CRONICAS DE LA HISTORIA

Olga Cossettini y Leopoldo Marechal

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Chicos en la huerta del jardín de infantes de la señorita Olga. Foto: Red Cossettini

 

por Rogelio Alaniz

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Yo no inventé la responsabilidad de Leopoldo Marechal en la exoneración de Olga Cossettini. Me puedo haber confundido con uno o dos detalles pero en lo fundamental sé que estoy en lo cierto. Marechal fue uno de los protagonistas y responsable de haber exonerado por razones ideológicas y políticas a quien constituye uno de los orgullos de la docencia contemporánea.

Olga Cossettini fue exonerada el 21 de agosto de 1950. El decreto 08752 lo firmó el ministro Raúl Rapella. Un mes después, Cossettini se dirigió a las autoridades para ejercer su derecho de defensa. Es un texto donde la docente defiende su gestión y menciona al pasar a quienes fueron los que boicotearon su proyecto educativo. Es allí donde menciona a Marechal como el responsable en su carácter de presidente del Consejo de Educación de firmar el primero de una serie de decretos que concluyeron con su exoneración.

Refiriéndose a ese hecho, Amanda Paccotti señala que “en 1944 siendo interventor del Consejo de Educación el escritor Leopoldo Marechal suprimió sin juicio previo ni pruebas que lo motivaran, el decreto que le reconocía a la escuela el carácter de experimental”. Demás está decir que sin esa condición la Escuela Serena quedaba expuesta a cualquier atropello burocrático.

Tres años más tarde, la policía peronista allanó la escuela y sometieron a las maestras a los más diversos ultrajes. Los fundamentos para cometer estos atropellos eran sencillos y expeditivos: la señorita Olga no se afiliaba al partido y no estaba dispuesta a enseñar la cadencia oficial en las escuelas. Por supuesto, también opuso resistencia a la decisión de colgar los retratos de Perón y Evita en el salón principal de la escuela. Pero lo que parece haber colmado la paciencia de los funcionarios del gobernador Caesar, fue la decisión de la señorita Olga de poner en el medio de las dos figuras consulares un cuadro de Picasso en homenaje a la libertad asesinada.

Picasso. Comunista y enemigo declarado de Franco. Excelentes motivos para cesantear a una docente. Fue lo que hicieron. ¿Motivo legal? El artículo 11 de la Constitución de 1949: la señorita Olga había incurrido en el delito de desarrollar actividades antiargentinas. Hubo protestas y reclamos, pero con la policía peronista no se jugaba. La consigna “alpargatas sí, libros no”, se aplicaba al pie de la letra.

¿Y Leopoldo Marechal? Bien gracias. En 1944 es el titular del Consejo de Educación debido a las gestiones promovidas por su amigo del alma Gustavo Martínez Zuviría, cuya condición ultramontana y antisemita exime de mayores comentarios. Para esa misma época, en nuestra ciudad, la Universidad Nacional del Litoral era intervenida por el señor Giordano Bruno Genta. Cesantías docentes, represión y clausuras de centros de investigación fue la prédica civilizadora de quien con justo mérito se ganó el título de Torquemada de la educación. La resistencia estudiantil y docente contra Genta constituye uno de los capítulos más nobles de nuestras gestas democráticas en defensa de la libertad y la educación.

También en ese período -iniciado el 4 de junio de 1943- luce sus atributos de inquisidor Ignacio B. Anzoátegui, amigo íntimo de Leopoldo Marechal y el funcionario que luego de su paso por Santa Fe lo recomendará para desempeñarse como subsecretario de Cultura en el orden nacional. Anzoátegui es una de las luminarias más reconocidas del nacionalismo reaccionario. Él mismo se jactaba de esa condición. A diferencia de sus pares, escribía muy bien y disponía de un excelente sentido del humor. Leer sus libros “Historias de muertos” -por ejemplo- es un placer y la prueba más clara de que se puede discrepar radicalmente con un escritor y, sin embargo, disfrutar de su escritura.

David Viñas, que además de sus arrebatos coléricos fue un lúcido testigo de su tiempo histórico, dijo en una de sus entrevistas: “¿Quién se acuerda de la etapa represiva de Marechal y de los profesores que fueron echados de la universidad cuando él era subsecretario de Cultura? ¿Quién se acuerda de cuando escribía en Sol y Luna, una revista de ultraderecha, y de sus manifestaciones fascistoides?”.

Adriana Puiggrós, que está muy lejos de ser antiperonista, escribe lo siguiente: “La experiencia de Olga Cossettini fue clausurada por una famosa resolución de la Dirección de Educación de la provincia de Santa Fe, siendo su titular Leopoldo Marechal”.

Ironías de la vida. La experiencia de la escuela de la señorita Olga se inició en 1935. Uno de sus impulsores fue el ministro de Educación del gobierno de entonces, Pío Pandolfo. No concluyen allí las novedades. Durante los gobiernos conservadores de Manuel Iriondo y Joaquín Argonz, la escuela de la señorita Olga recibe pleno apoyo institucional. Al frente de la educación de la provincia está Juan Mantovani , uno de los intelectuales más respetados de su tiempo. Ironías de la vida. Los conservadores hacen lo que después los militares y los nacionalistas van a destruir.

Confieso que no tengo nada personal contra Marechal, pero me fastidia que un poeta ensucie sus manos en faenas represivas. No es mi escritor preferido, pero admito que algunos de sus poemas me gustan. La calidad de sus novelas fue ponderada por escritores como Arlt y Cortázar. No es el tipo de literatura que me gusta, pero en este caso mi opinión no tiene la menor importancia. Los que lo conocieron dicen que fue un buen tipo y como muchos peronistas de entonces padeció las proscripciones de la Revolución Libertadora.

Ninguna de esas virtudes lo eximen de su responsabilidad en 1944. Para esos años el señor Marechal era un nacionalista que simpatizaba con Franco, se emocionaba con los textos de la Acción Francesa y consideraba que la libertad era uno de los males que atacaban a la condición humana. Dicen los que lo conocen que después cambió. De la derecha clerical pasó al nacionalismo y del nacionalismo a una cierta izquierda. En 1967 estuvo con Cortázar en Cuba. Fueron jurado de Casa de las Américas y escribieron encendidas alabanzas a favor de la revolución cubana. Rodolfo Walsh y Jorge Ricardo Masetti vivieron experiencias parecidas: de la Alianza Libertadora Nacionalista al Che Guevara y Montoneros. ¿Por qué los sedujo el pensamiento de izquierda? ¿Su tendencia igualitaria? ¿O su ciega y devota pasión autoritaria? Buenas preguntas para responder en otro momento.

Digamos a modo síntesis que para la década del cuarenta, Marechal no sólo fue funcionario del régimen militar de entonces, sino que por ideología y complicidades políticas fue un enemigo declarado del proyecto educativo de la señorita Olga. Hay que decir en honor a la verdad que no todos los nacionalistas pensaban lo mismo sobre estos temas. Una carta de José María Rosa, dirigida a la señorita Olga dos semanas después de su exoneración, confirma este punto de vista.

“Me separa de usted una apreciación distinta de los hechos históricos y políticos, pero la he admirado y la admiro como maestra, como escritora y como mujer. La he tratado muy poco, cuando fui en 1943 presidente del Consejo de Educación de la provincia. Era indudable que usted estaba en el extremo opuesto al mío, pues usted es liberal y yo soy nacionalista. Creo que fue Susana Larguía la que nos puso en contacto y me escribió sobre usted pues en algún momento temió que el gobierno tomara una medida en contra suya. Yo le dije a Susana en esa ocasión que cualquiera fuera la discrepancia ideológica entre usted y yo, su condición de maestra, de gran maestra, estaba por encima de toda bandería política. Que por muchas cosas la admiraba a usted, entre ellas por la sinceridad de sus convicciones. Permitame este recuerdo de cosas pasadas años atrás, ahora que se ha cumplido lo que temió injustamente Susana Larguía. Permítame decirle que he visto con profunda pena su cesantía y que, aunque la he tratado muy poco, personalmente, siempre he tenido por usted una gran simpatía y por su obra una sincera admiración”. Estas palabras justas las escribió José María Rosa. Hubiera sido interesante que Leopoldo Marechal dijera algo parecido.