mesa de café

El fútbol argentino

Remo Erdosain

José aparece en el café enfundado en una camiseta argentina. Marcial me dice en voz baja que siente vergüenza ajena, pero no deja de sonreír y cuando José se acerca lo saluda como si nada pasara. Abel admite que no le da el cuero para ponerse una camiseta argentina, pero que durante este mes va a estar más nacionalista que nunca. —¿Y vos por quién vas a hinchar?, le pregunta José a Marcial.

—Yo no hincho por nadie, soy una persona educada y decente, en todo caso puedo llegar a manifestar simpatías.

José suspira, espera que Quito sirva el café y luego repregunta remarcando las palabras:

—Bueno, decime por quién vas a simpatizar.

—Si me lo preguntás con ese tono te respondo sin vacilaciones: por Inglaterra, como lo hice siempre.

—Ya está el gorila,

—Con mucha honra.

—¿Y se puede saber por qué vas a simpatizar por los ingleses? pregunta Abel, cuyo sentido del humor es menos cero.

—Por muchas razones, mi querido Abel, pero te doy la más importante: a mí me gusta reconocer en todas las circunstancias a los padres fundadores. Y en el fútbol, los padres fundadores son los ingleses, por lo que yo no hago otra cosa que ponerme al lado de quien corresponde.

—Vos sos argentino y te corresponde estar al lado de tu país.

—No estoy tan seguro de eso -responde Marcial- soy argentino, pero soy ciudadano del mundo y te diría que no hay otra manera de ser argentino que siendo, precisamente, un ciudadano de mundo.

—No estoy para nada de acuerdo con vos. Además, para serte sincero, no sé si los ingleses fueron los creadores del fútbol -protesta José.

—Agarrá los libros, que no muerden, y te vas a enterar. ¿O por que creés que los equipos se llaman River Plate, Boca Juniors, Newell’s Old Boys, ¿Por qué creés que se habla de offside, corner, referee, linesman, forward, insider, hand, foul? ¿O acaso no te acordás que al fútbol hasta hace poco se lo escribía como foot ball?

—Fue inglés -digo- pero lo hicimos nuestro. Se escribía offside y ahora se escribe “orsay” y no se trata de un error de ortografía o una vulgarización, sino de una genuina apropiación del lenguaje, algo así como una traducción.

—Esto se está poniendo demasiado complicado para mí -suspira José-, y para Quito ni te cuento.

—Lo explico de otra manera. La otra vez leí el trabajo de un sociólogo acerca de una notas en las que un comentarista de fútbol llamado Borocotó .-padre del tránsfuga político- trataba de explicar las diferencias entre el fútbol inglés y el argentino.

—¿Cómo es eso?, pregunta Abel.

—Las notas firmadas por Borocotó fueron publicadas en 1921 en El Gráfico, flamante revista de aquellos años que empezaba a dar sus primeros pasos en materia deportiva.

—Te recuerdo que el fútbol profesional se inició en los años treinta- observa Abel. —Pero el amateur venía de antes, de mucho antes -acota José.

—Esas notas fueron publicadas en 1921. Se iniciaron a partir de dos fotos. En una aparece el típico crack inglés: rubio, atlético, peinado a la gomina, camiseta planchadita, pantaloncito entallado, medias levantadas, botines y la pelota número cinco bajo el brazo; es el símbolo de la pujanza, la fuerza y la seguridad. La otra foto es opuesta. Allí hay un chico de no más de quince años. Flaquito, esmirriado, despeinado, la cara manchada con hollín o tierra; tiene puesta una camiseta vieja, desteñida, en la que se pueden distinguir algunos agujeros. El pantaloncito le queda grande y está sujetado con un piolín; por supuesto que no tiene botines ni medias, está descalzo y en lugar de una pelota de cuero lo que tiene en los pies es una pelota de trapo.

—¿Y adónde intentaba llegar el periodista con aquellas fotos?

—A que había dos estilos, dos tradiciones, dos escuelas. Al fútbol lo descubrieron -en rigor lo inventaron- los ingleses, pero los argentinos lo jugaban de otra manera. Al crack inglés se le oponía el cara sucia argentino. Uno era un atleta; el otro, un malabarista; uno disponía de energía, fuerza, pujanza, pero el otro tenía habilidad, picardía; uno era el crack, el otro el pibe; uno está bien alimentado, y al otro se nota que le falta un plato de sopa; uno aprendió a jugar al fútbol en el estadio, en la cancha; el otro juega en el callejón, el potrero, a veces en la vereda, con una pelota de trapo.

—Nunca se me hubiera ocurrido verlo desde es punto de vista -reconoce José.

—A mí tampoco -confiesa Abel, y Marcial asiente.

—Todos los días se aprende algo -repite José.

—No sé si es para tanto -digo- lo que importa, en este caso, son las diferencias; pero sobre todo, observar cómo se nacionaliza un deporte que en definitiva es, más allá de las circunstancias territoriales, un bien cultural. Al fútbol lo trajeron los ingleses, pero eso no tiene mucha importancia. Lo que interesa saber es por qué los argentinos lo asimilaron y lo transformaron en un bien nacional, en un objeto cultural propio.

—Todo lo que decís es muy interesante -reconoce Marcial- pero lo cierto es que el fútbol, el box y el turf son deportes que se los debemos a los ingleses.

—Los trajeron ellos, pero no sé si los inventaron ellos -cuestiono.

—Me parece que no se puede negar lo evidente -protesta Marcial.

—Más o menos -respondo.

—Dame un ejemplo y después sigamos hablando, porque si no estamos flotando en el aire.

—Te doy uno solo, y con eso queda todo dicho.

—Te escucho.

—Lo dijo una vez Bernard Shaw que, como sabrás, vivía en Londres pero era irlandés, como lo eran Joyce y Wilde.

—No entiendo adónde querés llegar.

—A que en una entrevista a Shaw le ponderaban a cada rato a Inglaterra y se ve que en un momento se cansó de tanta propaganda y le dijo a los muchachos: los ingleses no inventaron nada: el whisky es escocés, el casimir es de Cachemira, el té es de Ceylán y yo soy de Irlanda.

—¡Impecable el viejo! -exclama Abel.

—Impecable por varios motivos, porque más que criticar a los ingleses, de alguna manera los pondera, les reconoce esa increíble capacidad para apropiarse y hacer suyo todo lo que anda dando vueltas por el mundo y que ellos consideren interesante.

—No comparto -dicen Marcial y José, casi al unísono y por razones diferentes.

MESADECAFE.tif