Preludio de tango

Raúl Kaplún

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Manuel Adet

Pertenece al linaje de los violinistas judíos dedicados al tango, linaje en el que se incluyen Leo Lipesker, Pedro Sapochnik, Bernardo Lerner, José Stilman, Samuel Duya y Jaime Tursky, entre otros. La leyenda dice que las preferencias de los judíos por el violín obedecen a tradiciones, entre las que se incluye la disponibilidad manual del instrumento, dato significativo para un pueblo sometido a persecuciones y obligado a trasladarse de un lugar a otro para sobrevivir.

Fiel a esas tradiciones, Kaplún se relacionó con el violín desde su más tierna infancia. Sus maestros fueron Samuel Sadoski, José Fraga y Edmundo Weigand. En realidad su nombre es Israel, pero para el tango siempre fue Raúl, el nombre con el que ya lo conocían en su barrio de Balvanera donde nació el 11 de noviembre de 1910 y donde, como el personaje del tango, su niñez se forjó en el patio del conventillo y en los callejones de un barrio donde todavía el asfalto era una novedad.

Algún talento debe de haber tenido el chico con el violín, para que en un ambiente competitivo como el de entonces, sea convocado para animar las sesiones de cine mudo en los locales del barrio. Como se sabe, en algunos momentos de la película o en los intervalos, el violín era uno de los instrumentos preferidos para entretener a la platea. Así se explica que en aquellos años muchos músicos se ganen la vida y establezcan sus primeras relaciones con el público y los empresarios de la noche a través de su participación en estos singulares escenarios.

Para 1926, Kaplún integra la banda de jazz dirigida por Julio Rosenberg, banda que luce sus virtudes en el cine teatro Astral de calle Corrientes. La leyenda cuenta que en el famoso local actuaba el sexteto de Miguel Caló, quien rápidamente descubre el talento del adolescente que se gana la vida con el jazz. La relación con Caló ha de ser perdurable; se trata de uno de los maestros que más va a influir en su carrera. No obstante, cuando Caló se marcha a Europa, Kaplún se suma al cuarteto de Armando Baliotti.

La flamante formación musical lucirá sus atributos en el famoso cine Moderno ubicado en la mítica esquina de San Juan y Boedo; que más adelante alternarán con presentaciones realizadas en radio Prieto. Transformado luego en sexteto, animarán las sesiones nocturnas del Salón Imperio, ubicado en Maipú y Lavalle.

Al iniciarse la década del treinta, Kaplún con poco más de vente años ya es un violinista reconocido y respetado en el ambiente. Entre 1932 y 1933, integra el trío Puloil, y junto con Caló y el pianista Luis Brighenti están presentes en el famoso concurso de vocalistas organizado por radio Splendid, concurso ganado por Hugo Gutiérrez con un segundo premio otorgado a un entonces desconocido Andrés Falgás. También participó con su violín en el certamen de tango organizado en el Luna Park por el diario Crítica de Natalio Botana.

Según José Gobello, el momento estelar de su carrera profesional, el momento en que se transforma en uno de los grandes violines del tango, ocurre en 1937, cuando Kaplún ejecuta con la orquesta de Miguel Caló el primer arpegio en violín, un recurso elaborado por ese excelente músico que fue Argentino Galván. Gobello no se conforma con decir que es el momento de la revelación de Kaplún, sino que dice que el punto de partida de la generación del cuarenta en el tango arranca con Caló y Kaplún. Un dato privado: en 1933 se casa con Amelia Altman, con quien tendrá dos hijas: Berta y Lidia.

Para 1942, estará una temporada en la orquesta de Lucio Demare, a la que regresará en 1946 con estelares participaciones en radio El Mundo, Palermo Palace y los cabarets Novelty y Casanova. Precisamente, para 1946 forma su propia orquesta, en sociedad con el cantor Horacio Quintana. Están allá presentes Máximo Moli, Juan Kosta, Roberto Brigg y los hermanos Jorge y Mario Luengo. Los arreglos musicales están a cargo de Julio Ceitlin. La orquesta no durará mucho, porque las relaciones entre Kaplún y Quintana distarán de ser cordiales, pero en el breve tiempo de su existencia pudieron disfrutar de sus virtudes los asistentes del café El Nacional, Tango Bar y Sans Souci, además de la exigente audiencia de radio Belgrano.

A su maestría con el violín le suma su talento para las composiciones. “Canción de rango”, escrita por José María Suñé, es una de ellas, tango que será estrenado por Roberto Arrieta y la orquesta de Demare. “Una emoción”, es un poema de Suñé con música de Kaplún que canta Raúl Berón. También es de Kaplún la música el tango “Qué solo estoy”, con letra de Roberto Miró, cantado por Raúl Berón. “Casa de Carriego”, es de su autoría y lo canta Héctor Mauré. Habría que señalar por último el controvertido tango “Nos encontramos al pasar”, interpretado por Demare y Horacio Quintana y luego por Francisco Fiorentino con la orquesta de Astor Piazzolla. “Nos encontramos al pasar”, dio lugar a un pleito judicial ya que, de acuerdo con las opiniones de Kaplún, el señor Héctor Stamponi plagió la música para el tango “Quedémonos aquí”. El juicio generó las previsibles controversias del caso. Ignoro las conclusiones finales, pero se sabe que los peritos establecieron que había motivos para hablar de plagio.

Kaplún se retiró joven del tango y de la noche. Murió en Buenos Aires el 23 de enero de 1990. Quedan como testimonio de su calidad musical los discos grabados en Odeón y TK, con algunos temas memorables como “Audacia”, el tangazo de Celedonio Flores y “Tierra querida” de Julio de Caro. Quienes quieran reconocerlo físicamente deben conseguir una copia de la película “La vida es un tango” de Manuel Romero con la actuación estelar de Hugo del Carril, Tito Lusiardo y Sabina Olmos. Allí su aparición es fugaz, pero perfectamente detectable.

Por último, hay que consignar que Kaplún fue de alguna manera el descubridor de Roberto Goyeneche. Entonces, el Polaco tenía apenas dieciséis años y su primer examen profesional lo rindió con Kaplún como juez. Por supuesto, el joven aprobó la evaluación con las mejores calificaciones y, según se cuenta, Kaplún comentó que nunca escuchó una interpretación tan buena como la que ese día hizo Goyeneche con “Corrientes y Esmeralda”, tango formidable escrito por el Negro Flores y que, si la memoria no me falla, El Polaco nunca grabó.

El pibe Goyeneche estuvo un tiempo con Kaplún. Era menor de edad y el maestro se encargaba de llevarlo a locales como el Ocean o a ciertos dancings de Leandro Alem. Después, a la madrugada, lo acompañaba de regreso a su casa para dejarlo en brazos de su madre que lo esperaba en la puerta. Hay una grabación trucha del Goyeneche de esos años que tuve la oportunidad de escuchar. La voz del Polaco, sencillamente extraordinaria.