editorial

Bochorno institucional

  • Boudou es el primer vicepresidente en ir a los tribunales, y el primero en trazar una estrategia defensiva que incluye agravios directos contra el juez de la causa.

¿Se dará cuenta Amado Boudou del daño que le está infiriendo a las instituciones de la república? Y en el caso de ser consciente ¿le interesará? ¿medirá el deterioro que le produce sus acciones a la imagen de su electora, la presidente Cristina Fernández de Kirchner?

Son preguntas inevitables que plantea la conducta del primer vicepresidente de la historia argentina en concurrir a los tribunales bajo la acusación de haber cometido un presunto ilícito. Pero además, también es el primero en trazar una estrategia de defensa mediática que incluye agravios directos contra el juez de la causa. De modo que el vicepresidente de la Nación ataca sin freno ni pudor a un magistrado de otro poder del Estado que se ha atrevido a llevar adelante un expediente penal del que ya fueron eyectados un juez, un fiscal y un procurador general de la Corte Suprema de la Nación.

Como si se tratara de un thriller cinematográfico cuyo guión se elabora sobre la marcha, la platea ciudadana ve, de un lado, una investigación que avanza; y del otro, a sectores del gobierno que, a través de abogados influyentes en la escena judicial, subrepticios movimientos de agentes de la Secretaría de Inteligencia, empleo de medios de comunicación financiados con recursos del Estado nacional, amenazadoras declaraciones de políticos oficialistas y movilizaciones callejeras de militantes, intentan cuestionar el procedimiento y presionar al juez actuante.

Por su parte, Boudou pareciera protagonizar -aún incrédulo- este dramático capítulo de su breve historia política, e impregnado con resabios de una devaluada impunidad y reflejos de una omnipotencia que lo abandona día a día, tira al aire manotones de ahogado que ahondan el daño institucional porque constituyen penosos antecedentes de comportamiento público.

La sabiduría, que desde los tiempos de la Grecia clásica era una virtud del gobernante -identificada con la diosa Atenea- y la prudencia, que en el Olimpo se encarnaba en la figura de la diosa Metis, en la terrena Argentina de estos días brillan por su ausencia. Los gobernantes se han vuelto guarangos y sus actuaciones se parecen cada vez más a las de los personajes mediáticos que trajinan los farandulescos programas de la tarde en la TV nacional.

Boudou, cuya formación cívica es claramente deficitaria, absorbió con rapidez la prepotencia que caracteriza a la praxis política kirchnerista, en la que el respeto se ve como gesto de debilidad ante el adversario y el diálogo se percibe como una pérdida de tiempo porque se posee la verdad revelada.

Analistas judiciales y columnistas periodísticos bucean debajo de la superficie procedimental en busca de tácticas y estrategias que combinan el repertorio normativo con las jugarretas extralegales, los mediáticos golpes de efecto, el manejo de la causa en función del calendario electoral y todo otro recurso que en un caso permita avanzar en la sustanciación del proceso y, en otro, enturbiar cada uno de los movimientos del juez.

Así las cosas, el expediente recorrerá un largo camino, derrotero que incluirá instancias de apelación ante tribunales superiores, de modo que sería bueno que los ansiosos controlen sus reacciones. Mientras tanto lo que resulta evidente es el daño provocado a la ya afectada institucionalidad republicana; y también a la credibilidad política, ítems cívicos que en todos los sondeos de opinión pública aparecen a ras del suelo.

Resulta evidente el daño provocado a la ya afectada institucionalidad republicana; y también a la credibilidad política.