OPINIÓN

45 segundos

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por Darío Pignata

  • Es el tiempo que dura el ecógrafo en decirle al padre, parado, al lado de la camilla con la madre acostada, que será varón. Es el tiempo que dura la partera y la “Jovita” para ayudarte a cortar el cordón cuando es nena. 45 segundos para apostar por la vida. Es el mismo tiempo que usa el médico, cuando pone los huevos arriba de la mesa, para decirle a los familiares la famosa frase de “hicimos todo pero lamentablemente se murió”. Sí, los mismos 45 segundos para anunciar la muerte de un ser querido. Es un ratito, parece un siglo. Es el tiempo que usa un hombre para pensar como decirle te amo a la mujer que tiene al lado. El mismo tiempo que usa el hombre para escuchar más rápido la misma frase de su mujer que va a acompañado de un “te lo digo yo porque por vos no me lo decís nunca”.

Hace ya un año que no voy más a ninguna de las dos canchas. Fueron los 45 segundos más largos de la historia del fútbol en este trabajo. 45 segundos, los que usa el Papa Francisco en esa lluviosa mañana de noviembre de 2013 en el Vaticano para darme la mano, mirarme a los ojos, sonreir y despedirme con un “Rezá por mí” que me llevaré a la tumba. 45 segundos de todo para no acordarte de nada.

La tele de Sarandí trae el gol de Rafaela y no queda tiempo para más. Pasaron 45 segundos, pareció una vida. Hasta que llegó el gol de Alario. Fueron 45 segundos en la nada misma. Parecía imposible, fue real. Aunque en realidad ahora parece posible lo que en enero era cosa juzgada: Colón descendido. Si está vivo es por Osella y el “Huevo”, por estos pibes, por su gente. ¡Qué linda carambola popular sabe hacer Colón para transformar el drama y lo malo en hazañas de novelas dignas para una película!. Como ese penal de Gandín (repasen los últimos 100.000 penales y encuentren un gol de rebote de cabeza) y la última bocanada de Alario.

45 segundos. Es poco o nada, pareció una eternidad. Catástrofe futbolera y popular en Santa Fe para un pueblo casi siempre sufrido. 45 segundos, los que usó el periodista que estaba en el piso de Canal 13 Santa Fe de la Vera Cruz para contarnos un 28 de septiembre de 1983 que se nos había caído el Puente Colgante, el símbolo de la ciudad de Garay que recorre el mundo. 45 segundos, de los peores de estos 25 años de carrera, cuando un 8 de enero de 1995 me tocó confirmar en el micrófono de LT 9 que esa

ruta de la costa -que tantas

veces hice con mi papá desde chico de Helvecia a Santa Fe- se había quedado con la vida del campeonísimo Carlos Monzón. 45 segundos, los que usó el móvil de LT 10 un 29 de abril de 2003 para avisarnos a los santafesinos que nos estábamos inundando. 45 segundos, el tiempo de la catástrofe futbolera popular del domingo pasado con Colón descendido. Es el mismo tiempo, 45 segundos, que les llevó a los secretarios de redacción y directores de la redacción en estos 95 años para sellar las tapas más lindas y más tristes de El Litoral, el diario de Santa Fe.

45 segundos es nada o casi nada. Para los hinchas de Colón, el domingo, fue la nada, fue el vacío desde el gol de Rafaela hasta el de Alario. “Conocí la muerte”, exageró un amigo. La famosa luz blanca que muchos dicen ver. En esos 45 segundos se pasa una película que duraría horas, días, semanas, meses y años en filmarse. Son 45 segundos de salto mortal al vacío. Pensé en mi viejo, mi hermano, mis dos sobrinos, el “Chiqui”, todos de Colón. En mis amigos sabaleros de la vida: Julio, Cris, Josi, el Peluquero. Esos 45 segundos de inspiración en el mismo Chateau para titular en 1993: “Nadie dejará de ser hincha de Colón” con la foto histórica del “Gordo” Villar. El mismo tiempo para poner “Las manos de Dios” cuando Burtovoy atajó los penales en la más linda de todas las noches en Paraguay por la Libertadores.

45 segundos, pareció la muerte y fue la vida. Eso es Colón en este 2014: un muerto que no para de nacer (dicho se de paso, tantas bandas que vuelven, ¿porqué no te dejás de joder “Pelado”?). Otra vez ha fracasado el funeral. 45 segundos, Colón. 45 segundos de tragedia futbolera y popular.

45 segundos, el primer llanto del bebé que nace y las últimas palabras del abuelo que muere. La ley del fútbol, la ley de la vida. El libro de la pasión en Santa Fe, la ciudad de Garay, ya está escrito. Y Colón lo sabe. Me quedo con una imagen cualquiera de esas 40.000 del domingo pasado con lágrimas de tristeza y lágrimas de alegría . Hoy su cara, la del hincha, está en todas las remerasà.es un muerto que no para de nacer.

No soy rencoroso, no miro atrás. Me lo enseñó la vida.

Eso sí, la lección debe aprenderse. El libro tiene las hojas que tiene. Como este diario tiene las páginas que tiene. Que nunca más venga alguien a hacernos creer que tiene una hoja más que el libro.

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