Lucha inclaudicable y valiente

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Sojourner Truth vivió 90 años en EEUU. Su memoria persiste en muchas mujeres que tomaron su ejemplo y banderas. Fue víctima de la violencia por ser negra, esclava y mujer. Durante más de la mitad de su vida se dedicó la lucha por la igualdad y los derechos humanos.

 

TEXTOS. JOSEFINA GÓMEZ (*). ILUSTRACIÓN. LUCAS CEJAS.

Desde la edad media el mundo femenino intenta sostener en debate los derechos de las mujeres y su igualdad con los hombres. En ocasiones este escenario se ha entrecruzado con otras luchas que incluyen también a las mujeres y que han encontrado en ellas a sus centrales exponentes, un ejemplo son los derechos humanos.

Esta historia reúne todos esos elementos y más. Sojourner Truth nació en Nueva York en el año 1797 con el nombre de Isabella Bomefree (en holandés Bome es “escuadrón de bombas” y en inglés Free es “libertad”) y adoptó el nombre Sojourner Truth, en español “residente en la verdad”, en 1843 cuando tenía 46 años.

Nació como esclava y lo fue hasta sus 37 años de edad. Tuvo cinco dueños, la familia para la que trabajaban sus padres cuando nació, los Hardenbergh la vendieron a los Neeley -junto a un rebaño de ovejas- por U$$ 100 en 1806. Dos años después fue vendida por cinco dólares más a los Shriver. Los Dumont la compraron por 300 dólares en 1810.

Se casó con otro esclavo de nombre Thomas y tuvo con él varios hijos. En 1827 cruzó a Canadá junto a su hija Sophie dejando a varios de sus hijos en su país natal en condición de esclavitud. En su nueva residencia, los Van Wagener las compraron para luego liberarlas. Como mujer libre permaneció allí durante un breve tiempo hasta que en EEUU se abolió la esclavitud.

Pero regresó a su país con la intención de recuperar a su familia y fue la primera mujer negra en ganarle un juicio a un terrateniente blanco del estado de Alabama en 1827 que había comprado ilegalmente a su hijo Peter.

En los años siguientes trabajó como empleada doméstica y comenzó a predicar el evangelio. En 1843 cambia su nombre Isabella por el de Sojourner. Se sumó a una comunidad religiosa cristiana. La acusaron de ser cómplice del crimen del profeta Elijah Pierson, lider del grupo; fue declarada inocente y entabló luego un juicio por perjurio a quienes la habían acusado y lo ganó. Marca aquí otro hito ya que fue la primera vez que una mujer de raza negra entablaba una demanda de este tipo a un grupo de ciudadanos blancos.

Años más tarde decidió abocarse de lleno a difundir la palabra de Dios y viajó por todo el este de su país. Conoció así a otras figuras que luchaban por la igualdad.

Entre 1844 y 1845 conoce a varios reformistas en contra de la esclavitud a través de la Asociación Northampton, entre ellos a Susan B. Anthony, Amy Post, William Lloyd Garrison y la feminista Olive Gilbert.

LOS AÑOS ‘50

Con el debate contra la esclavitud aún candente, decide también luchar por los derechos de las mujeres, contra la segregación, a favor del voto femenino, por la reforma del sistema penitenciario, por los derechos de los nuevos hombres libres y por el fin de la pena de muerte.

Se convirtió en oradora de renombre y su discurso más trascendente, aunque breve, fue “¿Acaso no soy una mujer?” (ver recuadro). Lo pronunció en el congreso de la Mujer en Akron (Ohio) en diciembre de 1951 y desde entonces su frase es un lema en la lucha a favor de los derechos de las mujeres.

En esos años, junto a Gilbert, editó una autobiografía, “The Narrative of Sojourner Truth”. Ese libro y sus frecuentes y exitosos discursos le ganaron una reputación y un dinero que invirtió en una casa en Michigan.

NEGRA, ESCLAVA Y MUJER

Durante los años ‘60, en plena Guerra de Secesión, visitó a las tropas del Norte para ofrecerles su apoyo. Consiguió reunirse con el presidente Lincoln en 1864 y trabajó en el estado de Virginia ofreciendo sus consejos a esclavos recién liberados.

Después de la Guerra siguió luchando a favor de la integración de las personas de color. En Washington encabezó todo tipo de protestas. Años después de la abolición de la esclavitud los vestigios de la discriminación racial a las personas negras seguía marcando la vida de los estadounidenses. En ese entonces el chofer de un tranvía la arrojó del vehículo en movimiento por ser negra y le rompió un brazo.

Su lucha siguió siendo muy activa hasta casi los últimos momentos de su vida, cuando ya su salud limitaba un poco sus viajes y presentaciones en público. Fue entonces que forzosamente debió retirarse a su casa de Michigan junto a algunos de sus hijos. Falleció allí el 26 de noviembre de 1886 con casi 90 años de edad.

Murió hablando inglés y holandés pero sin saber leer ni escribir. Con su partida dejó una indeleble huella en parte de la historia del mundo. Resulta invaluable su aporte que, en el mismo sentido que otros de sus connacionales que han logrado más renombre, se orientó hacia lograr que el mundo sea un lugar más justo y sin violencia.

FUENTES

- www.historiasdemujeres,com

- http://feminismo.about.com

“¿NO SOY YO UNA MUJER?”

Pues bien, chicos, debe haber algún desajuste donde hay tanto escándalo. Creo que los blancos estarán pronto en apuros con los negros del sur y las mujeres del norte. ¿Pero de que estamos hablando aquí?

Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitan ser ayudadas para subir a los carruajes, y que hay que ayudarlas a cruzar los charcos y que deben tener el mejor lugar donde sea. A mí nadie me ayuda a subir a los carruajes, o a atravesar los charcos barrosos, ni me da ningún lugar de los mejores. ¿Acaso no soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mi brazo! He labrado y plantado y he cosechado en los graneros. Y ningún hombre fue capaz de ayudarme. ¿Y acaso no soy una mujer? Pude trabajar tanto como un hombre, y pude comer tanto como un hombre (cuando conseguí comida) y he soportado también los latigazos. ¿Y acaso no soy una mujer? He dado a luz a trece hijos y he visto a la mayoría de ellos ser vendidos como esclavos y cuando he gritado con mi dolor de madre, solo Jesús me ha escuchado. ¿Y acaso no soy una mujer?

Ellos hablan sobre esta cosa que tienen en la cabeza, ¿cómo lo llaman?

Intelecto -contestó una de las mujeres del público-. Eso es, cariño. ¿Qué tiene que ver el intelecto con los derechos de las mujeres o de los negros? Si en mi copa cabe una pinta y en la tuya cabe sólo un cuarto, ¿no serías malvado si no me dejaras tener mi copa medio llena?

Miren a ese pequeño hombre de traje de allí, dice que las mujeres no podemos tener los mismos derechos que los hombres porque Cristo no era una mujer. ¿De dónde vino tu Cristo? ¿De dónde vino tu Cristo? De Dios y una mujer. Los hombres no tuvieron nada que ver con él.

Si la primera mujer que Dios creó fue lo suficientemente fuerte para poner el mundo patas arriba por si sola, todas estas mujeres juntas deberían ser capaces de darlo vuelta otra vez. Y ahora están pidiendo hacerlo, así que será mejor que se lo permitan.

Obligados están ustedes a escucharme y ahora Sojourner no tiene nada más que decir.

(Convención de mujeres en Akron, Ohio, diciembre de 1851).