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La gran batalla fluvial en la boca del Colastiné

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José Gervasio Artigas, en un retrato de Juan Manuel Blanes.

 

De la Redacción de El Litoral

En Contame una historia, Pablo Camogli reúne una serie de episodios sobre la Revolución y la Independencia argentina. Narraciones contadas con vitalidad, a menudo apuntando a hechos poco transitados de nuestra historia. Además de aventuras que tienen como protagonistas a San Martín o Belgrano, Güemes o Artigas, muchos de los capítulos nos presentan guerreros, héroes, espías y mártires poco conocidos.

Algunas historias nos atañen de cerca, como el capítulo dedicado al marino irlandés Peter Campbell, que en su inició se alistó en las fuerzas armadas de Gran Bretaña, y que en 1806 fue tomado prisionero por las fuerzas virreinales junto a refuerzos de Liniers. Fue remitido a Corrientes, donde se dedicó a la curtiembre, adaptado a la vida campera. Tras el estallido de la revolución, impulsado por el radical federalismo artiguista, Campbell se unió al jefe de los orientales.

“Tres espacios institucionalizados disputaban el control de la estratégica vía de comunicación y comercio, el río Paraná. La provincia de Buenos Aires pretendía monopolizar el comercio a través de su puerto y la aduana; Paraguay, ya que era su única vía de comunicación con el mundo; la Liga de los Pueblos Libres de Artigas, que se adjudicaba la soberanía del río cuyas aguas bañaban las costas de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones”, escribe Camogli.

Campbell aparecía totalmente agauchado, según una descripción de su compatriota Juan Robertson: “Vestía como los gauchos, llevando además dos pistolas de caballería y un sable de herrumbrosa vaina, pendiendo de un sucio cinturón de cuero crudo [...] Llevaba un par de aros en las orejas y vestía gorra militar, poncho andrajoso y chaqueta azul con vueltas rojas muy gastadas; ostentaba también un gran cuchillo con vaina de cuero, botas de potro y espuelas de hierro de pulgada y media de diámetro”.

Sigue contando Camogli que “para custodiar el tráfico por el Paraná, la liga artiguista conforma una pequeña flota al mando de Campbell con modestas canoas a la que más tarde se incorporaron lanchas y luego naves de mayor envergadura [...] Cuando algún barco pretendía cruzar río arriba o río abajo, salía el capitán al frente de sus naves y lo atacaba al estilo de las montoneras en tierra. A bordo de embarcaciones de menor calado y mayor capacidad de maniobra, Campbell aparecía por sorpresa, abordaba con bravura y requisaba las naves que no cumplieran las leyes de la Liga”.

Buenos Aires decide formar entonces su escuadra, al mando del sargento de origen francés Ángel Hubac, que “sólo podía operar entre Rosario, Santa Fe y la Bajada, la actual ciudad de Paraná”, mientras Campbell seguía controlando el norte.

“Hacia 1818 el Litoral era un extendido campo de batalla [...] En ese contexto irrumpió la más fantástica escuadra fluvial de nuestra historia. La amenaza se cernía sobre Santa Fe, cercada por Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y la escuadra de Hubac. En auxilio de Estanislao López partió la flota de Campbell, integrada por la goleta Itatí, el falucho Oriental, la sumaca La Correntina y una veintena de lanchas y canoas de fabricación indígena”. En diciembre de 1818 se produjo el primer combate entre Campbell y Hubac, y el francés tuvo que levantar el bloqueo sobre Santa Fe.

Acota Camogli que entre esa tripulación de ingleses, franceses y criollos, estaban los guaraníes, que “se movían en sus barcazas como los peces bajo el agua. Aparecían, atacaban y desaparecían, todo en un mismo instante de lucha fugaz”.

A fines de 1819, el Litoral “se preparaba para una de las batallas fluviales más sangrientas de la historia nacional”. Federalistas y centralistas se chocan el 26 de diciembre de 1819 en la boca del Colastiné, unos kilómetros aguas abajo de Paraná. La lucha fue encarnizada, sin cuartel y sin rangos. “Los porteños no hicieron prisioneros; al que tomaban lo degollaban, tal el caso del segundo de Campbell, su coterráneo Guillermo Ollefrant, cuyo cadáver fue colgado de uno de los palos del Aranzazú. El gaucho irlandés perdió un centenar de hombres”. También el resultado fue desastroso para la escuadra de Buenos Aires. Hubac perdió una pierna y moriría pocos días después. “Aquel combate de la boca del Colastiné acabó con alrededor de ciento sesenta muertos en apenas diez minutos de lucha”.

Camogli finaliza este capítulo contando el destino posterior de Campbell, que continuó fiel a Artigas y que moriría en 1832, deportado en Paraguay.

Otro interesante capítulo que nos compete se titula “Un plan Marshall para Santa Fe”, sobre el Pacto de Benegas, que el gobernador de Santa Fe, Estanislao López concertó para reactivar la economía local tras los flagelos que la región había sufrido en las invasiones y batallas de la guerra civil. López exigió compensaciones de guerra a la provincia de Buenos Aires. “Las 31.146 vacas que ingresaron a Santa Fe fueron distribuidas entre los principales hacendados locales”. El pacto serviría además para sellar la alianza entre López y Rosas. Publicó Aguilar.

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