Incógnitas de la historia
Incógnitas de la historia
¿Mató Saavedra a Moreno?

Cornelio Saavedra.
Juan Pablo Bustos Thames (*)
La teoría más difundida entre los historiadores argentinos atribuye la muerte de Mariano Moreno al saavedrismo. Afirma que “agentes de Cornelio Saavedra” habrían contratado el pasaje de Moreno a bordo de la fragata inglesa Fame; o que espías saavedristas, dirigidos por Pedro Medrano, lo habrían espiado hasta asegurarse que el ex secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta embarcara en esa nave, en Ensenada.
Para darle un tono más conspirativo, sostienen que la Junta Grande, conducida por Saavedra y el deán Funes, el 9 de febrero de 1812 (pocos días después del embarque de Mariano), suscribió con el comerciante norteamericano David Curtis de Forest un contrato de provisión de armas para los ejércitos patrios. En el art. 5º de dicho contrato se preveía que: “Para poner en ejecución el convenio deberá Mr. Curtis ponerse antes de acuerdo con el enviado de esta Junta a la Corte de Londres, señor doctor Mariano Moreno, cuya aprobación será requisito necesario para que los comprometimientos de Mr. Curtis obtengan los de esta Junta”.
El art. 11º del convenio, donde ponen toda su sospecha los sostenedores de esta tesis, establecía: “Si el señor doctor don Mariano Moreno hubiere fallecido, o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra, deberá entenderse Mr. Curtis con don Aniceto Padilla en los mismos términos que lo habría hecho con el doctor Moreno”. Es que ven en esta cláusula un inexplicable exceso de previsión.
Manuel Aniceto Padilla había sido comisionado por la Primera Junta a Londres, desde septiembre de 1810, para adquirir armamento. Allí se había asociado con Curtis y conectado con el famoso general francés Charles-François du Périer Dumouriez, vencedor de Valmy (1792); el primer gran triunfo de la Revolución Francesa contra la Primera Coalición, que pretendía restaurar a los Borbones, en Francia.
Luego, Dumouriez, ante el riesgo de ser decapitado por los jacobinos, abjuró de la República y se pasó al bando borbónico. En 1804 se refugió en Inglaterra; sirvió como consejero del Ministerio de Guerra británico, y se relacionó con la industria de las armas. Como Inglaterra no podía vender armas directamente a la Junta, para no resentir su alianza con España en la lucha contra Napoleón, Dumouriez haría los contactos y las armas se venderían a un particular norteamericano (Curtis), quien las llevaría al Plata.
Tiempo después, el 31 de julio de 1811, estando ya Manuel Moreno y Tomás Guido en Londres, advirtieron que las armas adquiridas por Padilla estaban sobrevaluadas y lo acusaron de “sacar partido de las presentes circunstancias, y por recibir de la corte de Inglaterra una pensión de 300 libras en calidad de espía”, calificándolo además de “bribón, miserable parásito e intrigante”. También descalificaron a Curtis y a Dumouriez, tildándolos de “espías y quebrantadores de la fe pública”. Esto hace suponer a algunos que, en previsión de que Moreno tomara conocimiento de este tráfico de armas, y se opusiera a convalidar sobreprecios; estos traficantes conspiraran, en combinación con el saavedrismo, para borrar del mapa a Mariano.
La oposición del Cabildo
Para reforzar esta tesis, agregan que el Cabildo saavedrista de Buenos Aires había expresado en su oportunidad que “la lectura de la reimpresión del Contrato Social de Rousseau ordenada por el doctor Moreno no sólo no es útil sino más bien perjudicial”, sosteniendo que era “superflua la compra de 200 ejemplares de la obra”.
El 2 de febrero, Guadalupe Cuenca, la mujer de Moreno, había recibido en su casa una caja negra con un abanico, un velo y un par de guantes negros, con el siguiente anónimo: “Mi estimada señora: como sé que va usted a ser viuda, me tomo la confianza de remitirle estos artículos que pronto corresponderán a su estado”.
El 9 de marzo de 1813, la Asamblea General Constituyente del Año XIII constituyó una comisión especial para investigar a los gobiernos patrios. En la causa de la muerte de Moreno, el entonces oficial de la Secretaría de Guerra (la cartera de Mariano), Pedro Jiménez, sugirió a éste que se refugiara en algún lugar seguro porque “corrían voces de que se lo quería asesinar”. Otros declararon que Moreno habría renunciado a la Junta por temor a que se lo matase; o que alguien dijo “ya está embarcado y va a morir”. Un médico de Oruro dijo haber oído a un sacerdote asegurar que Moreno moriría.
Finalmente, el otro argumento que da sustento a esta tesis es que la fragata Fame habría retornado a Buenos Aires, pero jamás lo hizo su capitán, lo que revelaría su participación en la trama del asesinato.
Esta tesis no tiene mucho fundamento. En primer lugar, Cornelio Saavedra no era un hombre sanguinario ni vengativo. La única sentencia de muerte que firmó (y a regañadientes) fue la de Liniers. No era su estilo matar adversarios. Ya había triunfado políticamente sobre Moreno, y se lo había sacado de encima cuando éste renunció voluntariamente a la Junta y pidió ser enviado a Londres. No tenía sentido matarlo. Es falso que Saavedra o sus agentes hubieran contratado el pasaje de Moreno en la Fame; ya que él mismo decidió embarcarse en esa fragata, y rechazó los ofrecimientos de su amigo Robert Ramsay de acompañarlo en la goleta Mistletoe.
La idea del tráfico de armas
Moreno no viajó a Londres para comprar armas, sino a gestionar respaldo para la revolución. En el camino, la Junta le encomendó que supervisara a Curtis en la compra de armas. De haber sido Moreno un obstáculo para este negocio, ni siquiera lo hubieran designado para tal fin, porque en Londres, la Junta ya contaba para ese rol con Aniceto Padilla. La previsión de que, en caso de muerte o imposibilidad de Mariano, el contratista se entendiera con Padilla, no hace más que considerar una posibilidad concreta y común en la época: que el navío naufragara, u ocurriera alguna eventualidad que le impidiera actuar a Mariano. Todos sabían que nunca había gozado de buena salud. Además, el lapso que medió entre la renuncia de Mariano a la Junta y su designación como embajador (fines de diciembre de 1810), y su partida (mediados de enero) hacía imposible confabular a todos los miembros de la supuesta trama: Dumouriez y Padilla, en Londres, Saavedra y Funes, en Buenos Aires; Curtis, cuya presencia recién se registra en la capital, en febrero de 1811, cuando la Fame ya había partido. Un viaje transatlántico demoraba como tres meses; por lo cual no había posibilidad material de conspirar de ese modo.
Las amenazas cruzadas
La trama de amenazas y anuncios de pronta muerte se explican por el alto grado de agresividad y de conflicto entre morenistas y saavedristas. El mismo Saavedra contó que Moreno pretendía encarcerlarlo y ajusticiarlo. Mariano, por su carácter, tenía muchos enemigos que no dudarían en amenazarlo, sabiéndolo alejado del gobierno. Versiones cruzadas sobre la muerte de Moreno y Saavedra eran moneda habitual en la época.
Si el capitán de la Fame nunca retornó a Buenos Aires, poco significa. No sabemos aún con precisión quién era el comandante de ese barco: Walter Bathurst o George Thomas Heverson. Pero aun suponiendo que ninguno de ellos hubiera retornado, ello no quiere decir que hubieran sido parte de una conspiración.
Ni Tomás Guido, ni Manuel Moreno acusaron a Saavedra de la muerte de Mariano. Ni siquiera lo responsabilizaron cuando éste ya había caído en desgracia. Ambos apuntaron siempre a una única e imprudente dosis de emético que le suministró, de modo negligente, el capitán de la Fame.
(*) Abogado, ingeniero en Sistemas de Información y docente universitario.

Mariano Moreno.