PRELUDIO DE TANGO
PRELUDIO DE TANGO
Enrique Pedro Maroni

Manuel Adet
No recuerdo en qué programa de radio escuché a un locutor recitando las “glosas” (así le decían en aquellos lejanos años) de un tango que me permitió descubrir a Enrique Pedro Maroni, autor de “Apología del tango”. Esas glosas las escuché después infinidad de veces. Supongo que cada vez que se iniciaba un programa de tango o un locutor pretendía presentar a un cantante o a una orquesta, recurría a estos versos que todo tanguero alguna vez recitó en voz baja: “Tango que me hiciste mal/ y sin embargo te quiero/, porque sos el mensajero/ del alma del arrabal. /No sé qué encanto fatal/ tienen tus notas sentidas/ que la mistonga guarida del corazón se me ensancha /como pidiéndole cancha al dolor que hay en mi vida...”.
El poema fue tan popular que hasta dio lugar a humoradas y burlas acerca del inevitable tono pesimista del tango. Su estrofa más famosa no es la primera, la cual para mi gusto es excesivamente cursi. Sin embargo, el poema crece en los siguientes versos hasta llegar al más famoso. Luego llega otra estrofa que por su ritmo y algunas de sus imágenes merece la aprobación de todo tanguero con sangre en las venas: “Por vos me he morfao más canas que pelos tengo en el mate/ Por vos hizo el disparate de envenenarse mi hermana/ No hay bochinche ni macana que en tu homenaje no hiciera/ y en cualquier fiesta arrabalera donde campeás con honor/ me has dado siempre valor pa hacerle frente a cualquiera”.
A la hora de escribir “Apología del tango” Maroni ya era un protagonista genuino de la noche porteña. Poeta, guionista, dramaturgo, pero por sobre todas las cosas locutor del radio, locutor en un tiempo en que este oficio tenía una distinción y jerarquía que con los años se ha perdido lamentablemente. En 1937, por ejemplo, fue declarado el locutor número uno de la ciudad. El título se lo merecía. Dirigía un programa en Radio Splendid donde presentaba los titulares de La Prensa, el diario más vendido en aquellos años. Su voz era clara, la dicción era limpia, en definitiva daba gusto escucharlo.
Enrique Pedro Maroni nació en la localidad bonaerense de Bragado, el 17 de marzo de 1887. Tenía alrededor de veinticinco años cuando escribió su primera obra: “Los bohemios de Bragado”, dirigida por César Ratti. Dos años después se trasladó a Buenos Aires. En 1917 estrenó en el Teatro Buenos Aires su primer sainete: “Mala cría” compuesto con Rogelio Giúdice. La obra contó con muy buena publicidad, pero la crítica fue muy dura con ella.
El primer “protagónico” de Maroni ocurrió en junio de 1924, cuando en el teatro Apolo se representó “Un programa de cabaret”, obra dirigida por Leopoldo Simari. “Un programa de cabaret” no se distinguió del montón, pero allí estuvo presente un poema que dio lugar a una de las grandes polémicas del tango. Se trata de la versión de la “Cumparsita” titulada “Si supieras”, escrita por Pascual Contursi en colaboración -algunos ponen en duda esta colaboración- con Maroni. “Si supieras” fue cantada por primera vez por Juan Ferrari, un cantor excepcional injustamente relegado al olvido.
Se cuenta que cuando Gerardo Matos Rodríguez se enteró en París de que su obra había sido representada sin su conocimiento, armó un gran jaleo y dio inicio a un juicio tan interminable que el fallo definitivo se produjo en 1948, poco tiempo después que Matos Rodríguez pasara a mejor vida. Los familiares de Maroni insisten hasta el día de hoy que Enrique Pedro acompañó a Contursi en la creación de “Si supieras”, un acompañamiento parecido al que se dio en ese otro gran tango que se llama “La mina del Ford”.
Se cuenta que Maroni escribió alrededor de cien tangos, la gran mayoría olvidables. Sin embargo, Carlos Gardel le grabó catorce, entre los que merecen mencionarse “Cicatrices”, “Callecita de mi barrio”, “La salteñita”, “Micifuz”, “La borrachera del tango”, “Machaza de mi suerte”, “La hija de la japonesita”, la milonga “Tortazos” y “Chola”, para mencionar los más conocidos.
También Ignacio Corsini lo honró grabando algunos de sus poemas: “El poncho del olvido”, “Entre sombras”, “La carreta”, “Fruto bendito”, “La querencia”. Como se podrá apreciar, no son los mejores tangos de Gardel o de Corsini, los dos cantantes más famosos de la década del treinta. Sin embargo, Maroni siempre se las arreglaba para que sus tangos estén en el aire o en la música de la orquesta de Canaro, por ejemplo, que siempre tuvo olfato para lo que le gustara al público. Un ejemplo de lo mencionado es el tango escrito en 1928 titulado “Hipólito Yrigoyen” en homenaje al presidente de la Nación. La música y la letra pertenecen a Maroni, aunque están los que afirman que el poema fue escrito por Ignacio Varsane. A “Hipólito Yrigoyen” lo grabó, como no podía ser de otra manera, Francisco Canaro. Poco tiempo después, lo interpretó Ignacio Corsini.
El tango fue un recurso publicitario de la campaña electoral de 1928, campaña que los radicales ganaron de punta a punta. El poema es más un jingle publicitario que otra cosa. Su primera estrofa es representativa de lo que estoy hablando: “Yrigoyen presidente la Argentina te reclama/ la voz del pueblo te llama/ y no te debés negar/ él necesita tu amparo/ criollo mojón del quebracho/ plantado siempre a lo macho/ en el campo radical”.
La diferencia con “Cicatrices”, por ejemplo, es notoria: “Cicatrices, incurables de una herida/ que me ha causado la vida/ en un triste batallar/ Cicatrices que ya no se cierran nunca, porque siempre llevan trunca/, la esperanza de curar”. Insisto, la diferencia es la que existe entre la creación y la propaganda. Respecto de “Cicatrices” recomiendo la versión interpretada por el gran Ángel Vargas.
Además de locutor, poeta y dramaturgo, Maroni alguna vez incursionó como guionista. El corto de Carlos Gardel, “Viejo smoking”, fue escrito por él. Fiel a su estilo no rehusó la tentación de publicar libros de poemas. La pesquisa recuerda tres: “La humilde cosecha”, “Arreando sueños” y “Camino de violetas”, donde se destaca “Apología del tango”. Pedro Enrique Maroni murió en la ciudad de Buenos Aires, el 30 de diciembre de 1957.
Enrique Pedro Maroni nació en la localidad bonaerense de Bragado, el 17 de marzo de 1887. Tenía alrededor de veinticinco años cuando escribió su primera obra: “Los bohemios de Bragado”, dirigida por César Ratti.