“Gringa la cruza entre los dientes”

Tres soledades bajo la lupa

Tres soledades bajo la lupa

Extensión 1 es el nombre del grupo dirigido por Mariano Dufour, autor también del texto dramatúrgico que da origen a una propuesta movilizadora.

Fotos: Gentileza producción

 

Roberto Schneider

Una vez más, el joven dramaturgo santafesino Mariano Dufour da muestras contundentes de su talento a la hora de escribir y después poner en escena su propio texto. En la sala Marechal del Teatro Municipal se estrenó “Gringa la cruza entre los dientes”. Como bien sostuvieron sus hacedores antes del estreno, la obra transcurre en un departamento de dos estudiantes universitarias, María y Victoria, que reciben la visita de un compañero muy particular, Próspero (nombre que recuerda al personaje de “La tempestad”, de Shakespeare, en la que su soliloquio y epílogo son considerados uno de los discursos más memorables de toda la literatura shakesperiana en el que el personaje, renunciando a la magia, reconoce los límites del hombre). Victoria está a unas horas de recibirse de mecánica dental, mientras María y Próspero se preparan para las elecciones del centro de estudiantes.

Como un juego entre las políticas del amor, la militancia y la amistad, Gringa se pregunta sobre lo que quedó del aquel proyecto político del cruce de razas, “la diferencia”. Si bien la obra no aborda el conflicto entre lo criollo y lo gringo, sí contiene su sustancia: la profunda intolerancia hacia lo extraño / extranjero / anormal, ya no como un conflicto necesariamente, sino con una hospitalidad incómoda, una consciente y minuciosa asimilación, cargada de eufemismos.

El caso de este texto es de algún modo emblemático en la historia del teatro santafesino. Porque devuelve a las personas con discapacidad parte del protagonismo que la sociedad niega y la desafía desde un escenario, a aceptar y convivir con las diferencias. Ser reconocidos por los demás, en la mirada y en el aplauso, los vuelve más seguros en sí mismos y les confirma todo lo que ellos sí pueden hacer, más allá de la discapacidad que tengan. Un actor discapacitado en un escenario es una interpelación fuerte para la sociedad, pero por suerte es algo que sucede, porque ya no están escondidos en sus casas y sus familias no tienen vergüenza de ellos.

La pieza relata las desventuras de los tres personajes, atados como están a las pasiones, a los encuentros y desencuentros, a la incertidumbre, a la realidad exterior y a la interior y, por qué no, al devenir del pretérito y del presente de manera constante. Con una capacidad analítica que debe resaltarse, Dufour desmenuza las pasiones humanas de ese grupo de amigos y su puesta en escena trabaja el cómo cada uno de ellos puede llegar a contar con la complicidad de los otros dos, mientras no olvida un subtexto donde lo político, el sexo, el dinero y el libre albedrío coinciden con las preocupaciones dufornianas.

Lo que aporta la propuesta es un trabajo que exhala teatro por los cuatro costados, desde la plasticidad de movimientos, la exactitud e interioridad de los gestos y las voces -por momentos con un bajo tono elocutivo que indudablemente ha sido buscado por el director- hasta una concepción escénica muy elaborada en la que sobresalen la estupenda escenografía de Javier Capelletti -un indudable cuadro de arte contemporáneo- y la iluminación de Mario Pascullo, como un eje estructurante de jerarquía.

En el elenco, se destacan las convincentes actuaciones de María José Percara, con máscara de un cuerpo atravesado por el texto, y Martina Varinia Zelko, la siempre efectiva actriz, de fuerte presencia escénica. Walter Antonio María Medina asume su rol de Próspero con indisimulable entrega. Así, esta historia de luchas individuales y grupales, relatos de amores contrariados y algunas humillaciones es contada con una teatralidad impactante. Todo bajo la atenta mirada de Mariano Dufour, que escudriña el alma humana de sus atribulados personajes.