Consagrada a Dios y al servicio

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La Hermana Albertina (Ana Carolina Zilli) fue una reconocida personalidad en la comunidad de Colonia Dolores, entre otras localidades santafesinas. Estaba dotada de una vitalidad extraordinaria, de una gran capacidad de trabajo y logró mover muchos corazones. Era una admirable mujer que conjugó sus principios religiosos con su actitud de vida. Falleció en noviembre pasado.

TEXTOS. GLORIA DAYER DE VANETTI.

 

Nació en Colonia San Rómulo perteneciente al distrito de Gobernador Crespo, el 7 de octubre de 1921, hija del matrimonio formado por Francisco Zilli y Ana Sartor, quien falleció al dar a luz a su hija. Es la menor de doce hermanos, dos de ellos fallecidos al momento de su nacimiento. Cursó sus estudios primarios en la escuela Fiscal Nº 523 de Gobernador Crespo.

El Colegio Niño Jesús de San Justo (provincia de Santa Fe) la recibió como pupila durante tres años para cursar el profesorado de piano en el Conservatorio Melani, dirigido por el Maestro David Bolia, que impartía sus clases en dicho establecimiento. A los 17 años ingresó a la Congregación de las Hermanas del Niños Jesús, incorporándose al noviciado en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires. Realizó sus primeros votos a la vida religiosa el 21 de enero de 1940 y los votos perpetuos el 27 de enero de 1945. Ana Carolina Zilli pasó a llamarse en su Congregación Hermana Albertina.

Luego de sus primeros votos, por reglamentación canónica, pudo iniciar sus estudios secundarios en la escuela Normal de La Plata (provincia de Buenos Aires) obteniendo el título de maestra en marzo de 1942, es decir, en dos años por aplicación de un plan experimental de estudios. Ese mismo año comenzó su actividad docente en el Colegio de la Congregación del Niño Jesús en Santos Lugares hasta 1950, ocupando el cargo de directora en los dos últimos años. En 1951 fue trasladada al Colegio Urbano de Iriondo del Niño Jesús de San Justo (Santa Fe) como Madre Superiora y directora de la escuela primaria. Luego, la Congregación decidió abrir otra casa en Gobernador Crespo delegando en la hermana Albertina los trámites y trabajos correspondientes a la construcción del edificio. Una vez concluida su obra y habilitada para el inicio de clases, fue nombrada superiora y directora de la escuela primaria Niño Jesús Nº 126, la misma en la que como pilar fundamental había puesto todos sus esfuerzos. En el año 1959 regresa a San Justo, donde ocupó los cargos en los que se había desempeñado anteriormente.

POR LAS VOCACIONES

En 1962 fue delegada por su congregación para viajar a Ororbia, provincia de Navarra, España, con el propósito de establecer allí la primera comunidad de religiosos con fines vocacionales. En 1970 se traslada a Pamplona para abrir una Casa de Pensionado para Señoritas, a fin de responder a las necesidades de la gente obrera del lugar, donde realiza una importante tarea con mujeres jóvenes y obreras.

Por esta época participó de numerosos campamentos en Los Pirineos, siempre poniendo de manifiesto su fuerte vocación consagrada a Dios y al servicio. En el año 1973 regresó a la Argentina para radicarse en Avia Teray (Chaco) donde trabajó con grupos de Misioneros Evangelizadores en el norte chaqueño, a 15 kilómetros de su lugar de residencia. Comenzó aquí una obra de promoción humana a partir de una tarea evangelizadora. En esos montes chaqueños con asentamientos de obrajes, hacheros y cosecheros de algodón se contactó con el pueblo pobre y desarrolló su tarea docente, enseñando las primeras letras y dando de comer a los niños, siendo su único techo y protección los árboles del lugar. No se contaba con edificio y los existentes guardaban grandes distancias. En esta misión estuvo acompañada de sus hermanas religiosas y laicos dispuestos a colaborar.

A fines de 1974, la Congregación recibió una solicitud de Monseñor Vicente Zazpe, entonces Arzobispo de Santa Fe, para establecer una casa en Colonia Dolores, población de aborígenes mocovíes, cercana a la localidad de Gobernador Crespo. En 1975, la hermana Albertina viaja a Versalles (París) como delegada al Capítulo General de su Congregación y, a su regreso, en septiembre de 1975 comienza a atender la comunidad de Colonia Dolores desde Gobernador Crespo hasta febrero de 1976, cuando -junto a otra religiosa- se instalan en su casa-rancho de Colonia Dolores. Su presencia y acción en este sitio fue admirable, generosa, fecunda y evangelizadora.

COLONIA DOLORES

Comienza su tarea logrando -en principio- mejorar su calidad de vida, instando a esa población a construir sus propias viviendas a cambio de algunas chozas que aún existían. Les inculcaba hábitos de higiene; los motivó a sembrar y cosechar verduras en quintas familiares y mejorar su régimen de alimentación; los alentó a formar una Junta Vecina para que, una vez organizados, solicitaran al gobierno de la provincia la escrituración de sus terrenos, mucho de los cuales carecían de títulos de propiedad. Ello sería posible una vez creada la comuna de Colonia Dolores que, por ese entonces, estaba aprobada por la Legislatura y a la espera de la convalidación del Poder Ejecutivo.

Todos estos trámites realizados por los pobladores tuvieron el apoyo y el acompañamiento de la hermana Albertina. Realizaba largas reuniones en la capilla para tratar temas como el alcoholismo, la holgazanería, entre otros, y a sugerencia de ella se formó una asociación de alcohólicos anónimos que ayudó a repensar sus vidas logrando cambios de actitudes.

EN SU CAMIONETA

Contaba con una camioneta de su propiedad, que ponía a disposición ante cualquier emergencia sin importarle horarios. Consiguió que los aborígenes se sintieran orgullosos de pertenecer a su raza. Con la consigna de que lo más valioso es ser personas de bien logró elevar su autoestima.

Fomentó la educación a través de becas para Cursos de Formación Integral y para estudios secundarios y terciarios de jóvenes aborígenes. Sería interminable seguir enumerando su obra, pero lo cierto es que la hermana Albertina se incorporó a su cultura en aras de su dignidad y fue la vocero de esa comunidad.

Recibió el aliento de su Congregación y el apoyo económico de entes internacionales de ayuda como Adveniat (Alemania), Comité Católico Francés contra el hambre y para el desarrollo de los pueblos (Francia), Embajada Alemana, la Comisión de Educación Católica para Ayudar al Tercer Mundo (Francia) y de personas de puntos alejados del país que -conociendo su obra- hicieron llegar su aporte. Todos los recursos fueron utilizados al máximo para brindar a la comunidad de Colonia Dolores las necesidades fundamentales orientadas hacia una vida digna.

El 7 de febrero de 1998 cesó su misión en ésta, con su tarea cumplida, para seguir sembrando vida en inhóspitos lugares de nuestro territorio. Continuó su labor evangelizadora en la Comunidad Misionera de Villa Guillermina (provincia de Santa Fe). A pesar de los años seguía exigiendo entrega.

MOVIÓ CORAZONES

La hermana Albertina -dotada de una vitalidad extraordinaria, incansable, dispuesta, de una gran capacidad de trabajo y sumamente organizada- logró mover muchos corazones. Todo esto supone la donación de su tiempo y la donación de sí misma.

Toda su vida religiosa fue de entrega, no dio paz a su caridad, a su inteligencia ni a su corazón. Era una admirable mujer que, con total coherencia y convicción, conjugó sus principios religiosos con su actitud de vida.

La Hermana Ana Carolina Zilli falleció en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires, el 22 de noviembre de 2014, a la edad de 93 años en la Residencia Geriátrica de las Hermanas del Niño Jesús, donde pasó sus últimos años.

Fuentes de información

- Manifestaciones de María Alida Zilli.

- Documentos escritos por Susana A. de Adorni, Nora Fric de Camargo y María del Pilar Felizar.