La vuelta al mundo

Viñetas paraguayas

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por Rogelio Alaniz

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En Paraguay, una institución como la OEA, acusada por la izquierda de ser algo así como un “ministerio de colonias”, ha sido impugnada, no por los marxistas sino por la derecha, por la derecha paraguaya, se entiende. Hacía rato que esto no ocurría. Tal vez la última vez que la OEA había atravesado por una situación parecida fue en 1979, cuando sus funcionarios visitaron nuestro país para tomar testimonios acerca de las víctimas de la dictadura militar. Treinta y cinco años después, políticos, religiosos y empresarios manifestaron su disconformidad con las pretensiones de la OEA, institución que sesionó en Paraguay durante los pasados días 3, 4 y 5 de junio.

¿Motivos? La propuesta de la cancillería de Brasil sobre derechos humanos, orientación sexual, identidad y expresión de géneros. El proyecto no era nuevo y está incorporado al debate. Los argumentos a favor y en contra en un tema controvertido, por definición suelen ser atendibles, aunque en lo personal no creo que estas cuestiones se resuelvan en lo inmediato y, mucho menos, que dejen a todos conformes.

Lo que sucede es que en Paraguay la reacción de amplios sectores de la clase dirigente fue brutal y se extendió más allá del debate propuesto por la OEA. Los primeros que pusieron el grito en el cielo fueron los senadores. Ellos no son los únicos en la región que se oponen al matrimonio homosexual, pero deben ser los únicos que lo hacen con términos tan brutales e identificándose sin disimulos con las variantes más groseras de la discriminación.

A Carlos Núñez, senador del Partido Colorado, no le alcanzó con decir que si bien él no era filósofo (detalle por de más evidente) y era bien hombre y bien macho; también recordó que cada vez que se encuentra con un homosexual o un travesti por la calle le grita desde la vereda o desde el auto “lacra de la sociedad”. Como si este testimonio cívico no le alcanzara, se preguntó luego dónde esconden los travestis el órgano que distingue a los hombres. Interesante y sugestiva pregunta del senador ansioso por probarle a la sociedad su condición de macho latino.

Por su parte, el senador José Manuel Bóveda se permitió ir más allá del tema “matrimonio y homosexualidad”, para emprenderla sin rubores contra las mujeres en general: “La mujer es como una mascota -explicó con su mejor tono pedagógico el honorable senador-, algo así como una perrita fiel que debe cocinar y atender al hombre”. Aplausos atronadores acompañaron el cierre de su frase, lo que hizo evidente que Bóveda no estaba solo en esta patriada guaraní.

Bóveda pertenece al partido fundado por el general Lino Oviedo, el amigo de Menem que vivió algunos años en la Argentina. Su hija Fabiola es diputada, y consultada sobre este tema sostuvo que oponerse al matrimonio gay significa preservar a Dios, la familia y la patria. Digna hija del padre, el mismo que al morir en un sospechoso accidente dejó para sus herederos una fortuna calculada en mil millones de dólares, cifra nada sorprendente en un general paraguayo forjado a la sombra de Stroessner, a quien luego traicionaría por las mismas razones que en su momento le había jurado incondicional y patriótica lealtad.

Regresemos a la Honorable Cámara de Senadores. Hubo otras intervenciones dentro del tono impuesto por Núñez y Bóveda. Algunas en guaraní, y acompañadas con risotadas de machos urgidos por afirmar esa condición. Luis Alberto Castiglioni, por ejemplo, advirtió que existe un fuerte lobby en todo el mundo “para hacernos sentir acomplejados y ponernos en contra de lo que el Señor Creador determinó”.

Insisto. Tengo posiciones tomadas sobre estos temas, pero admito no saber si la verdad absoluta está de mi lado. Si las declaraciones de algunos políticos y líderes religiosos de Paraguay me llaman la atención, no es por los valores últimos que dicen defender, sino por la brutalidad de sus consignas y la “sinceridad” con la que defienden prejuicios, privilegios y discriminaciones evidentes.

Sin ir más lejos, el ejemplo más descarnado de lo que digo lo expresó el actual presidente de Paraguay, Horacio Cartes, quien en abril del año pasado, consultado por periodistas sobre la opinión que le merecía el matrimonio gay, declaró muy suelto de cuerpo que: “Si mi hijo se llegara a casar con un homosexual, yo me pego un tiro en las bolas”. Más claro, agua.

No es el legítimo derecho de Cartes de oponerse al matrimonio homosexual lo que aquí se discute, sino la manera de hacerlo, un modo que en este caso adquiere más importancia que el valor opinable que dice defender. Así se explica por qué el canciller de Uruguay, Luis Almagro, calificó a la clase dirigente paraguaya de ignorante y reaccionaria. No estuvo muy diplomático que digamos el canciller oriental, pero convengamos que impertinentes o no, sus palabras hicieron un poco más de ruido que el entumecido silencio de Timmerman, quien aprovechó las sesiones de la OEA para echarse una buena siesta, tal como lo verificaron las cámaras de televisión. Aunque al respecto habría que pensar si no es mejor que duerma tranquilo a que en sus horas de vigilia se dedique a firmar, por ejemplo, convenios con Irán; o inspeccionar valijas diplomáticas norteamericanas.

No sólo la asamblea anual de la OEA despertó rencillas en Paraguay. Para la misma época, los vecinos asistieron a una insólita refriega verbal entre dignatarios de la Iglesia Católica. El protagonista central de la ruidosa riña fue el controvertido obispo de Ciudad del Este, Rogelio Livieres Plano, quien no tuvo tapujos en calificar al obispo de Asunción, Pastor Cuquejo, de mala persona y homosexual.

Consultado por los periodistas, Livieres dijo que Cuquejo se metió en su diócesis para atacar a sus sacerdotes. Se trata, en este caso, del padre Carlos Urrutigoity, un sacerdote argentino que en los años ochenta daba clases en el seminario de La Reja perteneciente a la congregación lefebrista San Pío X. Según sacerdotes de esa congregación, sus inconductas con los jóvenes motivaron su traslado al seminario de Winona, es decir a miles de kilómetros de su país.

Si se produjeran nuevos incidentes será trasladado a otra diócesis hasta que el obispo William Timlin lo admita en la de Pennsylvania (EE.UU.), sin escuchar las advertencias de otros sacerdotes y del propio monseñor Lefevre. Sordo a las palabras, Timlin lo puso a cargo de la escuela de niños de la Academia de San Gregorio. Es decir, le abrió la puerta al lobo para que se haga cargo de los mansos corderitos.

Y los problemas no demoraron en llegar. En efecto, los padres del estudiante John Doe presentaron una denuncia contra Urrutigoity por abusos sexuales contra su hijo. El cura negó las acusaciones, pero para impedir que el escándalo pasara a mayores el obispo indemnizó a los familiares del joven con 450.000 dólares. Fue en ese contexto que Urrutigoity desapareció de los Estados Unidos y apareció en ciudad del Este, protegido por monseñor Rogelio.

En Punta del Este, nuestro cura se hizo cargo de la Vicaría de la Juventud.

Nobleza obliga, hay que decir que Urrutigoity niega las imputaciones y las atribuye a una conspiración de los lefebristas, molestos porque en su momento los abandonó. De todos modos, abusador o no, hay que convenir que este cura es por lo menos controvertido y que lo peor que le puede pasar es que lo proteja monseñor Livieres, quien aún no ha podido explicar por qué refugió en su diócesis al padre Aldo Vara, acusado en la Argentina de haber cometido crímenes de lesa humanidad. Vara murió en estas últimas semanas, pero Urrutigoity sigue vivo.

Por su parte, el obispo Cuquejo, acusado de homosexual por un par de la Iglesia, ha optado por hacer silencio, mientras el tío de monseñor Rogelio -también obispo- hace gestiones para que su sobrino pida disculpas. En la polémica cayó una vez más en la volteada el ex obispo Fernando Lugo, acusado por Livieres de abandonar a sus hijos, imputación que se suma a la realizada contra monseñor Cuqueja, quien a su criterio es un homosexual compulsivo, cuyo destino debería ser el retiro para esperar la muerte y afrontar el Juicio Final a causa de sus imperdonables pecados.

“La mujer es como una mascota -explicó con su mejor tono pedagógico el honorable senador-, algo así como una perrita fiel que debe cocinar y atender al hombre”.