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Sobre textos teatrales

Dos nuevos libros con obras teatrales se publicaron en Paraná. Se trata de “En el borde” y “Nohotcho”, ambos de Santiago Marcos.

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Dos nuevas publicaciones fueron dadas a conocer recientemente en la región. Son libros publicados por Santiago Marcos, hombre de teatro de Paraná que con mucho esfuerzo encaró la labor de ver concretado su sueño. Uno de ellos es “En el borde. Obras y borradores teatrales”, en la que su prologuista, el consagrado director teatral santafesino Julio Beltzer sostiene que nunca es fácil prologar. “Es una tarea de mucho compromiso en la medida en que se presenta un breve material textual -porque considero que un prólogo debe ser breve- desde una mirada particular que bien puede no acordar con la de los futuros lectores. Más en este caso, se torna difícil, en la medida en que el autor es un ex alumno, hombre de teatro y desde hace ya un tiempo, dramaturgo, con muchas, muchísimas horas de escritura. Ése es un signo muy particular de Santiago: su capacidad de trabajo. Y el otro es su humildad para escuchar, corregir, ampliar, modificar...”.

Beltzer analiza luego las obras publicadas. “De ‘Era de madera el bandido' subraya que se puede definir como una comedia construida con un léxico específicamente teatral y con problemáticas propias de la actividad dramática tales como las diferentes capacidades para la actuación, los distintos registros que se encaran de acuerdo con cada obra, el teatro como juego, la marcación escénica, los divismos, el erotismo en los vínculos de un grupo artístico, el lugar de poder del director... -que en este caso es el ausente que se nombra-. Detrás de la aparente sencillez coloquial de una situación dramática básica la espera por la asignación de los personajes de una obra- existe un cuidadoso juego de palabras que se reiteran, cargadas de significaciones, y que van variando en su devenir”.

“‘Lo de afuera' es un texto estructurado -dice el prologuista- en escenas que presenta desde su inicio una situación de encierro con dos personajes denominados genéricamente Él y Ella. Rápidamente, aparece en el relato ‘la amenaza del afuera' -a través de voces en off en la puerta de calle y, más adelante, a partir de llamadas y voces en el teléfono-. Pero adentro las cosas no son mejores. Los objetos, como los portarretratos, el libro, el almohadón, el reloj, el televisor, el interruptor de la luz, la luz y la oscuridad en sí mismas, el ventilador o el mismo teléfono parecen tener vida propia. No moverse para Él y Ella, ni siquiera en el territorio conocido de su dormitorio, puede ser lo menos peligroso.

“‘En la playa' y ‘El semáforo del amor' son los dos últimos textos presentados en este volumen por Santiago Marcos y llevan -escribe Beltzer- como una suerte de segundo título aclaratorio. El mismo es ‘borrador para teatro' y de este modo anticipa al lector con el supuesto género con el que se va a encontrar. Intencionalmente o no, eso no se sabe, se dirige a un lector avezado que reconoce -apenas comienzan los textos- estar en presencia de narraciones”.

Monólogos humorísticos

El otro libro es “Nohotcho. Monólogos humorísticos” y en el “Prólogo con advertencia” Ricardo Romero reflexiona que “antes de prologar, me veo en la necesidad de prologar el prólogo. La Real Academia Española dice que un prólogo es una ‘introducción a ciertas obras para explicarlas al lector o comentar algún aspecto de las mismas' o ‘lo que sirve para introducir alguna cosa a modo de presentación o preparación'. Eso parece bastante. Yo no sé si estoy a la altura de hacer todas estas cosas, pero al menos voy a ‘prepararlos', porque es mi deber hacerlo: me debo a la verdad (o a la verdá, como diría el sabio Silveti). Y la verdad es una sola, éste es mi prólogo. La verdad es que Santiago Marcos no existe, es un personaje de ficción.

Tomá. Ahí está, la dije”.

Luego continúa: “Efectivamente, Santiago Marcos no existe. Cualquiera que lo haya frecuentado puede saberlo. Basta con haber pasado alguna vez por calle Millán en la hora de las bicicletas, basta con haber recorrido algunas escuelas secundarias paranaenses de hace veinte años (casi cualquiera) o haber deambulado por las tardes del club Ciclista. Alcanza y sobra con haberlo cruzado en cualquier calle de Paraná en las altas horas de la madrugada, altas y frías horas en las que las verdades se revelan solitas, tiritando (seguramente él, campera de cuero con centenares de cierres y sombrero de cowboy, se habrá escondido amontonando su larga figura contra una pared blanca iluminada por la luna)...”.

Más adelante, Romero finaliza poniendo de relieve que “... Santiago Marcos es un personaje más de ese entramado esencial y caprichoso que tiene la voluntad de ser muchos, la necesidad de personificarlos todos. Un actor, digamos. Alguien que actúa. Que pone en funcionamiento mundos de jolgorio para poder ser, para poder sobrevivir en el mundo éste que nunca nos alcanza. Pero la cosa no termina ahí. Las voces se superponen, todos quieren hablar, y entonces el personaje que es Santiago Marcos decide escribir para no enloquecer (para no enloquecerse él y no enloquecer a los que lo rodean). No sé si es mucho a lo que podemos aspirar cuando escribimos, pero me parece que una de las opciones más honestas es ésta: escribir para no enloquecer. Para no dejar que el mundo nos borre del mapa atravesándonos con su locura trivial y anónima”.

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