Siempre más

por Arturo Lomello

Es infinitamente distinto ver al hombre como el producto de un proceso puramente material y mecánico, o percibirlo como la creación divina de Dios. Si somos materia, si nos vemos como sólo materia no es raro que esa reducción de la realidad nos convierta en marionetas que sucumben a la droga, a la violencia extrema y a los vicios en general. No podemos amarnos a nosotros mismos si partimos de la eliminación de lo sobrenatural.

El empobrecimiento de nuestra visión de la vida provoca resultados catastróficos. Por ejemplo: odiar al que no comparte la mezquindad de nuestra ideología particular. ¡Cuántos asesinatos se cometen día a día por omitir que tenemos un alma! ¡Cuánta indiferencia de lo que le ocurre a nuestro vecino porque no captamos que no somos una masa de músculos, sangre, huesos y nervios! Escandaliza la falta de autoestima, ya que cuando somos conscientes de las infinitas posibilidades que significa ser una persona, se abre ante nuestros ojos un universo milagroso donde todo va hacia un siempre más y la muerte es una puerta que conduce a maravillosas transformaciones. Veamos si no cómo la flor se convierte en fruto, y nosotros consideramos que únicamente se trata de un hecho biológico. Así, cada paso que damos deja de ser un automatismo y entonces se transforma en una sorpresa constante, en un nuevo descubrimiento, de que la realidad es creada momento tras momento. Y lo curioso, lo paradójico, es que seguimos actuando como si todo fuera obligatorio y no una gracia. Lo más evidente nos pasa desapercibido y entonces el devenir presenta consistencia de rutina y la fatalidad reemplaza a la creación.

Hay que reconocer que la realidad es siempre más para aprender a que nunca la ausencia es definitiva.