Entrevista al restaurador Luciano Hernández

El desafío de revivir edificios abandonados

  • El especialista restaura por estos días el Molino Marconetti. En la ciudad ya intervino la Estación Belgrano y el Mercado Progreso; en Buenos Aires recuperó la Basílica de Luján. Lidera una empresa familiar dedicada a la recuperación de edificios y sitios históricos.
10_A_IMG_5964_1.JPG

De profesión. Luciano Hernández es licenciado en Hormigón Armado y cuenta con un título de posgrado en Restauración de Monumentos y Sitios Históricos, de la Universidad Católica. Dicha especialización ya no se dicta por falta de alumnos.

Foto: Guillermo Di Salvatore

 

De la Redacción de El Litoral

[email protected]

En Capital Federal intervino el Congreso de la Nación y el emblemático edificio Kavanagh, de 1936. En la ciudad de Santa Fe, le devolvió la vida de a poco a la Estación Belgrano, al Mercado Progreso y actualmente, tiene entre sus manos el Molino Marconetti. Estos gigantes de la arquitectura local durmieron durante años tapados de grafitis, basura y desechos de palomas. En los últimos años, entre la gestión de Mario Barletta y la actual de José Corral, fueron restaurados con la meticulosidad de un cirujano por el santafesino, Luciano Hernández.

10_C_ESTACION BELGRANO.JPG

Estación Belgrano. El edificio estuvo abandonado durante muchos años. Fue vandalizado, usurpado y en partes, estaba incendiado.

10_D_ESTACION BELGRANO1.JPG
Refuncionalización. Sipec restauró el zócalo del edificio, la marquesina y la caja de la escalera. Actualmente es un centro de ferias, funcionan oficinas municipales, actividades del Liceo Municipal, entre otras.

“Nosotros habitualmente tocamos la parte de la historia que tiene que ver con la construcción, entonces nos ocupamos de todo lo más antiguo que esté construido y se pueda mantener”, le dijo a El Litoral en una entrevista que concedió en su casa del barrio Guadalupe. Fue para hablar de lo que más disfruta hacer: robarle al pasado esas construcciones en las que fue dejando marcas, a veces imborrables, pero que sobreviven relucientes en la memoria colectiva de una comunidad. Y que fueron consideradas en los planes de gestiones de gobierno con un perfil “rescatista” y de valoración del patrimonio cultural e histórico.

Hernández es el titular de la empresa Sipec que se dedica al mantenimiento, restauración y conservación de edificios. Junto con él trabajan su esposa, Nancy Hernández, y su hermano, Juan Carlos Hernández. Fueron los encargados de la reparación integral de la fachada y las torres de piedra caliza de la Basílica Nuestra Señora de Luján. El resultado es sorprendente. Pero hay un edificio en la ciudad capital al que espera paciente: “Me interesa mucho restaurar la Casa de Gobierno”, desafió el especialista.

Mano a mano con el cirujano

—¿Qué características debe revestir un edificio o un lugar para ser considerado histórico?

—Son aquellos que cumplieron un rol destacado en una época. Puede ser “La posta de Yatasto”, que es un rancho, o el edificio Kavanagh, que es el ejemplo del Modernismo. No es por lo más o lo menos de la edificación, todos los edificios son históricos en tanto y en cuanto la gente los pueda valorar. En Santa Fe hay una gran variedad de edificios de valor histórico: la casa de Diez de Andino, la casa de los Aldao, la del Brigadier General López. Cada una reviste un valor particular, es un momento histórico de la forma de construir, conservan datos políticos y sociales, entonces la gente los reconoce como tal.

— ¿Cuándo comenzó en Santa Fe el interés por la conservación de edificios emblemáticos?

—No se puede precisar cuándo empezó. Siempre los edificios emblemáticos estuvieron grabados en la memoria colectiva de la gente, porque son parte de su pasado y porque son un documento de una época que a todos les gusta preservar. Así como tenés una foto de tu abuelo o de tu papá como parte de tu historia, pasa lo mismo con los edificios. Tal vez algunos son la única huella que dejó ese pasado. El sentido de conservar lo que es nuestro por herencia es mantenerlo para las generaciones futuras, para que puedan tener la memoria de lo que fueron otros tiempos.

10_B_DSC_1383.JPG

Molino Marconetti: la técnica

  • La construcción presenta un buen estado estructural, aunque sufrió modificaciones y agresiones en el exterior. Tiene filtraciones, fue vaciado de los elementos internos y vandalizado. La metodología de intervención fue desarrollada por Sipec “a prueba y error”, según Hernández. Antes, para restaurar una pared de ladrillos debían picar el sector a reemplazar, conseguir ladrillos de la época para tener patrón de color y forma, recortarlos a la medida y reconstruir. “Una tarea cara y lenta” para los especialistas.

La alternativa de restauración fue un mortero (masa de arena, conglomerante y agua; puede contener además algún aditivo) del mismo color y textura que el ladrillo. En el proceso, se retiran los ladrillos rotos, se impermeabiliza la superficie y se rellena. Posteriormente, se coloca un centímetro del material en la pared compuesta y se dibujan los ladrillos sobre la masa. El efecto es el de ladrillo visto. “Es una picardía que conjuga el bajo costo con un buen resultado. No se puede definir como una técnica porque no está consensuada y no podemos afirmar que la inventamos porque tal vez en otro lugar se le ocurrió lo mismo a alguien”, consideró Hernández sobre el modo de restauración “símil ladrillo visto”.

Foto: flavio raina

—¿De qué manera están interviniendo el Molino Marconetti?

—Nos ocupamos de la fachada y la refuncionalización interior. En la parte exterior se reproducen ladrillos vistos y en el interior se hace el arenado para que el ladrillo presente un aspecto rústico. Se trata de mantener la materialidad del edificio como elemento constructivo de la época: respeta la arquitectura inglesa industrial, que se puede ver en otros lugares del país y del puerto de Santa Fe. Construían con ladrillo cara vista y junta tomada. La lectura del edificio se hacía como si fuera todo ladrillo visto por fuera, es muy agradable. El sentido de la restauración es justamente recuperar esa vista agradable. Hay distintas situaciones que atender ya que se hicieron agregados atemporales y al tener el perfil industrial, no cuenta con las instalaciones que hoy se necesitan. Entonces para la recuperación, se retiran todos los sobrepuestos y se corrige la superficie de ladrillo.

—¿Es complejo adaptar construcciones tan antiguas a las exigencias actuales?

—En general estamos hablando de edificios del 1900. Obviamente, no tenían teléfono, refrigeración, Internet o sistema de alarma. Con el paso del tiempo se fueron adaptando con intervenciones agregadas a las originales que fueron desmedidas y sin consenso previo. Por ejemplo: si es necesario colocar un acondicionador de aire, hacen el hueco y no miran si del otro lado hay una ornamentación que es única. Además siempre se consulta a especialistas con criterios disímiles, costosos o sin criterio. Así se acumularon muchos errores. Además en las sociedades actuales nunca faltan los actos vandálicos, grafitis, roturas y la falta de mantenimiento. En ese contexto, la restauración es una acción contra el edificio, pero cuanto menos se toque es mejor. En ocasiones, no es posible asegurar que se salva, porque lo único que no se puede suprimir es la patina del tiempo.

 
10_E_BASILICA DE LUJAN1.JPG

Basílica Nuestra Señora de Luján. Este año la empresa Sipec se dedicó a la restauración de la Basílica Nuestra Señora del Luján, en Luján, provincia de Buenos Aires. Se realizó en dos etapas.

10_F_BASILICA DE LUJAN.JPG

Una obra monumental. La intervención consistió en la limpieza, consolidación y restauración de la fachada y las torres de piedra caliza. La superficie total intervenida abarca 13.000 metros cuadrados.