Lyotard y su escepticismo ante grandes narrativas

 

Elda Sotti de González

En la modernidad, la tendencia era pensar la historia como un extenso período que incluía al género humano en su conjunto y que estaba orientado hacia una meta final. Se podría hablar de una racionalidad teleológica cuya base sería la idea de finalidad. Ésta se cumpliría cuando en su evolución, las sociedades humanas lograran una conformación que respondiera a sus aspiraciones. No se trataría de una sucesión de cuestiones desordenadas, sino de un proceso con unidad de sentido y en el que los hechos enlazados irían configurando finalmente un sistema. Al parecer, la idea era otorgar a distintos proyectos científicos o políticos, la categoría de verdades absolutas con alcance universal.

En la posmodernidad surgen pensadores que alteran esa idea de la historia entendida como lineal. Jean F. Lyotard, filósofo francés (1924-1998), en La posmodernidad dirige su crítica a los grandes relatos de legitimación -metanarrativas- que caracterizaron a la cultura occidental en la modernidad. Expresa: “Se ocupan precisamente de la ‘superación' de la identidad cultural particular con vista a constituir una identidad cívica universal”. Para este autor, el intento de legitimación incluye a “las instituciones y las prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las éticas, las maneras de pensar”. Entiende que los grandes relatos se han tornado poco viables, ésos que buscaban adjudicar un único sentido a la marcha de la historia y que han quedado inconclusos. ¿Cuáles serían esos grandes relatos? Entre los ejemplos que da Lyotard, se encuentran la Ilustración (Aufklärung), cuyo designio era liberar de la ignorancia y de la servidumbre a la humanidad, por medio del conocimiento y del igualitarismo; el relato marxista de la emancipación de la explotación y de la alienación por la socialización del trabajo; el relato capitalista que proponía eliminar la pobreza mediante el desarrollo tecnoindustrial; el sistema idealista hegeliano que, siguiendo un desarrollo histórico dialéctico, finalmente culminaba en la libertad objetiva.

En Hegel se trataba del Estado prusiano. Lyotard dirige nuestra atención a estas palabras de Hegel: “Todo lo real es racional, todo lo racional es real”. Pero al respecto nos dice: “Auschwitz refuta la doctrina especulativa. Cuando menos, este crimen, que es real, no es racional”. Por otra parte y en su opinión, la tecnociencia actual realiza el proyecto moderno; tal como lo aspiraba Descartes, el hombre se convierte en amo y señor de la Naturaleza, pero al mismo tiempo rompe el equilibrio y en esto lógicamente está en juego su porvenir.

Los metarrelatos han dejado sus marcas en la modernidad. Pero esas marcas no impiden que hoy existan millares de historias sin la pretensión de ser abarcativas y cerradas. Según lo entiendo, Lyotard defiende esa infinidad de relatos dispersos, la variedad cultural, el pluralismo de los juegos de lenguaje, cuya heterogeneidad les da un aire edificante, al dejar oír un cúmulo de voces, puntos de vista subjetivos de inestimable valor. Lyotard piensa que la humanidad tiene que hacer “la guerra al todo” y “activar los diferendos”. Se deterioró esa legitimación que conferían las grandes narrativas al desarrollo de la ciencia. Habla de cambios fundamentales en el conocimiento, dado que la tecnología abre ilimitados espacios de poder, multiplicando los ámbitos de la experiencia en lo que atañe a la producción y a la información.

Además de ser libre y racional, el hombre es histórico. Su vida se desenvuelve en el tiempo. Su libertad se contrapone a la idea de la historia como una realidad vallada. Cada generación y cada pueblo tienen sus propios proyectos, pero esas iniciativas no llevan un sello que garantice su cumplimiento exitoso; otras generaciones podrán continuar con esos emprendimientos o tal vez pensar que fueron erróneos y tomar otros rumbos. No hay en el mundo un plan que inexorablemente deba cumplirse con carácter de universalidad. Y esto es precisamente lo que impulsa a los hombres a la investigación y al trabajo. La apatía y la quietud llegarían si un determinismo, comparable a la mecánica del Universo, les señalara el camino.

Lyotard dirige nuestra atención a estas palabras de Hegel: “Todo lo real es racional, todo lo racional es real”. Pero al respecto nos dice: “Auschwitz refuta la doctrina especulativa".