Con una bomba que se cobraba la vida de cinco personas

Hace treinta años, el IRA atentaba contra la vida de Margaret Thatcher

Agencia EFE

En una de sus acciones más violentas, el IRA trató hace 30 años de asesinar a Margaret Thatcher y a todo su Gobierno con una bomba que se cobró la vida de cinco personas en el hotel inglés donde los “tories” celebraban su congreso anual.

La “Dama de Hierro” (1925-2013) estaba alojada en el Grand Hotel de Brighton, localidad costera del sur de Inglaterra, cuando a las 02.54 horas del 12 de octubre de 1984, horas antes de pronunciar un discurso ante los “tories”, una bomba sacudió el edificio.

El artefacto, fabricado con diez kilos de gelignita -un explosivo gelatinoso usado habitualmente en minas o canteras-, estalló en la habitación 629 que había reservado, con nombre falso, el voluntario del Ejército Republicano Irlandés (IRA) Patrick Magee.

Thatcher, milagrosamente, no recibió ni un rasguño, pero cinco personas, dos de ellas altos cargos, fallecieron y 31 resultaron heridas.

“Hoy no tuvimos suerte, pero recuerde que nosotros solo tenemos que tener suerte una vez. Usted deberá tener suerte siempre”, le advirtió la banda a la líder conservadora tras el atentado en un desafiante comunicado.

Fiel a su apodo, Thatcher se personó esa madrugada ante una comisaria de Brighton para comunicar a la policía que, tal y como tenía previsto, en unas horas se subiría a la palestra para dirigirse a su partido, aunque con un discurso modificado por la tragedia.

“Este ataque ha fracasado. Todos los intentos del terrorismo por destruir la democracia fracasarán”, recalcó en un texto cuya versión original no identificaba, sin embargo, al IRA como la mayor amenaza para el país.

Admirada y odiada

Según documentos desclasificados la pasada semana, Thatcher tenía previsto pronunciar el que iba a ser uno de los discursos más incendiarios de su mandato (1979-1990), con el que atacaría duramente a miembros de la oposición laborista y de los sindicatos, el “enemigo en casa”, según ella.

En una época turbulenta para el Reino Unido, de cambios profundos en su economía y su sociedad, la dirigente consideraba que ambos movimientos de izquierdas representaban el principal obstáculo para el avance de la democracia y para concluir con éxito la aplicación de su política neoliberal.

En Inglaterra, Gales y Escocia tenía tantos admiradores como detractores, entre ellos el popular cantante de “The Smiths”, Morrissey, quien llegó a decir que la verdadera “pena” del atentado de Brighton fue que Thatcher saliera “ilesa”.

Además, entre la comunicad católica nacionalista y republicana de Irlanda del Norte el odio hacia la “Dama de Hierro” era prácticamente unánime.

Todavía estaba muy fresco en la memoria el recuerdo de su intransigencia durante las huelgas de hambre que iniciaron miembros del IRA en la cárcel norirlandesa de Maze en 1980, después de que Thatcher decidiera despojarles de su categoría de presos políticos y pasara a tratar a los paramilitares como delincuentes comunes.

Esa huelga de hambre se suspendió a finales de diciembre de ese año, pero en 1981 empezó otra que se saldó con la muerte de 10 presos republicanos, lo que provocó un aumento de la violencia en la región y echó a la población a la calle en multitudinarias manifestaciones seguidas con atención en todo el mundo.

Décadas sangrientas

Como ya hiciera al asesinar en 1979 al tío del duque de Edimburgo, Lord Mountbatten, el IRA se sentía de nuevo legitimado para atacar el corazón del “establishment” británico atentando contra Thatcher y su Gobierno.

Tres décadas después, el proceso de paz iniciado tras la firma del acuerdo del Viernes Santo (1998) está consolidado, a pesar de que el Ejecutivo de Belfast de poder compartido entre el Partido Democrático Unionista y el Sinn Féin, exbrazo político del IRA, refleja en ocasiones la desconfianza que aún mantienen ambas comunidades.

La herencia de un conflicto que causó más de 3.500 muertos en casi 30 años dificulta la reconciliación.

Magee, el responsable de la bomba de Brighton, fue condenado a 14 años de cárcel por esa acción, pero fue puesto en libertad en 1999 en virtud de la amnistía concedida en los acuerdos de paz.

Desde entonces ha recorrido el mundo dando charlas junto a Jo Berry, hija de uno de los fallecidos en aquel atentado, para demostrar “que se puede pasar página”.