricas no lo fueron tanto. Es que tanto de un lado como del otro había contradicciones internas, algunas muy serias, que por el momento se manifestaban a través de consignas que parecían diferir en los detalles. Tiempo después se sabrá que esos “detalles” eran más importantes de lo que se había supuesto en un primer momento.

En 1958, la alianza de liberales, izquierdistas y católicos que había contribuido a la caída del peronismo, estaba rota desde hacía rato. A partir de 1958, comienza a resquebrajarse la alianza entre liberales e izquierda. La revolución cubana, el desencanto por la supuesta traición de Frondizi a su programa, el debate acerca de qué hacer con el peronismo, son temas que ya están presentes en 1958 y se manifiestan en algunas de las consignas que se largan a la calle.

Del lado de la llamada “libre” también había problemas. En una coalición de la que participan desde monseñor Plaza hasta Álvaro Alsogaray, la Democracia Cristiana y la poderosa agrupación universitaria conocida como Humanismo, inevitablemente debían emerger tensiones. A ello se le agregaba la presencia de la recién fundada agrupación de ultraderecha Tacuara, grupo del choque del nacionalismo fascista, tan antisemita como anticomunista. “La Fuba... la Fuba... la Fuba... ¿dónde está?/ está en la sinagoga, leyendo El Capital”, era una de sus consignas preferidas. “Haga patria, mate a un judío y a un bolche”, era otra de sus encantadoras y tiernas convocatorias populares. Por supuesto, dirigentes de Humanismo y de la Democracia Cristiana hacían malabares para diferenciarse de aliados tan incómodos.

Por último, ya en 1958 la llamada resistencia peronista empieza a hacerse notar en las calles. El peronismo a través de sus cuadros sindicales defiende algo así como una tercera posición: “Ni con la izquierda liberal y gorila, ni con los ‘chupacirios' que nos derrocaron en el 55”. Su postura es a favor de una educación nacional y popular impartida por el Estado como en los mejores tiempos de Perón, libro “La razón de mi vida” incluido.

Paradojas de una época. El peronismo defendía una educación estatal que nada tenía que ver con la defensa de la enseñanza pública que hacían los laicos. Por su parte, un liberal ortodoxo como Álvaro Alsogaray, defendía la enseñanza libre en nombre de la libertad y en oposición a un estatismo que para él era la fuente de todos los males nacionales. Alsogaray, desde su Partido Cívico Independiente, todavía no era ministro de Frondizi pero ya hacía méritos para ello.

Finalmente, los sectores católicos con estas movilizaciones saldaban cuentas con el proyecto liberal del Ochenta al que detestaban y al que se habían opuesto a lo largo de toda la primera mitad del siglo veinte. Para ellos, la libertad empezaba y tal vez terminaba en la libertad de enseñar religión en las escuelas. Sus dirigentes más esclarecidos aseguraban que junto con la enseñanza religiosa nacería otro tipo de institución educativa, más abierta, más eficiente y, sobre todo, más comprometida con los intereses nacionales. Muchos años después, conversando con los curas Rosso y Leyendecker -dos apasionados militantes de la enseñanza libre- me manifestaban su desilusión. “Luchamos en 1958, repartimos y recibimos palos en nombre de una universidad superior a la estatal, pero no por una universidad que reprodujera los mismos vicios y en algunos casos los empeorara”. No serán los únicos desencantados.

¿Y el gobierno? Arturo Frondizi había asumido la presidencia en mayo de 1958. No le tocaron tiempos tranquilos. Al momento de iniciarse el conflicto universitario, la oposición estaba en la calle denunciando la firma de los contratos petroleros. Lo más liviano que le decían eran “vendepatria” y traidor.

Muchos años más tarde, algunos de los que vociferaban en su contra admitirían que se habían equivocado o que por lo menos deberían haber matizado sus críticas, pero en 1958 lo que se imponía era la oposición con los botines de punta. Arturo Jauretche, reciente desencantado del flamante gobierno, dirá que Frondizi cambió un programa para veinte millones de argentinos por un programa para veinte millonarios. Ingenioso como siempre, pero no sé si verdadero.

Los radicales de Balbín, le negarán el pan y el agua, y en esos meses comenzarán a exigir su renuncia. La izquierda, que en su momento había apoyado al presidente autor de “Política y petróleo”, defensor de la república española y militante de los derechos humanos, abandonaba el barco al grito de “traición”. En la propia UCRI, las deserciones estaban a la orden del día. Sin ir más lejos, para mediados de noviembre de ese año, el vicepresidente Alejandro Gómez renuncia acusado de participar en una conspiración para derrocar a Frondizi.

Por otro lado, para los militares, Frondizi era un aliado inconfesable del tirano prófugo, cuando no un comunista embozado; en cualquiera de los casos se trataba de un personaje al que había que controlar de cerca y, llegado el caso, deponerlo. El peronismo dará ese año los primeros pasos para romper el acuerdo con Frondizi. Ni la ley de Asociaciones Profesionales ni los aumentos de sueldos, mucho menos la sanción del Estatuto del Docente, alcanzaban para satisfacer a quienes se consideraban proscritos por un régimen del cual el propio Frondizi se beneficiaba.

En el campo intelectual, las disidencias estaban a la orden del día. Como consecuencia de la decisión del gobierno de apoyar la enseñanza libre, los intelectuales que admiraban al político inteligente y culto, inician su pasaje acelerado a la oposición. La voz más emblemática de aquel giro, tal vez haya sido Ismael Viñas, el fogoso orador de un célebre acto en la Facultad de Filosofía y Letra de la UBA, donde comparte tribuna con Axel Lattendorf, una de las nuevas lumbreras del socialismo, y el entonces jovencísimo Eliseo Verón.

Como para completar el escenario de deserciones, se suma a la catarata de declaraciones en su contra, Risieri Frondizi, hermano del presidente y rector de la UBA. Además de acusar a su hermano mayor de inmoral y tramposo, dice en un acto publico: “Fue elegido para gobernar y no para traficar en el mercado de los intereses políticos y con las conquistas culturales del pueblo argentino”.

José Luis Romero, tal vez el historiador más importante de la Argentina, rector de la UBA en 1955, cargo al que renunciará cuando Atilio Dell' Oro Maini apruebe el decreto 6.403 a favor de la enseñanza libre, dijo al momento de iniciarse las movilizaciones contra la llamada Ley Domingorena: “Esta batalla que libramos contra las fuerzas oligárquicas y clericales y reaccionarias compromete a nuestra cultura y nuestra economía. No la podemos perder, no la vamos a perder”. Impecable el maestro como siempre; salvo en un detalle: la batalla se perdió.

(Continuará)

A causa del apoyo de Frondizi a la enseñanza libre, los intelectuales que admiraban al político inteligente y culto inician su pasaje acelerado a la oposición.