¿A dónde te fuiste?

Uno puede dividir con total facilidad a la gente en estos días en dos grandes categorías: se sabe que éste salió de licencia o sigue remando con el año pasado y el que ya empezó encima, sólo por la cara. Y si uno es un buen observador, hasta se puede determinar si el que ya disfrutó las vacaciones se fue, como él afirma con tostada falsa modestia, a Punta del Este, Brasil o Miami; o si en cambio se quedó otro año más, pobre criatura, por estos lares. Y vos...¿a dónde te fuiste?

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

¿A dónde te fuiste?
 

Tengo un amigo que, bronceadito como está, contesta con firmeza y sin que se le mueva un pelo (es pelado) que se fue a Saint Joseph of Corner Beach.

- Ah... ¡Qué bueno!, se apresura a contestar envidioso el interlocutor, mientras tiene que aguantarse la carcajada de mi amigo, porque la impresionante construcción inglesa, que remite directamente al Caribe o a vaya a saber qué remoto destino en el Pacífico, no es otra cosa que la popular -y bella- playa de San José del Rincón. Acá nomás.

Así, los que no se fueron y están en Santa Fe, en vez de darle un matiz negativo a su decisión de quedarse, obligados o no, bien pueden agregarle el toque exótico suficiente para descolocar al preguntón. Igualmente, se puede decir que uno está de vacaciones en Saint Faith y que eligió las doradas arenas de White Stones o los piletones de Souh Park. Los rumorosos sonidos bullangueros del tradicional Alto Verde de golpe también tienen carácter internacional con un simple toque de inglés y todo puede llenarse de sonoridades extranjeras, haciendo que el interlocutor cholulo y curioso piense en cruceros y aviones cuando en realidad todo no fue más -ni menos- que una buena bicicleteada o una pateada de novela.

Por cierto, la anécdota es aleccionadora. Uno, si no fuera tan santafesino como es, debería de verdad alegrarse de que un amigo pueda viajar a lugares desconocidos, en el país o en el exterior. La plata no le sobra a casi nadie (los que leen estas gasoleras líneas), pero de todas maneras los pasajes a cualquier lado del mundo no parecen tan inaccesibles como en otras épocas. O sea que uno puede viajar.

Pero sucede también que un buen número de santafesinos está atrapado definitivamente por las cuotas inapelables de un crédito de algo, desde la casa o el auto hasta el exprimidor de naranjas o un kilo de helado. Así que después de dibujar números y de coquetear con la deliciosa e irresponsable idea de irse con toda la familia más allá (de Santa Fe y del lastimado presupuesto propio), uno masculla unqueselevacer dolido y profundo y se queda nomás otro año, pero el que viene te juro que me rajo así caigan elefantes electrificados.

El mensaje final de mi amigo y su humorada de Saint Jospeh of Corner Beach tiene, como en las fábulas, una moraleja positiva: quedarse en Santa Fe no es necesariamente algo malo, porque nuestra ciudad tiene muchas posibilidades y ofertas para pasarla bien: paseos, shoppings y negocios de todo tipo para mirar y no comprar un carajo, unas cuantas playas habilitadas este año, lindos parques, complejos gremiales o privados, quintas, pesqueros naturales, ciclovías, cines, doña Marcia, buenos y variados locales gastronómicos.

Sólo hay que aportar, como en cualquier día de esta corta vida, un poco de ganas y buena onda y otro poco de imaginación. Mi amigo y sus amigos instalaron en Saint Joseph of Corner Beach una guardería para menores de cien años -no pueden ubicar a dos y están estudiando su reubicación en las salitas de los más grandecitos- y hasta representaron una obra teatral en plena arena, personificando a bañeros y cuidadores cómplices en esto de pasarla bien con lo que tenemos. Se acercaron hasta los perros a pesar del cartel que los insta a no entrar en los ahora anglicanos dominios playeros de Saint Joseph. Como si fueran novelistas, los asistentes habituales crearon su propio Macondo: organizan juegos, comilonas conjuntas, se intercambian visitas y todas esas cosas lindas que sabemos hacer cuando somos buenos tipos.

Así que el mensaje final, como en las fábulas también, es bucólico y está lleno de optimismo y fervor por la humanidad que no es tan jodida en enero al fin de cuentas (en Santa Fe no llegamos todavía a los cinco asesinatos) y que puede resumirse en las siguientes premisas:

Váyanse nomás, si pueden, guachos, lo más lejos posible de acá. No saben lo que se pierden.

Si no pueden irse, cambien esa horrible cara de culo que mantienen algunos de ustedes, hijos míos, por las calles de nuestra ciudad.

Si se quedan, disfruten de esta ciudad, porque hasta matar mosquitos puede resultar divertido si los entrenamos un poco a los bichitos de manera que elijan la dorada superficie de la piel de aquella señorita, sí ésa, un poquito a la derecha, de bikini celeste. No hay mejor fórmula que matarle un mosquito a una desconocida para entrar en confianza y que nos permita protegerla entera y no sólo el hombro o el brazo. Eso sí: que no se les vaya la mano.

Y 4) Happy holidays.