Entrevista a Carina Radilov
Entrevista a Carina Radilov
La narrativa que se mueve hoy

Carina Radilov Chirov.
Por Analía Giordanino
Carina Radilov Chirov (Sunchales, 1972) publicó Lxs célebres desconocidxs (antología poética, 2008); Flor del Llano (2009, reeditado por la editorial rosarina Espiral Calipso en 2011) y Yo soñaba con comprarme una combi (2013, selección de poesía santafesina, Erizo Editora, Rosario).
Donde empieza a moverse el mundo, su primer libro de cuentos aparece en la escena literaria regional con una escritura que desestabiliza la geografía encayada del silencio y la siesta del interior de provincias.
—¿Cómo fue el proceso de escritura y edición de la obra?
—El proceso de escritura parte de un deseo: el mío de escribir narrativa. Venía recorriendo la poesía y me desafié a encarar la narración. Cada cuento en sí mismo no me llevó mucho tiempo de escritura, pero sí la maceración previa. Convivo mental y emocionalmente con los personajes, en casi todos los casos. Hubo alguno en que tiempo de escritura y de invención coincidieron, pero son minoría. Estaba haciendo taller con Luciano Lamberti, así que él fue el primer lector de los cuentos. Luego se los pasé a dos personas más, a la amiga que en este momento me está haciendo preguntas y a mi pareja, Mauro. Con cierta confianza en que los cuentos podían ya ver la luz de la edición, se los envié a Martín Maigua, de Editorial Nudista, con quien trabajamos la selección, el orden y el pulido final de los textos. Quedaron algunos textos afuera, porque priorizamos la creación de un clima que aunara las historias: el clima de reposo y, a la vez, de inquietud que impera en un pueblo, sobre todo en las horas muertas.
—Todos los cuentos plantean un tránsito de los personajes a otra parte, un traslado: de una ciudad a otra, de una habitación a otra, de un estado del deseo inmóvil y cotidiano a otro donde cabe la posibilidad del extravío. El título de la obra, que da nombre a uno de los cuentos, da cuenta de esta geografía limítrofe. ¿Dónde empieza a moverse el mundo en tus cuentos?
—¿Quién dijo que toda escritura es un viaje? ¿O toda narración? ¡Soy muy olvidadiza para andar citando! Vistos en el conjunto del libro, todos los cuentos narran momentos de tránsito, quizás porque en ese tiempo del pasaje de un estado a otro, de un lugar a otro es donde me interesa explorar. Quien escribe suele ser menos perceptivo y agudo que quien lee, y en este sentido, la lectura que hizo Javier Martínez Ramacciotti en Bitácora de Vuelo me parece muy atenta e iluminadora. Lo que puedo decir sobre la pregunta acerca de dónde empieza a moverse el mundo, es: en la intimidad. Me sigue asombrando cómo ante un cambio de alguien, solemos exclamar ¡qué extraño!, ¿por qué? Y en verdad desconocemos casi todo de los otros, sus vaivenes emocionales, las condiciones que les imponen a sus vidas para ser parte de la comunidad. Cada persona es un misterio y aún los más cercanos permanecen en una alteridad que aceptamos, para convivir. Entonces, el mundo empieza a moverse en un temblor o en un sacudón, pero ajenos a la vista del otro. “El universo es un oscuro claro andante bosque / donde todo movimiento es cacería”. María Teresa Andruetto cita estos versos de Amelia Biagioni. Me los apropio para resignificar la idea de movimiento. Los personajes de mis cuentos salen a la intemperie de su propio mundo y, expuestos, deben cazar algo, o actuar el espectáculo de la caza.
—En todos los cuentos, aun en los que aparecen personajes masculinos, las tensiones narrativas aparecen cuando los personajes femeninos subvierten el deseo o el hacer de la permanencia, de la inmovilidad. ¿Qué opinás de las posibles lecturas feministas sobre tu obra?
—¡Que serían acertadas! Aunque no desde una búsqueda explícita, sino como consecuencia natural de mi propia indagación existencial. Acá me acuerdo de una afirmación de Caitlin Moran, periodista inglesa, en su libro “Cómo ser mujer”, y la cito textual: “¿Qué creen que es el feminismo, señoras? ¿Qué aspecto de la liberación de la mujer no va con ustedes? ¿Es el derecho a voto? ¿La campaña por la igualdad de salarios?”. Claramente, si sos mujer y reconocés que hemos obtenido logros, no podés dejar de gritar, como dice Moran que ella lo hizo a los quince, parada sobre una silla: ¡soy feminista! Es decir, mis personajes tanto como yo, viven el hecho de ser mujeres y luchan consigo mismas para ser personas. O sea, para encontrar a quien desean ser, y abandonar esa circunstancia que las ubicó en un sitio donde se sienten aprisionadas. Creo que este proceso lo viven casi todas las personas. Es la antigua lucha individuo-sociedad, pero tengo más experiencia en cómo vivirlo desde el sexo femenino, así que elegí personajes femeninos.
—¿Cuál es tu geografía personal de lectura? ¿Qué espacios de tránsito te interesan cuando leés?
—Más que espacios de tránsito, me interesa encontrar espacios donde permanecer mientras leo. Necesito contar con un mundo alternativo donde escaparme cada día un rato. Leo como una adicta, y suelo tener que releer porque me perdí detalles en la compulsión. Por eso, adoro las largas novelas donde habito durante semanas. Por ejemplo, me sucede con las novelas de Joyce Carol Oates, en las que suelo estancarme, abandonarlas y retomarlas; así, el proceso de la lectura de ese texto en particular me sostiene durante un tiempo prolongado. Mientras tanto, leo textos más breves, cuentos sobre todo, casi no soy lectora de ensayo o teoría. Y la poesía, en esta geografía imaginaria, se ubica en puestitos callejeros o rincones de parques para mostrar una escena radiante.
Si me das a elegir, optaría por un trabajo como el de esa peli francesa, “La lectora”, donde la protagonista alquila su tiempo para leer. Por ahora, tengo que seguir dando clases, y como ahí hay un público cautivo, me apropio del tiempo para leerles a los alumnos.
En cuanto a quiénes leo: ¡tutti frutti! Busco leer más a mis contemporáneos, más a mujeres, y luego, lo que siempre hay pendiente: escritoras que descubrí tardíamente como Flannery O’Connor o Carson McCullers. Y siempre queda un libro del rey King que aún no leí, y lo ataco con gula. Esa es la única lectura que me acompañó desde la adolescencia, cuando descubrí a King en la biblioteca pública de Sunchales. Nunca lo abandoné, bueno, quizás un poco durante el tiempo de formación en el Profesorado, porque no tenía tiempo para otras lecturas más que las de la carrera y otro poco por vergüenza. ¡Leer a Stephen King! Pero se me olvidó rápido el prurito y le debo a este hermoso monstruo horas plenas de felicidad (y miedo también).
