Los desiertos y la electricidad limpia

Por Antonio Sánchez Solís

(EFE)

La necesidad de aumentar el uso de energías renovables se ve entorpecida porque opciones como el viento y el fotovoltaico son muy inestables y, además, requieren grandes extensiones de terreno. Por eso, un equipo de científicos propone aprovechar los desiertos para generar electricidad gracias al Sol.

La idea, presentada en Viena durante la reunión de la Unión Europea de Geociencias, parte del hecho de que las zonas áridas son las que más radiación solar reciben y, al mismo tiempo, no compiten por el espacio con la agricultura u otras actividades humanas.

Estas regiones son ideales para instalar plantas de electricidad solar de concentración (CSP), una forma de aprovechar el poder del Sol que, a diferencia de las centrales fotovoltaicas con paneles solares, permite almacenar la energía y generan electricidad aun de noche.

En las plantas de CSP, los rayos del Sol se concentran mediante espejos en un receptor central que alcanza enormes temperaturas, un calor que se utiliza para generar vapor, que mueve una turbina y produce la electricidad.

“Elegimos las zonas desérticas porque son los lugares con mayor irradiación solar. Cuanta más irradiación, el coste de generar la actividad decrece drásticamente. Por eso vamos allá. Y por no competir con la agricultura”, explica Mercè Labordena, investigadora de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Unas zonas “que ahora no se utilizan pero que son perfectamente válidas para la instalación de estas plantas”. Y sin olvidar que una gran parte de la población mundial vive en un radio de 3.000 kilómetros de distancia de zonas desérticas.

Labordena participa en un estudio para analizar la potencialidad de los desiertos para producir electricidad fiable y barata en los Estados Unidos y China, los dos países que generan el 40 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático.

La conclusión es que una red de estas plantas en zonas desérticas podría suministrar electricidad de forma fiable y a un precio razonable a grandes ciudades, pese a las enormes distancias de miles de kilómetros de los centros de producción a los puntos de consumo.

“El coste de generar la electricidad y transmitirla hasta los grandes centros de demanda es alrededor de 20 centavos de dólar por kilovatio/hora”, cuando se habla de seguir la curva de demanda de todo el año, resume Labordena al hablar del caso de China.

Una cantidad que supone apenas el doble del precio de la energía producida por una planta de carbón que libera dióxido de carbono a la atmósfera. Además, Labordena asegura que, mientras los precios de la generación de energía mediante la quema de carbón o en centrales nucleares están subiendo, el coste de la CSP está bajando.

“Realmente hemos visto que económicamente no habrá problema, técnicamente tampoco hay problema, porque las plantas de CSP funcionan en EE.UU. durante años y las líneas de corriente continua de alta tensión funcionan también durante años”, defiende. Por eso, asegura que el único impedimento sería la falta de voluntad política para apostar por este tipo de infraestructuras. En el estudio se ha tenido en cuenta qué rutas de transporte de la electricidad serían las mejores para minimizar el impacto económico, social y medioambiental.

Aunque el estudio de la Politécnica de Zúrich se ha centrado en los casos de EE.UU. y China, otras regiones, como el Norte de África, la Unión Europea, Oriente Medio y Australia también pueden ser aptas para este tipo de plantas.

Respecto del mantenimiento, la acumulación de polvo en los espejos, especialmente si la ubicación es un desierto de arena, sería el principal problema a solucionar, ya que la eficiencia del sistema baja por la suciedad.