llegan cartas

Enorme historia mínima

MARÍA CAROLINA CAPUTTO

DNI 25.803.874

Tuve el agrado de leer en la edición del diario del domingo último la nota titulada “Historia mínima” que firma Natalia Pandolfo. Debo confesar que me generó una sentida y creciente alegría a medida que avanzaba en el relato. Es que, en estos tiempos en los que parece ganar la violencia, el desánimo, el individualismo, en que parecen ser todas noticias cargadas de frivolidad o de angustiantes e inverosímiles noticias, conocer que una persona -hasta ayer, ignota para mí; desde ayer, Mariana- pasó desinteresadamente de la compasión a la acción para paliar la triste realidad ajena, me resulta muy honroso y digno de destacar.

No me refiero sólo a la tenaz inquietud de los ingenieros -Luis y Omar- que fabricaron el novedoso dispositivo que, ni más ni menos, sirve para mejorar la calidad de vida de Daniel, quien se encuentra postrado, preso de una grave discapacidad, permitiéndole abrir su acotado mundo.

Destaco pues el ejemplo de esta persona de nombre Mariana, que tuvo una actitud extraordinaria en el sentido más puro de la palabra: salió de lo común, de lo ordinario, de la actitud que naturalmente se sigue cuando se conoce del caso “del otro” que sufre tamaño padecimiento. Así, se escuchan lamentos, tristezas, enojos contra lo miserable del mundo, o se despierta una inexplicable curiosidad, pero son reacciones tan inocuas como pasajeras. Pasadas las horas, uno vuelve a su ritmo habitual de vida.

Mariana fue más allá: logró sembrar en sí la semilla de la empatía, involucrándose y haciéndose carne de la situación de Daniel, pasando de una actitud pasiva (la del común denominador de las personas) a una activa. No soy mecánica, pero metafóricamente hablando, diría que no sólo “hizo contacto”, sino que “puso el motor en marcha, primera y arrancó”.

Su actitud, así como la de todos aquellos que estuvieron involucrados en esa gran historia mínima -ingenieros, familia, la empresa que cubrió los gastos del dispositivo y la de la periodista que la dio a conocer-, merece mi felicitación, por la convicción con la que actuaron, los esfuerzos que dieron sus holgados frutos, por no haber bajado los brazos, por enseñarnos con el ejemplo, y por ser -al decir de Bachrach- agentes de cambio, aquellos que empiezan a doblar el timón y hacen que el barco dé la vuelta. Muchas gracias.