Raúl Villalba, descubridor de talentos, trotamundos, soñador...
Raúl Villalba, descubridor de talentos, trotamundos, soñador...
Un “Cacho” de fútbol
Ahora está trabajando en Sportivo Guadalupe. Battaglia, Burtovoy, Matías Donnet, Leo Franco son algunos de los jugadores a los que le vio “pasta”. Es un defensor a ultranza del “jogo bonito” y dice que sueña con coordinar inferiores y que todas las categorías aprendan a jugar a un toque.

“Cacho” Villalba, un tipo que se apasiona con el fútbol, alguien que Santa Fe no debe desperdiciar. Ayer estuvo en una prueba de jugadores que hizo Sebastián Battaglia, en Rincón. Foto: Manuel Fabatía
Enrique Cruz (h)
Ahora peina canas, pero tiene esa sabiduría que no sólo se la dan los años. En realidad, Cacho Villalba, como tantos otros formadores que ha tenido la ciudad y que no siempre han sido debidamente reconocidos, es un privilegiado. Esa sabiduría no se la dieron los años, aunque el paso del tiempo ayuda. Se la dio el conocimiento y esa percepción tan especial que tienen los descubridores de talento. Alguna vez, alguien me dijo que con sólo ver caminar, parar la pelota o dar un pase a un pibe, se puede hallar un futuro crack. Pero para eso hay que saber y hay que tener intuición. Y Cacho es uno de esos tipos.
Hoy resolvió volver al fútbol y al lugar que lo hace feliz: la cancha y los chicos. Recuerda allá a lo lejos, aunque no hace mucho tiempo, cuando trabajó con Settimio Aloisio, cuando descubrió a un “tal” Sebastián Battaglia para llevarlo a Buenos Aires, siempre en compañía de su amigo Juan Chena, cuando hizo lo mismo con Pablito Burtovoy o con Nereo Fernández, entre tantos otros. “Me acuerdo que en la empresa lo teníamos a Javier Lux y un día decidí ir a ver al hermano, le ví condiciones y lo recomendé”, cuenta Cacho, haciendo gala también de sus conocimientos de arquero (puesto que ocupó en sus tiempos de jugador).
“Cuando llegué a trabajar con Settimio, ocupé el lugar de Perico Pérez. Mi rol siempre fue el de detectar talentos para la empresa. En ese momento, Settimio representaba a Batistuta. Fue del 96 al 99 y me acompañaba Juan Guillermo, aquél delantero que jugó en Estudiantes de Buenos Aires en la década del 70”, cuenta Cacho.
Villalba es una verdadera máquina de contar anécdotas. “Maturana vino a dirigir a Colón a Santa Fe, pero pocos saben que antes estuvo aquí cuando jugaba Jayo en Unión y nosotros seguíamos sus actuaciones. Ibamos a comer pescado con Edgar Fernández. La gente lo veía entrar y no entendía nada. Fue cuando dirigió a la selección de Perú”. O una muy buena que tiene que ver con Roberto Baggio, el delantero subcampeón del mundo con Italia: “Compró campos en Romang y en Chascomús, pero lo que nadie sabe, es que quería terminar su carrera en Boca. ¡Lo que hubiera sido!”.
Se pone serio cuando toca algunos temas, como el de los dirigentes. “Hay dirigentes que quieren ser presidente de Afa y vendían jugadores. A Vélez no llegaba nadie con representante cuando estaba Gámez”, cuenta.
Estuvo trece años afuera y la lista de jugadores a los que estuvo siguiendo es muy larga. “Battaglia, Cavenaghi, Matías Donnet... A D’Alessandro lo fuimos a ver cuando tenía 14 o 15 años... Y te cuento una que es monumental: Leo Franco, el arquero, jugaba al básquet. Se lo recomendé a Racing. Recuerdo que me atendieron Pizzutti y Della Picca. Al final terminó fichando en Independiente”.
Habla de Unión y Colón. Dice que “me duele que traigan 20 jugadores para reforzar los planteles para este torneo, en total. No puedo entender cómo Vegetti no jugó ni en Unión, ni en Colón ni en Rafaela. Lo recomendé en varios lugares y me decían: ‘No, si juega en la Liga Esperancina’. Y yo les decía: ¡Traélo!, ¡te va a hacer goles!... Además, es grandote y a los defensores no les gusta tener un grandote enfrente...”. Y cada tanto, mete a su Sportivo Guadalupe en la charla. “¿Vos sabías que Daniel Willington, ese formidable y talentoso volante cordobés que jugó en Vélez y en Talleres, jugó en Sportivo Guadalupe?. El padre era jefe de la Estación Guadalupe, lo habían trasladado a Santa Fe, y Daniel se puso la camiseta de Sportivo Guadalupe. ¿Qué tal?”, dice Villalba, que se alegra mucho con el presente de Pablo Quatrocchi. “Lo tuvimos en la empresa y me pone muy bien que ese muchacho esté ahora dirigiendo Quilmes”, señala.
Se define como un loco del “jogo bonito”, de los jugadores que saben “leer” los partidos y dice que hay dos cosas que no se negocian: la técnica individual y el despliegue. “Mi división juega a un toque”, expresa con entusiasmo. Y va más allá. Cuando se le pregunta por un sueño, no duda: “coordinar todas las divisiones inferiores de un club, con una misma línea de juego, o sea pelota contra el piso y a un toque. Espero que me entiendas. Me muero si mis divisiones no tocan de primera”. Cacho Villalba, para algunos será un lírico; para muchos, un defensor de la estética y la genética de este deporte que tanto apasiona. Uno de esos tantos elegidos, capaces de echarle el ojo a un futuro crack.