Entre religión y diplomacia

Francisco comienza mañana su viaje a Tierra Santa

El papa repetirá el histórico gesto realizado por Pablo VI y se encontrará en la delegación apostólica de Jerusalén con el patriarca ecuménico Bartolomé I, “en la misma habitación” en la que su predecesor se reunió por primera vez con el entonces líder ortodoxo Atenagoras I.

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Un empleado coloca la bandera del Vaticano en la Residencia Presidencial, dentro de los preparativos para la visita del papa Francisco a Israel este sábado. Foto: Agencia EFE
 

Redacción El Litoral

Agencia EFE

El papa Francisco comienza mañana su viaje a Tierra Santa, que concluirá el 26 de mayo, en el que visitará Jordania, Palestina e Israel, y que será fundamentalmente religioso, pero también tendrá un importante carácter diplomático.

En la pasada audiencia general de los miércoles, Francisco pidió oraciones para el viaje que afrontará y subrayó que será una visita “estrictamente religiosa”, que sigue los pasos de la peregrinación de Pablo VI en la cuna del cristianismo, de la que se cumplen 50 años.

Francisco repetirá el histórico gesto realizado por Pablo VI y se encontrará en la delegación apostólica de Jerusalén con el patriarca ecuménico Bartolomé I, “en la misma habitación” en la que su predecesor se reunió por primera vez con el entonces líder ortodoxo Atenagoras I.

Durante el viaje, Francisco y Bartolomé I coincidirán en otras tres ocasiones.

Para el papa también será, como lo fue para Juan Pablo II y Benedicto XVI, un peregrinaje por los lugares símbolos del cristianismo como el Santo Sepulcro, el Cenáculo, el Monte de los Olivos, o el río Jordán, en una tierra donde los cristianos son minoría.

El viaje de Francisco también tendrá importantes desafíos diplomáticos, como el fortalecer el diálogo ecuménico, pero también entre las diferentes confesiones presentes en la región y cuyas históricas rencillas se han hecho más tensas en los últimos días.

La voluntad de que este viaje sirva como ejemplo y símbolo de diálogo la ha marcado el papa con un “gesto formidable”, como lo definió el Vaticano, pues estará acompañado en esta visita por dos amigos argentinos: el rabino de Buenos Aires, Abraham Skorka, y del profesor musulmán Omar Abbud, presidente del Instituto del Diálogo Interreligioso en la capital argentina.

El papa también reveló el pasado miércoles que el segundo motivo de su viaje será “rezar por la paz en esa Tierra que sufre tanto” y la búsqueda de la paz entre israelíes y palestinos, y en Siria, serán los temas principales que abordará con las autoridades de los tres Estados que visitará.

El secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, explicó en una entrevista a la televisión del Vaticano que “el fruto” que se espera de este viaje es que el pontífice argentino “pueda ayudar a todos los responsables y a todas las personas de buena voluntad a tomar decisiones valientes en la vía de la paz”.

Parolin recordó también las esperanzas de la Santa Sede en relación con el diálogo entre israelíes y palestinos y como el papa recordará: “El derecho de Israel de existir y de gozar de paz y seguridad dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas y el derecho del pueblo palestino de tener una patria, soberana e independiente, el derecho de desplazarse libremente y el derecho de vivir en dignidad”.

La agenda papal

Francisco llegará a Amán el día 24 y tras aterrizar en el aeropuerto de la capital jordana se trasladará al palacio real, donde el rey Abdalá II le recibirá oficialmente y ambos pronunciarán sendos discursos

Irá después a celebrar la misa en el mismo estadio al que ya acudieron Juan Pablo II y Benedicto XVI en sus respectivas visitas; allí se dará la primera comunión a 1.400 niños y luego el papa se trasladará al río Jordán, donde Jesús fue bautizado, y bendecirá las aguas como Pablo VI.

En la Iglesia latina de Betania, a orillas de ese río, habrá un encuentro con unos 600 refugiados y enfermos y el papa pronunciará un discurso; posteriormente pernoctará en la nunciatura de Amán.

El domingo irá en helicóptero desde la capital jordana a Belén, donde le recibirá el presidente palestino, Mahmud Abás, y se reunirá con las autoridades, para después celebrar una misa al aire libre en la plaza del Pesebre, junto al lugar donde la tradición dice que nació Jesús.

Francisco visitará de manera privada la gruta de la natividad y después se trasladará a Dheisheh, donde encontrará a los niños que viven en ese campamento de refugiados, así como en los de Aida y Beit Jibrin.

El lunes el papa visitará al Gran Mufti de Jerusalén en el edificio del Gran Consejo en la Explanada de las Mezquitas y luego Francisco protagonizará otro momento simbólico: la visita al Muro de las Lamentaciones, en una grieta del cual dejará un mensaje, como es la costumbre.

También está prevista la visita al memorial Yad Vashem, que recuerda el genocidio judío durante la II Guerra Mundial y se reunirá con los dos grandes rabinos de Israel en el centro Heichal Shlomo.

El pontífice argentino pronunciará en tres días catorce discursos y, según su línea habitual, se trasladará en algunos momentos en el papamóvil descubierto para saludar a la gente y a los fieles.

 

Una herida de diez siglos

En la primavera de 1964, Pablo VI realizó una peregrinación que dejó dos hitos en la historia: se convirtió en el primer papa en visitar Tierra Santa desde tiempos de Constantino, y en el primero en mantener un encuentro ecuménico con el Patriarca greco-ortodoxo en Jerusalén, en aquel tiempo Atenágoras.

El pasado enero, cincuenta años después, al anunciar su decisión de seguir los pasos del llamado “papa peregrino” y rezar en la tierra donde nació el cristianismo, Francisco advirtió de que la huella de aquel periplo y el recuerdo de aquel retazo de unidad condensan la esencia de su viaje.

Atenágoras era entonces el patriarca ecuménico de Constantinopla, elegido en 1948 y muerto en 1972, y su encuentro con el hombre que zarandeó ciertos cimientos de la Iglesia Católica fue interpretado como un “gran abrazo” entre los dos grandes mundos cristianos distantes durante siglos. La escisión entre Roma y Constantinopla se completó con el conocido “Cisma de Oriente y Occidente” (1054) y supuso el punto de partida de una desavenencia que se agudizó a partir del siglo XVI y que 400 años después aún persiste.

El encuentro entre Pablo VI y Atenágoras en la sede de la delegación pontificia en Jerusalén sirvió entonces para revocar los decretos de excomunión mutua lanzados con el cisma y para abrir el camino a la restitución de reliquias como las de San Saba.

Gestos como el padrenuestro rezado en común en latín y griego fueron considerados un punto y aparte en las relaciones de los dos mundos, y sirvieron para acometer el deshielo y emprender el pedregoso camino hacia el acercamiento.

“La finalidad del Papa era encontrarse con el representante de los orientales ortodoxos, el Patriarca de Constantinopla, un ‘primus inter pares’, primero entre los iguales”, explicó el fraile español Artemio Vítores, veterano representante de la Custodia franciscana de Tierra Santa. Precisamente el Convento de San Salvador, sede de la Custodia y enclaustrado en la antigua Jerusalén, alberga estos días una exposición fotográfica sobre aquella histórica visita a Tierra Santa y que da una idea de la importancia de aquel inaudito peregrinaje papal.

“Pablo VI fue oficialmente el primer papa que vino a Tierra Santa después de San Pedro, que partió de aquí”, afirma Vítores antes de recordar que durante siglos el Santo Padre apenas salía de la propia Roma.