Sangre, sudor y lágrimas

La frase con la que Winston Churchill ganó las elecciones dista bastante de un buen eslogan de campaña. Sin embargo, le alcanzó para conseguir el apoyo que el pueblo inglés le dio en momentos muy difíciles. El campo arranca la última campaña gruesa del kirchnerismo.

Federico Aguer

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En ese caso particular de la historia, la madurez de un político reclamaba la madurez de un pueblo: prometía una gestión para “ajustarse el cinturón”, enrolarse detrás de un proyecto a largo plazo y sentar las bases de la grandeza de una nación.

La foto de la economía de Argentina en 2014 muestra una feroz crisis de financiamiento, un gasto público descontrolado que bate todos los récords, un nuevo presupuesto “dibujado” y un estancamiento de la actividad que ya se transformó en recesión. El combo se agrava con la irresponsabilidad histórica de querer disfrazar un desacato judicial en epopeya histórica y populista. Como dice el economista José Luis Espert, “no hay deuda sin déficit, y no hay déficit sin gasto excesivo”. Lo más increíble es que nadie parece hacerse cargo del muerto.

El proyecto de reeditar una junta nacional de granos no parece resolver estas cuestiones de fondo. Más bien confirma la tendencia de un Estado macrocéfalo e ineficaz que pretende encajonar la economía, los medios de comunicación y la sociedad toda para ejercer la suma del poder público.

En septiembre, se supo que el Estado Nacional se queda con casi el 82 por ciento de la renta agrícola. “La inflación de los últimos siete años, la caída de los precios y la alta presión tributaria no sólo impacta de manera directa en el resultado económico del productor agrícola, sino que afecta a todos los habitantes: se estanca la producción; hay menor fertilización, menor uso de tecnología y menor rotación de cultivos: menos actividad económica y menos empleo. Esta es una cuestión central en todo este esquema, ya que las cadenas agroalimentarias generan cerca de 3 millones de puestos de trabajo en todo el país”, dice David Miazzo, autor del índice FADA.

Llega la hora de pagar la fiesta. Y no será barata: costará sangre, sudor y lágrimas, a los que viven en el campo y a todos los argentinos.