Tribuna política

Hace un siglo, Roca pasaba a la inmortalidad

17_1_JULIO_A_ROCA.jpg

Constructor. El dos veces presidente de la Nación, con su uniforme de gala, pocos años antes de su muerte. Sus políticas sentaron las bases de la Argentina moderna.

Foto: Alejandro Witcomb/Archivo General de la Nación

 

Por Gonzalo Mansilla de Souza (*)

Un 19 de octubre de 1914, hace poco más de cien años, dejaba de existir el gran estadista tucumano. Las reflexiones surgen a borbotones, al querer recordar y hacer una corta semblanza de su gran figura, abarcadora de una época sin par para nuestra República. Y si en el racconto hacemos comparaciones, más reales que odiosas, su obra se agiganta y es inevitable caer en la añoranza...

En Mayo de 1810 se comenzaba a escribir la historia de la Patria, y también en ese momento se iniciaba un capítulo fundamental de esta historia: nacía Agustina, la hermana mayor de Marcos Paz, futuro vicepresidente de Bartolomé Mitre. Agustina Paz sería determinante para la denominada Generación del 80, al salvar de una segura ejecución a don José Segundo Roca, pidiendo su indulto para casarse con él. Ocurre que el tercer vástago de esa unión, bautizado como Alejo Julio Argentino Roca Paz, se convertirá con los años en el teniente general Julio Argentino Roca, combatiente en Cepeda, en Pavón, en el Paraguay, vencedor de López Jordán, de Arredondo, de Varela, ministro del Interior, ministro de Guerra y Marina, senador nacional, conquistador del Desierto, y dos veces presidente de la Nación.

Roca, que fue padre, sobrino, concuñado y consuegro de presidentes y vicepresidentes argentinos, condujo el país durante 12 años completos (1880-1886 y 1898-1904). Su lema fue “Paz y Administración”. Su apodo, el “zorro”, y como dijera Mariano de Vedia, fue efectivamente el zorro de nuestra alta zoología política.

De Urquiza a Avellaneda, las presidencias estuvieron signadas por cruentos enfrentamientos civiles, revoluciones y hasta una guerra internacional, y todo ello enmarcado en un Estado nacional que aún carecía de una moneda unificada, de una ciudad capital y de la fuerza suficiente para imponerse a los levantiscos dirigentes provinciales. Podría decirse, citando a Rosendo Fraga, que Roca creó el Estado Nacional. En el discurso inaugural de su primera presidencia ante las Cámaras del Congreso dijo: “Desde hoy empieza a ejercerse el régimen de la Constitución en toda su plenitud...Necesitamos paz duradera, orden estable, y libertad permanente... emplearé todos los resortes y facultades que la Constitución ha puesto en manos del P.E. para evitar, sofocar y reprimir cualquier tentativa contra la paz pública... Paz y administración serán mis propósitos...”. Había, pues, un plan de gobierno claro y que fue continuado más allá de su presidencia, situación diferente de lo que ocurrirá en épocas recientes, con mandatarios que vienen a cambiarlo todo y se imaginan “fundadores” de ciclos que terminan en desastres.

En cambio, los que se sucedieron en las primeras décadas de la Constitución, sí lo fueron. A diferencia de esta Argentina que hoy se ha acostumbrado a prescindir de la inteligencia, que idolatra el número en vez de la calidad, Roca convocó a hombres de Estado. Le escuché decir a Emilio Hardoy que “el misterio de la organización consiste en saber elegir a los hombres”, y Roca utilizó esa categoría de políticos, hoy desaparecida, que se denominaban “ministeriables”, y cuyos nombres se encuentran en calles y avenidas, pueblos y ciudades, o toman forma de estatuas y monumentos a lo largo del país. Son los ecos de un tiempo que les rindió homenaje y que hacen perdurar sus nombres para la posteridad.

Es inevitable la comparación con los ministros del tiempo actual, donde el olvido para unos o el triste recuerdo para otros es la reflexión que viene a mi mente. Roca llevó adelante sus gobiernos con cinco y ocho ministerios, hoy hay diecisiete. Nombres como Carlos Pellegrini, Victorino de la Plaza, quienes luego también serían presidentes; Joaquín V. González, Marco Aurelio Avellaneda, Ezequiel Ramos Mexía, Amancio Alcorta, Antonio del Viso, Bernardo de Irigoyen, Benjamín Paz, Emilio Civit, Manuel Pizarro, José María Rosa, Emilio Frers, Luis María Drago, el comodoro Rivadavia, Osvaldo Magnasco y los santafesinos Wenceslao Escalante, Rosendo Fraga y Pablo Riccheri, entre los que hubo fervientes católicos e intensos anticlericales, de pasado tanto rosista como unitario, luchadores de Caseros, Cepeda, Pavón, y de la Guerra del Paraguay, (donde Roca perdió a su padre y a sus hermanos Marcos y Celedonio), gobernadores, ministros de la Corte Suprema, grandes maestros masones, senadores, diputados, constituyentes.

Muchos de ellos también fueron ministros de otros nueve presidentes, antes y después de Roca. Es importante también destacar a sus vicepresidentes: Francisco Bernabé Madero (1880-86), fue un jefe de peso del Partido Autonomista Nacional en la provincia de Buenos Aires, recibió en Bolivia los restos de Lavalle, muerto en Jujuy; y Norberto Camilo Quirno Costa (1898-1904), hombre de gran arraigo, cuyos antepasados habían llegado a la Argentina en épocas del virreinato, fue diputado provincial, diputado nacional, destacado diplomático, colaborador de varios cancilleres, canciller él con Juárez Celman y ministro del Interior; también con Figueroa Alcorta y con José Evaristo Uriburu. Canciller de Luis Sáenz Peña, logró la Ley Quirno Costa, por la que se subsidiaban pasajes a los inmigrantes, y le tocó presidir la Convención Nacional Constituyente de 1898.

Con ellos, Roca dejó el país más adelantado de América del Sur, con la red ferroviaria más extensa de América Latina y una de las más largas del mundo, que se distinguía de otras naciones de América por la existencia de una gran clase media, con un sistema educativo admirable y una inserción en los circuitos mundiales de la producción, la inversión y el consumo. Fue el diseñador de la Argentina moderna, y su paso por el poder -en primera plana o detrás de escena- dejaron una estela que terminó de moldear esa categoría de prócer que se ganó por propio mérito. Sin duda, Roca fue uno de los mejores presidentes de nuestros doscientos años de historia.

(*) Abogado, presidente de Ucedé Santa Fe y apoderado de Unión PRO Federal

Dejó tras de sí el país más adelantado de América del Sur, insertado en los circuitos mundiales de la producción, la inversión y el consumo, con la mayor red ferroviaria del subcontinente, una gran clase media y un sistema educativo admirable.