editorial

En Hong Kong reclaman vivir en democracia

Tras un repliegue por temor a la represión, los hongkoneses volvieron a las calles para reclamar mayor apertura democrática y elecciones libres.

La rebelión estudiantil de Hong Kong tiene como objetivo defender la libertad política y económica en el sentido más pleno de la palabra. Años atrás, los estudiantes de Tiananmen masacrados por la mafiosa burocracia comunista vislumbraban la libertad en un futuro difícil de precisar. Pagaron con su vida semejante atrevimiento. Los estudiantes de Hong Kong han conocido la libertad. No luchan para ganarla, sino para no perderla. La diferencia es fundamental y lo sabe el poder despótico comunista.

Lo cierto es que en un rincón remoto de China, una minoría social de no más de siete millones de habitantes desarrolló un modelo económico que le otorgó a la sociedad un excelente nivel de vida y les permitió a sus integrantes disfrutar de los beneficios de la libertad. No hubo inventos exóticos ni estrafalarios: se permitió que las energías creativas y productivas de la sociedad puedan desarrollarse en plenitud. La realización de estos objetivos no fueron sencillos, pero los objetivos siempre estuvieron claros. Algo parecido ocurrió en Taiwán y Singapur. En todos los casos, la libertad económica fue decisiva para desarrollar las fuerzas productivas en una región donde la constante era y sigue siendo hoy el despotismo.

Excede las posibilidades de este editorial exponer los hechos adversos -y en contraste, los beneficiosos- de un proceso complejo y enrevesado que se inició en el contexto del reparto del llamado mundo colonial. Pero lo cierto, es que por razones económicas y diplomáticas Hong Kong continuó siendo un protectorado británico hasta 1997, fecha convenida para restituir este territorio a las autoridades comunistas.

Los trámites se cumplieron al pie de la letra, pero el gobierno chino tuvo que aceptar algunas condiciones. La consigna que sintetiza esas arduas negociaciones se expresan en los siguientes términos: un país que comparte dos sistemas. Esto quiere decir que Hong Kong pertenece a China pero su sistema económico y político no es comunista. La novedad histórica consiste en que en una nación que en su parte continental tiene más de 1.200 millones de habitantes, 7 millones viven en libertad.

Los logros de Hong Kong en ese sentido son notables. Representa el 0,50 por ciento de la población del país, pero su comercio supera el 11 por ciento del volumen total y su ingreso per cápita triplica al del resto del país. La libertad económica que en China recién se balbucea, en Hong Kong se ejerce en plenitud. Ni hablar de la libertad política y cultural. O del rol que cumplen sus universidades. Capítulo aparte merece la eliminación de la pobreza. La región está muy lejos de ser un paraíso, pero las diferencias con el régimen comunista son evidentes y notables.

Pues bien, éstos son los valores y los intereses que defienden las multitudes hongkonesas. Pekín se comprometió en su momento a permitir que en Hong Kong los habitantes eligieran sus propias autoridades. Es lo que ahora se niegan a cumplir y lo que explica la rebelión estudiantil. No hay duda que a la claque despótica que gobierna en China le resulta sumamente molesto este “mal ejemplo” de libertad en su propio territorio. La pregunta de rigor en este caso es la siguiente: ¿aceptarán la democracia o responderán como en Tiananmen?

Los estudiantes de Hong Kong han conocido la libertad. No luchan para ganarla, sino para no perderla.