Inicios del Almirante
ALTE. GUILLERMO BROWN.
Por Juan Pablo Bustos Thames
La fecha más aceptada del nacimiento de William Brown es el 22 de junio de 1777, en Foxford (Béal Easa, en gaélico irlandés), condado de Mayo (Maigh Eo, en celta), en el oeste de Irlanda; país que, ocupado por los ingleses, conformaba, entonces, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
No han llegado hasta nosotros los nombres de sus padres; y tampoco se ha hallado la fe de bautismo del futuro almirante en su Irlanda natal. No se sabe tampoco que hubiera tenido hermanos.
William nació en el seno de una típica familia católica irlandesa. Vicente Fidel López nos cuenta que “había pasado los primeros años de su infancia en Estados Unidos, al lado de su padre; y debió ser en una condición menesterosa, pues a los once años servía de grumete a bordo de un buque costanero”.
La vida era dura en la isla irlandesa de fines del siglo XVIII. Sucesivas hambrunas, los enfrentamientos permanentes de la resistencia católica irlandesa contra la ocupación anglicana británica y las duras represalias inglesas en contra de los pueblos sospechados de simpatizar con los alzamientos nacionalistas, sumieron en la miseria a casi toda la población no directamente relacionada con los ocupantes.
Todos estos estragos llevaron a muchos irlandeses a emigrar masivamente con sus familias hacia costas más receptivas, que fueran tolerantes con su fe e ideas de libertad. Por una razón de proximidad, los recientemente independizados Estados Unidos de Norteamérica se constituyeron en el destino ideal de muchos emigrados irlandeses de la época. Ese país se había fundado, precisamente, haciendo de la tolerancia religiosa y política una de sus más preciadas garantías. Además, allí tampoco tendrían los irlandeses dificultades con el idioma, al hablar la misma lengua que estaban acostumbrados a utilizar para comunicarse con los invasores ingleses.
La emigración a Filadelfia
No se sabe mucho de los padres del almirante. Llama la atención que él nunca hiciera mención de su madre; y de hecho, nada sabemos de ella. ¿Habrá, tal vez, fallecido al dar a luz a su único hijo sobreviviente?
Igualmente, poca información se ha podido recabar sobre los primeros años del joven William en los Estados Unidos. La versión más difundida es que allá por 1786 Brown emigró a ese país, a los nueve años de edad, acompañando a su padre.
Ya en su madurez, William refirió que un amigo de su papá, ante las penurias que vivían los Brown en Irlanda, los había invitado a vivir con él en Filadelfia, en la mancomunidad (Estado) de Pennsylvania (EE.UU.). Es paradójico que los Brown se hubieran instalado en Filadelfia, una ciudad que había sido fundada en 1682 (menos de un siglo antes) por William Penn, un colonizador cuáquero inglés del que deriva el nombre del actual Estado de Pennsylvania.
Penn se había radicado en Norteamérica para escapar, con sus seguidores, de las persecuciones religiosas en Inglaterra; y fundó su ciudad del “amor fraternal”, a la que concibió como un santuario de tolerancia religiosa. Así, en su suelo, nadie padecería persecuciones políticas o religiosas, propósito reflejado en el nombre -Filadelfia- derivado del griego (philos: amor; y adelphos, hermano)
Filadelfia había sido la ciudad donde se declarara la independencia norteamericana en 1776, un año antes del nacimiento del pequeño William. La guerra de la independencia norteamericana había concluido en 1783, tres años antes del arribo de los Brown, luego de la firma del Tratado de París. Filadelfia había sido la tercera ciudad más poblada del imperio británico, después de Londres y Dublín, poco antes de la Independencia Norteamericana; y les ofrecía a los recién llegados un panorama muy promisorio.
A poco de arribar, el anfitrión y amigo de los Brown enfermó de fiebre amarilla y falleció, dejando desamparados a sus huéspedes irlandeses. Poco tiempo después murió también su padre, contagiado de fiebre amarilla. El niño William se salvó de milagro y tuvo que rebuscárselas en lo que pudo, porque había quedado solo en la vida. Tal vez fue eso lo que lo empujó hacia el mar; en busca de una familia que ya no tenía en tierra firme.
Apenas dos años después de su arribo, a los once, Brown se desempeñaba ya como grumete, a bordo de un barco costero. Hacía trabajos de limpieza y auxiliaba, desde abajo y en sus rudimentos, a la navegación y la marinería. Deben haber sido años duros y tristes para el futuro creador de la Armada Argentina, aunque poco sabemos de ellos; ya que Brown fue siempre muy reservado respecto de sus primeros años de vida.
Sus inicios en la marina mercante
Con el paso de los años progresó en su oficio, y de modo paralelo, empezó a ofrecer sus servicios a barcos mercantes de mayor porte. Así tenemos, en los años subsiguientes, a Brown navegando hacia el Caribe, el Atlántico y las Antillas, en barcos norteamericanos. A los diecinueve años, llegó a ser capitán de una de esas embarcaciones. En una travesía frecuente por el Atlántico, su barco fue interceptado por un buque de guerra inglés en 1796. Ese año había estallado la guerra anglo-española a raíz de la firma del tratado de San Ildefonso, por el cual España se había aliado con la Francia republicana para enfrentar a Inglaterra.
Ante ese conflicto con dos poderosos aliados, Gran Bretaña hizo uso, en todos los mares donde podía, del “Derecho de Visita”, facultad que ejercían en alta mar los buques de guerra sobre buques mercantes para verificar la nacionalidad y naturaleza de su tripulación, carga y actividades.
Fue lo que ocurrió con la embarcación norteamericana (neutral en el conflicto) que era comandada por Brown, y al advertir que se trataba de un joven capitán irlandés, los ingleses lo reputaron “súbdito británico” y lo enrolaron forzosamente en el servicio de la Royal Navy. Así fue como, providencialmente, nuestro futuro almirante Brown pasaría de la marina mercante estadounidense a la flota de guerra más poderosa del mundo, donde aprendería el arte de las armas en el mar; que tanta gloria llevaría a nuestra Armada.
Los años siguientes, el joven William servirá en un buque de guerra inglés cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros. Las vicisitudes del destino quisieron que, a su tiempo, ese buque fuera atacado por un navío francés que logrará su captura y la rendición de sus tripulantes.
Prisionero de la Revolución Francesa
Brown ni siquiera se tomó la molestia de explicarles a sus captores galos que, en realidad, él no era inglés, sino irlandés, y que había sido obligado a servir bajo la bandera británica en contra de su voluntad. Para los franceses, él estaba ataviado con un uniforme enemigo, hablaba inglés y tenía todo el aspecto de un marino adversario. Por eso, terminó en una prisión militar en Metz, junto a cientos de prisioneros enemigos de Francia, en las guerras de la Revolución Francesa. Inquieto, intentó fugarse pero fue descubierto y recapturado. Lo enviaron, entonces, a la prisión de Verdún, de donde, tiempo después, insistirá con su tentativa de escape; esa vez, con bastante éxito. Para fugarse contará con la complicidad de otro prisionero: un coronel inglés al que, por estar lesionado, Brown terminó cargándolo sobre sus hombros, hasta llegar a un Estado alemán en la frontera con Francia, luego de atravesar el Rhin. Fue una aventura épica, digna de un rodaje cinematográfico.
Ya en suelo alemán, se las ingenió, junto al coronel, para embarcarse hacia el suelo inglés. Es probable que en Londres haya recibido las recomendaciones correspondientes por parte de su compañero de fuga. La mayoría de las fuentes estima que Brown reanudó su carrera naval en la Royal Navy.
Al respecto, en las planillas de armamento de la Oficina de Registros Navales del Almirantazgo británico figura un tal “William Brown” entre 1801 y 1804; y nuevamente, otro más, entre 1804 y 1809. ¿Se tratará de nuestro Almirante? Es probable, aunque no lo podemos asegurar. Es que su apellido es común en las islas británicas, al igual que su nombre de pila. Sin embargo, las fechas informadas en ese enrolamiento coinciden con los años en que Brown pudo haber servido en la marina de guerra inglesa.
Durante su estadía en Gran Bretaña, William se enamoró de la joven inglesa, Elizabeth Chitty Curling, quien había nacido en 1787. Era diez años menor que William. Pertenecía a una respetable familia anglicana londinense, aunque sin fortuna. Su abuelo, padre y hermano eran marinos; y no sería de extrañar que nuestro futuro almirante la hubiera conocido en el ambiente de la marinería. El hecho de ser irlandés y católico no fue impedimento para que prosperara el noviazgo en el seno de una familia tradicional inglesa y protestante.
El casamiento se realizó el 29 de julio de 1809 en la parroquia anglicana de Saint George in the East, condado de Middlesex, Londres. El novio tenía treinta y dos años de edad y la novia acababa de cumplir veintidós. Cuenta la tradición de los Brown que también se casaron, ese día, por el culto católico y mostraron gran tolerancia y amor entre ambos, hasta el final de sus días. El convenio entre ambos establecía, con respecto al credo de su prole: “nuestras hijas: protestantes; nuestros hijos: católicos”. Así se cumplió: sus siete hijos varones fueron bautizados en iglesias católicas, y sus dos hijas, en la grey anglicana.