ADMIRABLE “FINLANDIA” EN LA SALA MARECHAL
Los oscuros pliegues del poder
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Cuatro estupendos actores en una puesta en escena en la que estalla la pluralidad de sentidos. Foto: Agustín Falco
Roberto Schneider
En la penumbra de la ensoñación diurna -tan común y natural como la respiración o el ritmo cardíaco- Beltrami, el personaje protagónico de “Finlandia” -el texto del dramaturgo argentino Ricardo Monti estrenado por el Grupo Finisterre en la Sala Marechal del Teatro Municipal-, vive su existencia abrumadora. Con veneración, con obsecuencia o con odio, el esclavo siempre se mira en el espejo del amo. Polilla, su sirviente, está a su lado y es el único que tiene contacto con la realidad exterior. La pieza posee, entre otros méritos, el de obligar al amo a mirarse en el espejo del esclavo. El tirano comienza entonces su caída en el abismo, loco como está por continuar manteniendo el poder.
Como bien sostuvieron antes del estreno sus hacedores, este texto es la invitación a los actores a vivir una fiesta de la actuación. Más aún, es la invitación a los espectadores a compartir esta fiesta actoral, a vivir una fiesta de la espectación. La acción transcurre en un paisaje teatral. En un tiempo indefinido y un remoto lugar. En ese rincón del mundo, ajeno y hostil, el militar Beltrami espera la batalla mientras se ve llevado a decidir la suerte de una pareja de enamorados que ha escandalizado al país. La pareja, concebida en cierto modo como pareja fundacional de la patria, remite claramente a la joven Camila y al sacerdote Ladislao, aquellos personajes históricos, amantes decimonónicos. Dilema -sostenían- fundacional de una patria, tal vez “Finlandia”, tal vez otra más cercana...
Los protagonistas, cuyo destino está marcado por el oprobio, deben satisfacer los deseos de los poderosos al precio de anular los propios. La alquimia de Monti transmuta el horror de una guerra en una concentración metafórica de efectos casi radiactivos. Así su texto agiganta su capacidad de abarcar significados y, como esas modernas imágenes fotográficas según desde donde se la mire, pueden verse en ella claras alusiones a esa pareja emblemática en la historia argentina y la omnipotencia desagradable de quienes ostentan el poder, entre otras afrentas humanas contemporáneas.
Monti tampoco teme a los sentimientos. Sin ninguna sensiblería, con una mezcla incluso hoy rara de auténtico lirismo y fría objetividad, bajo el disfraz de esos seres abandonados al destino marcado por un dictador, convoca a sus fantasmas para contar la inevitable declinación de un tirano. En Finlandia o en cualquier territorio del mundo. El eje estructurante que se muestra es hasta pequeño, ínfimo en apariencia, pero donde suceden todas las cosas que le suceden a todos los humanos. Privaríamos al lector de las muchas sorpresas encerradas en este texto admirable, tersamente volcado en la puesta en escena, si reveláramos alguna de ellas. Tan sólo nos permitimos advertirle que se prepare a una exploración en profundidad de la naturaleza humana y sus contradicciones.
Hondo impacto
Marina Vázquez genera desde la dirección y la puesta en escena una versión de hondo impacto. Su trabajo es de filigrana para dibujar con trazos individuales a cada uno de los riquísimos personajes y, a la vez, no perder la visión de conjunto (maravillosa la desenfrenada danza macabra de los Mezzogiorno). “Finlandia” se recorta impiadosamente en los más oscuros pliegues del poder. Sobre una puesta escenográfica centrada en lo lumínico (con diseño de Rubén von der Thüsen, Cristian Buffa y Federico Toobe) y dominada por senderos diagonales que son una suerte de pasarela de las sensaciones, el elenco del Grupo Finisterre da magistral vida a los atormentados personajes capaces de ceder sus propias voces a la tentación de acompañar el espiral de violencia y traiciones que se expande en el sombrío paisaje.
Cercado por su ayudante Polilla y los ¿hermanos? Mezzogiorno, Beltrami, el general protagonista, es capaz de toda venganza desde un tono siempre filoso y vecino a la contradicción. La obra se deja atrapar por un torrente de realidades y fantasías que pone en juego para justificar las acciones que exigen el ascenso político de los poderosos, acechados como están desde sus propias y desvariadas conciencias.
Desde la misma atmósfera fantástica que se expande en los laberintos del alma del poderoso, la historia se sacude con la irrupción de dos personajes muy emblemáticos que se ofrecen como víctimas visibles y atroces de un horror sin retorno. El texto exquisito, lúcido, procaz, sumamente poético, ríspido, complejo y circular es un dificilísimo y atractivo plato que Monti sirve y que Vázquez, con oficio, expresividad y verdad, entrega a punto para conmover a una platea colmada y para nada impasible.
El enorme lucimiento del elenco en esta propuesta febril no está aislado de una totalidad ajustada por la dirección. Rubén von der Thüsen está en la cresta de la ola de la interpretación. Otorga a Beltrami la necesaria dosis de intensidad dramática y se muestra omnipotente detentando el poder omnímodo. Su trabajo, de indiscutible rigurosidad, es soberbio. Hernán Rosa construye a su Polilla desde la necesaria cuota de verdad teatral y aprovecha los guiños que el autor le ofrece. Flavia del Rosso y Cristian Buffa son los perfectos Mezzogiorno. Ambos ofrecen las mejores labores de sus carreras, a partir de un minucioso trabajo de elaboración, muy difícil. Tienen voces perfectas y juntos se desplazan por la escena con brillantez y con carnadura dramática, a partir de un perfecto trabajo en el aprestamiento corporal y coreográfico de Cecilia Mazzetti, autora también del bellísimo vestuario. La procacidad de algunos de sus parlamentos es opacada luego por textos de hermosa poesía.
Suman aciertos desde los aspectos técnicos los nombres de Solange Vetcher, Lucas Ruscitti, Agustín Falco y Laura Mó.
En la totalidad, el Grupo Finisterre traslada a la escena el dato vertigionoso de que el sufrimiento es lo único que motoriza la continuidad de la vida. La puesta contiene un estallido de sentidos en un espectáculo que toma de las pestañas al público interesado en escuchar un bello texto de clara resonancia política y lo precipita por la vía de la belleza en abismos por todos conocidos. Y sufridos.




