“El planeta de los simios: Confrontación”

El paraíso perdido

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La intensa mirada (humana) del líder César (Andy Serkis), en la lograda secuencia inicial del filme.

Foto: Gentileza Twentieth Century Fox

 

 

Ignacio Andrés Amarillo

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En “El planeta de los simios: (R)Evolución” veíamos el nacimiento de un líder en la figura de César, el chimpancé evolucionado que logra a su vez hacer evolucionar a otros simios y escapar del dominio de los hombres: allí se evidenciaba el mitema del salvador de los oprimidos criado por la casta gobernante (con Moisés como uno de sus representantes emblemáticos).

En esta secuela, se abordan otros tópicos no menos intensos, empezando por la idea del “paraíso perdido”: de cómo una nueva sociedad de “buenos salvajes”, que debería estar limpia de los vicios de las sociedades humanas no puede evitar caer en los mismos, en una aniquilación de la pureza (“El señor de las moscas” también abordaba el tema, con una minisociedad de niños-jóvenes). Y también un tema de candente actualidad, mientras vivimos un nuevo ciclo de violencia y recriminaciones en el Medio Oriente: ¿pueden los bienintencionados de dos bandos en pugna detener una confrontación que parece inevitable?

Odio en la sangre

Pero vayamos un poco a la historia. De la experimentación de la que salió la primera generación de simios inteligentes también surgió una plaga mortífera llamada gripe de los simios, que causó un exterminio mundial. Así que César y los suyos pudieron prosperar en un bosque cercano a San Francisco y construir allí una sociedad, basada en el principio de “simios no matan simios”. Han pasado diez años y hace un par que no saben nada de los humanos.

Así felices y contentos hasta que se topan con un grupo de homo sapiens: se trata de una misión que busca reactivar una planta hidroeléctrica para alimentar a la reducida colonia superviviente de San Francisco, encabezada por Dreyfus y Malcolm, este último al frente de la misión exploradora, acompañado, entre otros, por su hijo Alexander y su compañera Ellie. Se trata de una familia ensamblada a la fuerza, por las pérdidas de uno y otro lado en la peste.

Mientras César y Malcolm buscan una paz que permita activar la planta y que cada uno sea feliz con los suyos, Dreyfus empieza a pensar en planes de defensa en caso de que haya que luchar contra los muchachos peludos. Y del otro lado hay algo peor. Se trata de Koba, uno de los primeros “libertos” por César, uno de sus laderos de mayor confianza, que ante la reaparición de los humanos no puede dejar de recordar las torturas a las que fue sometido. “De los humanos... Koba sólo aprendió a odiar”, será la acertada definición de César.

Ese resentimiento (“justificado”, si se quiere) terminará corrompiendo el alma de Koba, probando la certeza de la frase de Don Ramón: “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Así, encontrará su propio camino de violencia, violando lo más sagrado de la sociedad simia para forzar una guerra que César y los suyos (su hijo Ojos Azules, el orangután Maurice y otros colaboradores) como Malcolm y su familia tratarán de parar, aunque el resultado deje un sabor amargo.

Despliegue

Si en la reseña del filme anterior destacábamos el extrañamiento y la intranquilidad que generan los ojos humanos en los rostros simiescos, baste con decir que esta cinta abre y cierra con la mirada de César, más atribulado al final. Y ésa es la punta del iceberg de la realización visual (plagada de escenarios reales al aire libre combinados con ciervos digitales), cuyo punto más alto es lo que Weta Digital ha logrado en el campo de la motion capture, la técnica que permite a un actor involucrar todo su cuerpo y su gestualidad en un personaje que pueda luego ser “vestido” digitalmente.

Ésta debe ser una de las veces que más se luce la técnica, por la cantidad de actores involucrados, volviendo creíbles y sin fallas a personajes como César (Andy Serkis, el actor estrella de esta técnica, desde que interpretó a Gollum, y protagonista exclusivo del cartel), Koba (un ser temible, motorizado por Toby Kebbell), Ojos Azules (con Nick Thurston debajo de la piel, un impulso juvenil en la duda) y Maurice (Karin Konoval en un personaje masculino).

Del lado de los humanos, Jason Clarke le pone cuerpo y alma a Malcolm, aunque para algunos peque de inexpresivo. Gary Oldman hace otro de sus pequeños grandes personajes (un actor que puede pasar de lucirse en El topo a hacer lo suyo en La profecía del no nacido) como Dreyfus, y se vuelve adorable la reaparición “a lo grande” de Keri Russell, la mítica Felicity de la serie que el director de este filme, Matt Reeves (quien sucedió a Rupert Wyatt en la franquicia) supo crear junto a J.J. Abrams. Kodi Smit-McPhee hace lo propio con el reservado Alexander, el hijo que termina de dar cierta simetría a las familias de Malcolm y César, como para aumentar la empatía (aunque Cornelia, la compañera de César interpretada por Judy Greer, sume un bebé a la familia).

Los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver asocian en esta ocasión a Mark Bomback para el guión, y vuelven a dejar las cartas echadas para una continuidad. “La guerra empezó, y los simios la iniciaron. Y los humanos no perdonan”, afirmará el líder primate. Si acá hay violencia, en la próxima habrá lucha a muerte. A pesar de la buena voluntad.

excelente

“El planeta de los simios: Confrontación”

“Dawn of the planet of the apes” (Estados Unidos, 2014). Dirección: Matt Reeves. Guión: Mark Bomback, Rick Jaffa y Amanda Silver, basado en la novela de Pierre Boulle. Fotografía: Michael Seresin. Edición: William Hoy, Stan Salfas. Diseño de producción: James Chinlund. Música: Michael Giacchino. Elenco: Andy Serkis, Jason Clarke, Gary Oldman, Keri Russell, Toby Kebbell, Kodi Smit-McPhee, Kirk Acevedo, Nick Thurston y Judy Greer. Duración: 130 minutos. Apta para mayores de 13 años. Se exhibe en Cinemark.