Se vino de Esperanza y esta vez trajo a sus nietitos

El “Gaucho” que nunca falta

Hugo va por su noveno Mundial, contó algunas anécdotas muy ricas, hizo notas con todos y recordó su niñez, cuando vendía El Litoral por las calles “sin asfalto y sin luz” en su tierra querida.

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El gaucho es una fija. Hugo Lisowij ya es el famoso “Gaucho de Esperanza”, que desde la primera colonia agrícola del país ha viajado ya a 9 mundiales. Está en Brasil con sus nietos y habló con el enviado del diario. Foto: El Litoral

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Belo Horizonte)

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Esta vez se vino en “malón”. Aquella vez, hace cuatro años, cuando lo cruzamos en el Ellis Park de Johannesburgo, sólo lo había acompañado su esposa. Esta vez se decidió a traer parte de su familia. “Somos cinco, así que hay que pensar en cinco desayunos, cinco almuerzos y así sucesivamente. Pero no importa, lo hago con gusto”. Hugo es el “Gaucho de Esperanza”, ya un personaje pintoresco y famoso en los mundiales, al punto tal que no paró de conceder entrevistas en la puerta del predio del Mineiro en Ciudade do Galo, en las afueras de Belo Horizonte, camino al aeropuerto Combins.

“Estoy contento y haciendo de abuelo, dándole todo a los nietos y muy tranquilo porque el viaje es largo. Llevamos hechos 2.800 kilómetros y esto todavía no empezó. Salimos el sábado al mediodía de Esperanza y llegamos ayer”, dice Hugo, que se enorgullece a la hora de decir que es su noveno mundial y que también estuvo en tres Copa América, una de las cuales compartió con Matías, el nieto de 16 años que se quedó en Esperanza por el colegio.

El recuerdo que no se olvidará Hugo es el del Mundial de México. “Fui con mis hijos cuando todavía eran criaturas y no me voy a olvidar jamás del lío que se armó con los ingleses. Fue de terror adentro de la cancha porque me agarró en el medio del tumulto. Vimos cosas muy feas, de los argentinos a los ingleses. Los barrabravas de Argentina se portaron muy mal y quisieron vengarse de la guerra de Malvinas, que estaba muy fresquita en el recuerdo. Una de las cosas horribles que le hicieron a los ingleses fue tirarlos de cabeza en los fosos de agua o en las zanjas de cuatro metros de profundidad. No me voy a olvidar nunca lo que vi en ese momento. Me dio mucho miedo, aquella vez. Hoy también estoy arriesgando con estas dos criaturas, no quisiera que pase nada y tomo algunas precauciones, por eso viajo siempre de día”, cuenta Hugo.

Sobre el tema de la seguridad y las protestas sociales, que es de lo que se habla y mucho aquí, el “Gaucho” dijo que “me parece que no va a pasar nada y que estará todo muy tranquilo. Lo que no vi es clima de Mundial. En los otros nueve que presencié, fue distinto, había carteles, globos, mucho cotillón. A mí me llama la atención que esto ocurra, máxime tratándose de Brasil. Me extraña. Quizás sea porque están en contra del Mundial”.

¿Será el último mundial del “Gaucho” de Esperanza?. La pregunta se la hicimos y dijo que no, que quería ir al de Rusia. “Tengo una herencia que cobrar allá, me la dejó mi padre y no vence con el paso de los años, eso me lo dijo el embajador. Según él es mucho dinero, pero no la quiero. Voy a hacer un beneficio con algún colegio de Esperanza... Eso es lo que voy a hacer”.

Y terminó hablando de su niñez en Esperanza y de sus raíces afectivas con nuestro diario. “Recuerdo esa Chevrolet 37 que venía con El Litoral todas las tardes. Eramos 8 varones y salíamos todos a repartir el diario por la ciudad. Tenía unos 10 años y vendíamos 140 ó 150 cada uno de los hermanos, y también mis hermanas. Me acuerdo que no había asfalto, no había luz, pero hacíamos cualquier cosa porque el diario llegara a la casa de la gente. Por eso, con tanto esfuerzo y con tanto trabajo, siempre quise que mis hijos vivieran bien y ahora disfruto de mis cinco nietos y no quiero que les falte nada, porque no quiero que pasen las penurias y miserias que pasé. Mi familia y mis amigos me dicen que soy el loco del trabajo, pero no me quejo, ahorro y gasto el dinero cada cuatro años. Eso es todo lo que quiero para mí”.

Cortó la charla con El Litoral y la siguió con todos los medios nacionales e internacionales que se acercan porque lo conocen y porque no pasa desapercibido con ese atuendo que lo acompañó en los otros ocho mundiales que acumula. Después se fue, feliz y a seguir disfrutando de Máximo y de Ornella, los dos nietitos que no paraban de darle besos y de agradecerle al abuelo por esta aventura. Que será inolvidable para ellos, como lo ha sido para él.