Una ciudad en todas sus dimensiones

La coexistencia de dos ciudades en un mismo espacio geográfico se hizo palpable en la serie de notas publicadas entre julio y septiembre en nuestra revista. De ellas, la que inauguró aquel espacio obtuvo dos importantes reconocimientos. Aquí, la opinión de las autoras del primer informe y un repaso por el resto de la producción.

PRODUCCIÓN. NANCY BALZA. FOTOS. FLAVIO RAINA

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MaríaVittori: “Todas las personas con las que nos cruzamos tuvieron la generosidad de hablar con nosotros y hacernos parte de sus vidas y sus padecimientos. La deuda que tenemos con ellos es inmensa”.

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Mónica Ritacca: “No se si va a cambiar algo; ojalá que si porque soy mamá y me preocupa la ciudad en la que van a vivir mis hijos. Ojalá que no hagan oídos sordos, porque está a las claras que la ciudad está partida”.

 
 

A mediados de julio, revista Nosotros comenzó a publicar una serie de informes en los que se trataba de abordar, desde diferentes perspectivas, las dos ciudades que conviven en la misma capital santafesina: una, integrada, con todos los servicios, epicentro de actividades culturales, turística,. Y otra, alejada de los bulevares por mucho más que por una cuestión de distancias.

“Hay una ciudad que no se ve y que sólo es visible si se la recorre a lo largo y a lo ancho”, arrancaba “Santa Fe, ciudad partida”, el informe firmado por Mónica Ritacca y María Vittori que obtuvo este año el Premio Adepa en Periodismo Político y el premio Comunica, que otorga la Universidad Católica de Santa Fe. Aquella nota resultó una síntesis de 44 recorridas por diferentes puntos de la ciudad, publicados en “Crónicas de barrio”, en diario El Litoral. Y a la vez dio inicio a los mencionados informes.

Ritacca, una de las periodistas premiadas y coautora de la nota explica cómo se fue gestando este trabajo, que tiene su antecedente en una recorrida realizada varios años atrás, y de las diferencias entre un momento y el otro.

- ¿Cómo llegan a esta nota?

- “Crónicas de barrio arrancó en noviembre de 2012 con una realidad completamente diferente a la que vemos hoy. Hubo una impasse en la que no participé y me reemplazó Florencia Arri, pero cuando retomé este año me encontré con una realidad totalmente diferente, aunque ya veníamos recorriendo barrios periféricos.

- ¿Qué tenía de diferente?

- Diferente es estar en el barrio y que al lado de la camioneta del diario pase gente armada. Antes llegaba el periodismo a un barrio de la periferia y la gente se acercaba a hablar, a contarte de sus problemas. ahora esa situación cambió totalmente: llegamos y hay un sector reducido que te echa, te pregunta “¿qué hacen acá?”, “¿para qué vienen?”. Sentimos que el periodismo ya no está siendo tan respetado como antes. Pero no por todo un barrio, sino por un sector mínimo.

DIFERENCIAS EN TODAS LAS ESCALAS

Más allá de las notas que desde siempre, a lo largo de la historia del diario, tuvieron como eje a los barrios de la ciudad, es la segunda vez que un equipo periodístico recorre los diferentes sectores de la capital santafesina a modo de producción especial. El primer ciclo fue “Voces de barrio” y se inició en 2006 también con Ritacca y Sol Lauría (ambas recibieron ese año el premio Adepa en la categoría Bien Público). “En aquel momento era otra realidad. Volví a las recorridas en 2012 y el panorama no tiene nada que ver. Lo que llama la atención es la violencia, que antes no se veía de la misma manera; gente consumiendo droga en una esquina adelante tuyo, que a lo mejor ya estaba en 2005 pero no de manera tan visible”.

La colega aporta un dato que llama la atención: la marcada diferencia que se observa entre el norte de la ciudad y el sur, el este y el oeste se repite dentro de los propios barrios. “Lo hemos comprobado haciendo este trabajo, al tomar los límites de un barrio, siempre el oeste está más postergado”.

Esas diferencias se materializan en la prestación de los servicios básicos que en aquel informe publicado en julio estaban cuantificados. Recuerda Ritacca que “desde la Defensoría del Pueblo se comunicaron porque les llamaba la atención la cantidad de barrios que no tenían escuelas. Pero a lo mejor la escuela está a una cuadra en una calle que pertenece a otra jurisdicción”.

Sin embargo, “lo llamativo es el tema del transporte público porque muchas zonas están aisladas. Hay un servicio establecido para esos lugares, pero los colectivos no pasan porque las calles están destruidas o los choferes son asaltados, y toda esa gente está a la buena de Dios”.

- Mientras tanto, la ciudad crece. Geográficamente entre un recorrido y otro te habrás encontrado con otro panorama.

- Como ejemplo, cuando recorrimos Altos de Nogueras era otra situación: se veían las casas y la población que había. Hoy, con el relleno sanitario que no está más en ese lugar, hay un asentamiento. El viejo relleno sanitario está poblado de familias y antes era un edificio. Y así, un montón de espacios que en 2005 eran canchitas de fútbol y hoy son villas.

- ¿Crónicas de barrio va a seguir en 2015?

- Va a seguir porque, de los más de 80 barrios que tiene la ciudad, nos quedan pendientes 15. Van a ser tres meses y medio. Y después, por un tiempo, habrá otros proyectos.

- ¿Qué sentiste al recibir estos reconocimientos?

- No lo esperábamos; en Santa Fe somos los únicos que hacemos este trabajo de recorrer los barrios. La nota era una síntesis de dos años de trabajo, más allá de estar o no de acuerdo con lo que se dice. Así que los premios fueron una gran satisfacción.

- ¿Pensás que puede llegar a cambiar algo a partir de mostrar esta parte de la realidad?

- Creo que el tema trascendió, nadie puede decir que no lo vio. Y no fuimos solo nosotras dos: se incorporó Soledad Vittori al proyecto, hay un equipo de fotógrafos que registró lo que contamos y un chofer que nos acompañó. No se si va a cambiar algo; ojalá que si porque soy mamá y me preocupa la ciudad en la que van a vivir mis hijos. Ojalá que no hagan oídos sordos, porque está a las claras que la ciudad está partida.

“UN GRANO DE ARENA”

Por María Vittori.

Una ciudad en todas sus dimensiones

La postal de un sector de barrio San Pantaleón que fue tapa del primer informe de Ciudad Partida. Foto: Pablo Aguirre.

 La ciudad dividida. La ciudad que lucha por salir adelante apoyándose en contextos desiguales.

Funcionarios que muchas veces hacen del silencio su política y toda una sociedad sin respuestas, que entierra a sus hijos, aguarda justicia, busca empleo o un trozo de pan en la basura.

Y el narcotráfico que avanza, generando un nivel de violencia inédito.

Esta es la dolorosa realidad que vivimos, y fue el eje de “Santa Fe: Ciudad partida”, nuestro humilde grano de arena para hacer visible un enorme tramo de la ciudad que muchos desconocen.

El informe reconocido por la asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) fue tan sólo la introducción de una serie de notas en las que varios periodistas de nuestra redacción se sumaron aportando perspectivas relacionadas con la salud, la niñez, la educación, la cultura y el desarrollo urbanístico.

Puntualmente sobre nuestro trabajo, un largo trayecto de más de dos años recorriendo cada rincón de nuestra ciudad funcionó como un duro instructivo que nos enseñó que si bien la responsabilidad última sobre lo que sucede en Santa Fe es de su dirigencia, todos en mayor o menor medida construimos las circunstancias que nos tocan.

El contacto con los barrios nos demostró que es cierto que una sociedad constituye un gran continente. Y que cuando una de sus partes se encuentra en estado de necesidad, sufre o muere, es el conjunto el que se ve disminuido si no sabemos pensarnos como un todo.

Es muy difícil presenciar la pobreza de cerca sin quedar con el alma lastimada. Mantener la objetividad luego de entrar a una casa de chapas en medio de un basural y encontrar a una mujer embarazada de ocho meses y completamente sola. No sentir bronca al ver chiquitos jugando descalzos con temperaturas bajo cero o impotencia al hablar con el empleado de un quintero que pasa todo el día bajo los rayos del sol a cambio de un sueldo irrisorio. No llorar al saber que en algunas escuelas y jardines de nuestra ciudad se debe explicar a los pequeños qué hacer en caso de quedar en medio de un tiroteo.

Todas las personas con las que nos cruzamos tuvieron la generosidad de hablar con nosotros y hacernos parte de sus vidas y sus padecimientos. La deuda que tenemos con ellos es inmensa.

El trabajo de calle es lo más hermoso del periodismo -y de hecho lo que constituye su esencia-, aunque muchas veces volvimos con la garganta cerrada por la tristeza al ver cómo vive la gran mayoría de los santafesinos, o temblando luego de ser apuntados por chicos armados, chicos que deberían tener la posibilidad de estudiar, jugar a la pelota o simplemente tener una vida digna.

Hacer barrios implica una lucha constante por no caer en el peligroso camino de creer que esto no va a mejorar.

Gracias a Dios, a pesar de ser testigos de la crueldad que puede tener la calle, el trabajo nos ha enseñado que cuando los políticos callan, la sociedad se une y se robustece, y que la esperanza curiosamente parecer ser más poderosa que la impotencia.

Una periodista que sale a hacer una nota y vuelve con el firme propósito de armar cajas navideñas para familias necesitadas. Otra periodista, madre de tres bebés, que decide convertir un premio en dinero obtenido con su trabajo en cajas de leche y alimento para comedores periféricos. Un chico que descubrió la raíz de su felicidad colaborando con Actitud Solidaria... Estos son sólo tres ejemplos, y sólo dentro de nuestra redacción. En la ciudad hay muchos más y, afortunadamente, día a día se multiplican.

Anónimos que colaboran en comedores y centros de salud, organizaciones que con su voluntad como único recurso son capaces de suplir el trabajo de toda una estructura estatal, agrupaciones que se manifiestan defendiendo la seguridad de todos, gente que solitariamente o junto a otras personas se han propuesto modificar el trágico destino que nos hostiga a los santafesinos.

Lucecitas, corazones generosos que tienen la capacidad de ver más allá y evidencia de que el cambio es absolutamente posible y que está en nuestras manos.

Necesitamos crecer, y necesitamos empezar a creer que esta ciudad, a veces tan ingrata, también tiene el potencial de enseñar los más hermosos gestos de solidaridad.