Disfrutemos de las fiestas de una manera saludable

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Para evitar el descontrol típico de esta época, sin por ello dejar de disfrutar de las cosas que nos regalan estos días festivos en familia y con amigos, la autora sugiere “moderación y buscar estrategias que nos permitan manejarnos con inteligencia”.

 

ASESORÓ. LIC. MARÍA PERVERSI, NUTRICIONISTA, FUNDACIÓN CARDIOLÓGICA ARGENTINA.

Diciembre suele ser un mes de mucha actividad y emociones. El fin de año nos convoca a todo tipo de eventos: actos del colegio, cenas laborales, encuentros con amigos y familia. Y en todos estos casos, la comida es el centro del encuentro.

Por lo general, estas situaciones pueden llevarnos a comer y beber de más, a consumir alimentos ricos en grasas y azúcares, y en consecuencia, subir algunos kilos. Si bien esto no es dramático, está comprobado que -en la mayoría de los casos- estos excedentes se van instalando y comienzan a acumularse a lo largo del año. Si no se realiza una acción que nos permita anticiparnos a los hechos y organizarnos suele resultar bastante difícil luego combatirlos.

Como siempre aconsejamos, la clave es la moderación y buscar estrategias que nos permitan manejarnos con inteligencia para evitar el descontrol típico de esta época, sin por ello dejar de disfrutar de las cosas que nos regalan estos días festivos en familia y con amigos.

En este sentido, desde la Fundación Cardiológica Argentina queremos brindar algunos consejos que no resulten prohibitivos sino -muy por el contrario- que nos permitan moderar algunas conductas que pueden terminar dañando nuestra salud y la de nuestro corazón.

- Para empezar, también en esos días en los que tenemos algún evento social por la noche, es fundamental hacer un buen desayuno y no saltearse comidas. Recordemos que no es cuestión de dejar de comer durante todo el día para poder comer más en la noche. Se trata de aprender a consumir alimentos seleccionando lo que más nos conviene en cada momento.

Si salteamos comidas llegaremos con más hambre y ansiedad y, por lo tanto, comeremos más. Durante el día podemos optar por consumir mayor cantidad de frutas y verduras, ricas en fibras y agua, y otros alimentos de mayor densidad nutricional (con más nutrientes y menos calorías), dejando las calorías “extras” de los platos más suculentos para la noche. No olvidemos que podemos comer de todo pero con moderación.

- En el momento del encuentro con amigos, una buena forma de regular el tamaño de las porciones y no prohibirnos de comer esos alimentos que nos gustan puede ser utilizar platos de postre para servirnos. Antes de levantarnos por más comida esperemos 10 o 15 minutos para pensar si realmente tenemos hambre; si es así, procuremos que la mayor parte del plato se encuentre ocupado por ensaladas o verduras. Comamos despacio y saboreemos cada bocado. Esto nos ayudará a tener menos hambre a la hora del postre y poder quedar satisfechos con una porción más pequeña de aquellos alimentos que integran la mesa dulce.

CUIDEMOS EL CORAZÓN

- Para cuidar la salud de nuestro corazón podemos experimentar técnicas culinarias y recetas nuevas, o modificar las de todos los días, reemplazando o reduciendo ingredientes como la grasa, la sal y el azúcar.

- Aprovechemos también platos frescos, de escasa manipulación y prácticos, como las ensaladas, brochettes de frutas, carnes magras frías, frutos secos, sopas frías y salsas ligeras.

- Otro punto importante es la hidratación. Si sabemos que por la noche tomaremos alcohol, durante el día optemos por bebidas sin alcohol, preferentemente agua o bebidas no azucaradas.

- Por último, otro gran aliado en esta época es el ejercicio físico. Reservemos, al menos, 30 minutos diarios para salir a caminar o andar en bicicleta. De esta forma, podremos compensar los excesos y mantener nuestro peso y corazón saludables.

Recordemos siempre que las fiestas llegan para ser disfrutadas y, si elegimos hacerlo de manera saludable, sin excesos ni prohibiciones, podremos llegar al próximo año con la salud y energía renovadas para enfrentar los desafíos que se avecinan.

“Me acostaría el 23 y me levantaría el 2”

Por Psic. Santiago Gómez, director de Decidir Vivir Mejor y del Centro de Psicología Cognitiva.

Año tras año, al llegar el mes de diciembre, muchas personas utilizan la frase “me acostaría el 23 y me levantaría el 2”, producto de las emociones (angustia, enojo, nostalgia, malestar) que se activan cuando se acercan las fiestas de Nochebuena, Navidad y Fin de Año. Al pasar dichas fechas, el individuo comienza gradualmente a recuperar el equilibrio y la estabilidad emocional.

¿Cuáles son los factores que más angustian a las personas? Generalmente las pérdidas de seres queridos son los que ocupan el primer lugar, como causa de angustia y llanto a la hora del brindis. Pero existen también otros factores que pueden originar el estado de perturbación como la separación de la pareja, la pérdida de trabajo, conflictos familiares, entre otros.

Las emociones en las fiestas afloran con más intensidad por una serie de hechos que coinciden para que dicho fenómeno se produzca. Algunos de ellos son el ambiente social (a medida que se aproximan las fiestas, “el clima” que se vive en la calle es de euforia y excitación, las personas actúan “como si se fuera a terminar el mundo”); la influencia del ambiente estimula la sensibilidad y las emociones de los individuos, lo que provoca la aparición de recuerdos, nostalgia y angustia.

¿Qué balances realizamos en las fiestas? El estado emocional y la gran sensibilidad influyen en los pensamientos, ya que se realiza una atención selectiva porque el foco está puesto en los recuerdos y vivencias negativas. Por lo tanto, un balance saludable consistiría en rescatar y valorar lo bueno que tenemos, planteando como nuevos objetivos lo que no se pudo concretar este año.

Algunos tips para disfrutar las fiestas pueden ser:

- Eliminar del pensamiento y del vocabulario la frase “me acostaría el 23 y me levantaría 2”, ya que se trata de una idea mágica que no resuelve la situación que nos hace sufrir.

- Los seres queridos que no están físicamente con uno están de otra manera, en los recuerdos y vivencias positivas que hemos compartido.

- Agradecer y valorar todo lo que SÍ tenemos.

- Focalizar la atención en lo positivo, en lo bueno, ver “la mitad del vaso lleno”.

- Permitirnos estar en contacto con las diferentes emociones, la tristeza y la alegría.