Tribuna política

Contra los buitres con entusiasmo

Francisco Sobrero (*)

En un artículo publicado en El Litoral el pasado domingo, se incluye una foto de la manifestación frente a la sede del special master, Daniel Pollack, en la que aparezco portando dos carteles y un epígrafe que llama la atención, sea por ignorancia supina respecto del tema o porque niega que entusiasmo y racionalidad vayan juntos. Confusión ésta que continúa en el artículo.

El nudo de la cuestión “buitre” es la usura, con todas las letras. Y si hay un símbolo de esta perversión es Shylock, el usurero de la obra “El mercader de Venecia” escrita a fines del siglo XVI por William Shakespeare. En ella, si el deudor no cumplía, debía entregar “una libra de su propia carne”. Expresión nítida de la laya moral del prestamista y de la relación de absoluta sumisión de lo humano al dinero.

Y nuestros buitres, no son más que modernos Shylocks redivivos. Ellos quieren “su libra de carne” que no es más que la sumisión continuada. Cuentan para ello con un juez comunal, del Segundo Distrito del Sur de Manhattan -por herencia imperial y porque aún no podemos sacudirnos ese yugo- para el que todo lo que está al sur del Río Bravo es “resto del mundo”, “patio trasero” o west indian. Este juez distrital, en su incomprensión, armó este tremendo desaguisado que levantó alarmas, no sólo en “Sudaquía”, sino en el propio centro financiero mundial.

Lamento confirmar que hay más racionalidad en los 100 economistas norteamericanos que reclamaron intervención al Congreso, en las posiciones de varios gobiernos europeos y en las del propio NYT, entre otros, que en las de buena parte de la vocinglería opositora que propone una conducta de “Tío Tom”, como la mejor forma de entablar nuestras relaciones externas.

Y frente a esto, el gobierno argentino, dispuesto a resolver el problema (con equidad, dignidad y responsabilidad), no exento de errores, va de suyo, pero haciendo frente al atropello. Y casi solo, con apenas un par de voces del arco opositor que lucen con sensatez. El resto, entre tanto, contribuye a la confusión, agita fantasmas y estimula el miedo. En absoluta sintonía con la pretensión buitre. Años ha, esto se llamaba cipayismo y cabe recordar el Art. 119 de la Constitución Nacional que incluye como traición contra la Nación también al hecho de “unirse a sus enemigos prestándoles ayuda y socorro”.

¿Cómo no estar entusiasta entonces con la posición oficial argentina? ¿Cómo no emparentarla con la mejor tradición de independencia nacional? Con la Doctrina Drago; con Yrigoyen, negando el saludo a la bandera imperial que ocupaba Dominicana en 1920; con el mejor peronismo que no ingresó al FMI; con Illia, negándose a aportar tropas a la nueva invasión imperial a Dominicana en 1965; con Kirchner en el rechazo al Alca y la creación de la Unasur, en 2004.

Estas racionalidades -plenas de entusiasmo popular- habilitaron procesos de mejora en el desarrollo y la equidad, permitieron ampliar el bienestar de la población. No se puede ser racional sin ser entusiasta. ¡Viva, entonces el entusiasmo! El entusiasmo es alegría y ésta es también uno de los derechos humanos de nuestro pueblo o, por citar a un gran excluido: “Nada grande se puede construir desde la tristeza”.

(*) Contador Público Nacional. Doctor en Ciencias Sociales. Ex subsecretario de Financiamientos y Proyectos de Inversión en el gobierno del Ing. Jorge Obeid.