Un libro de emociones
Un libro de emociones

Jorge Luis Musuruana
Este médico santafesino presentó ayer en nuestra ciudad el libro “Maynumbi 15”, que escribió sobre la casa de veraneo que sus abuelos maternos compraron en 1950 en Villa Giardino, Córdoba. El lugar sigue reuniendo a su familia y lo inspiró para dejar por escrito vivencias, recuerdos y ciertas anécdotas de aquel mágico sitio en medio de las sierras.
TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTO. GUILLERMO DI SALVATORE.
LEITMOTIV. “Entre 1935 y 1948, mis abuelos maternos veraneaban en una localidad de las sierras de Córdoba que se llama El Durazno, y se hacían de amigos de vacaciones, es decir, gente que iba a veranear de otras localidades. En un momento decidieron comprar una casa en Villa Giardino, que en ese momento se llamaba Vertientes de Thea o Thea porque la estación ferroviaria de esa localidad era Estación Thea. Compra ahí porque mi madre, que se había recibido de profesora de Matemática, iba con las hermanas del Colegio Adoratrices a hacer una excursión a esa localidad. Vio en venta unas casas recién terminadas de construir y se lo comunicó a mi abuelo. Ahí arranca la historia, en diciembre del 39 y compra en enero de 1950, es decir, que cumple 65 años”.
QUINTA GENERACIÓN. “La casa está tal cual, no tuvo ninguna modificación. Como dijo el abuelo cuando la compró: ‘Hago esto para que la disfruten hasta mis nietos’. Y eso se cumplió, a tal punto que ya está la quinta generación disfrutándola, con sus tataranietos. Ha involucrado a toda la familia y también a muchos amigos porque, a raíz de ese entusiasmo que le puso y nos transmitió, se fueron comprando casas otros familiares y amigos. Así se fue formando un grupo muy lindo de lo que llamamos amigos de vacaciones. Es gente que va a veranear a un mismo lugar, de la que te hacés amigo y disfrutás de esa amistad y después no te ves en todo el año. Se fue haciendo como una barra. Nací en el 55 y ahí viví una infancia hermosa con mis primos y amigos. Casi todos los años era infaltable estar en las sierras de Córdoba y vivir la evolución de uno mismo: niñez, adolescencia, pubertad, las primeras salidas, los metejones, todo. También fuimos testigos de la evolución de Villa Giardino. Mi abuelo había sido como la punta del ovillo, el primero, y se merecía que esto quedara escrito”.
CÓMO SURGIÓ EL LIBRO. “Iba allá y me inspiraba, me daban ganas de escribir las anécdotas vividas y las ponía en borrador, o bien volvía y me deprimía dos o tres días, y ahí también me ponía a escribir como para compensar esa angustia, algo que me sigue pasando. Me voy al fondo de la casa, miro las sierras y se me hace un nudo en la garganta: eso demuestra la pasión que tengo por ese lugar. Así fue cómo fui acumulando textos y pensé escribirlo para que esto quedara como un álbum familiar. Le sumé material fotográfico porque mi querido padre era un fanático de la foto. En aquel tiempo, las casas fotográficas le ponían un sello con la fecha a las fotos y en casa tenía un caja enorme con fotos, entre las que tuve que seleccionar. Todo ese material me ayudó con la memoria para encasillar cada hecho en su año. Una anécdota: cuando estábamos terminando el libro fallece Gabriel García Márquez y Odilia Rezza me dio una frase de él: ‘La vida no es lo que uno vivió sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarlo’”.
SEGUNDA ETAPA. “Armé el libro por capítulos. El primero habla de la primera generación, donde nombro a mi querido abuelo Ángel, quien fue el dueño de la gran ferretería Del Tozo, en San Luis y Santiago del Estero. Fue un pionero en ese rubro, y se destacó porque fue amigo del Dr. Casabianca, tesorero de Unión, presidente del Yatch Club. Mi querida abuela Ana Cuixart lo acompañó toda su vida. Era española, nació en Badalona, pegada a Barcelona, y vino cuando tenía 10 años, en 1910. Luego hago una descripción de la segunda generación: mi madre, Irma, y mis tíos Elsa y Juan Carlos. En 1984, cuando los abuelos habían fallecido, el tío opta por quedarse con la ferretería y desiste de seguir con el chalet; sólo quedan relacionados en forma sentimental con él. Elsa tuvo a Eduardo y a Quique Stringhini, mi madre, a mí y a mi hermano Lito; y mi tío tiene dos hijas: Sonia y Carolina. En otro capítulo hablo de la tercera generación y hago una descripción de nosotros seis. El abuelo nos inculcó bastante la generosidad y el compartir. Soñaba con que fuéramos profesionales. Por eso, nos regalaba una moneda de oro, al nacer y cada cinco años, para que tuviéramos ese dinero como base para estudiar si nuestros viejos no nos podían bancar los estudios. Hasta en eso era previsor y los seis nietos le cumplimos. Otra anécdota: en 1961, mi abuelo nos llevó a Gath & Chaves y nos compró zapatillas, vaqueros y camisas iguales y nos sacó una foto delante de la casa. Conseguí sacar la misma el día de la presentación del libro”.
PRESENTACIONES. “Se me ocurre hacer la presentación del libro en Villa Giardino, por homenaje a los lugareños. Tuve mucho apoyo de la municipalidad, de escritores locales y otra gente. Pero como soy de Santa Fe y hay muchos santafesinos que aman ese lugar y a La Cumbre, otra localidad cercana por la que tengo pasión también, una de mis pacientes (María Guadalupe Alassia) me dijo que era hermoso lo que había escrito. Pensé que me estaba tomando el pelo (bromeó). Me pidió dos libros y me dio una sorpresa: publicó un hermoso comentario en El Litoral. Mariana Milanovich (otra paciente) también gestionó otro libro para Rogelio Alaniz, quien después me enteré que era fanático de La Cumbre. No tengo ningún fin comercial. Como hubo toda esta movida y entusiasmo de mis pacientes para promocionarlo y presentarlo no me podía negar. Esta segunda presentación del libro se hizo ayer en Santa Fe”.
FRUTILLA DEL POSTRE. “Son dos y, para mí, son los mejores capítulos y tocan tangencialmente a la historia. Son dos hechos que me terminaron de convencer de que esto tenía que ser un libro, se merecían ser publicados. Uno refiere a Georg Miciú (pintor al óleo que vive en el Camino de los Artesanos, quien pintó un cuadro donde se ve la fachada de la casa de Villa Giardino, que ilustra la tapa del libro) y el otro de mi abuela Ana (inmigrante española, cuyos ancestros pudo conocer Musuruana hace unos años, por casualidad, en España)”. N.de la R.: ambos temas serán tratados próximamente en nuestra sección De Raíces y Abuelos.
RECOLECTOR DE ALMAS “Maynumbi es el nombre que le puso mi abuelo a la casa y significa picaflor en guaraní. Hace poco, una discípula me manda por Whatsapp algo hermoso, que casi me hace llorar: ‘El colibrí, maynumbi para los guaraníes, era el recolector de almas. Cuando en un jardín aparece nos vienen a contar que las almas de los que amamos están allí’. Ese lugar me genera energía, no quedo esclavo de la melancolía. Voy al pasado, recuerdo a todos los que estaban por ahí y lo hago con alegría porque pienso que todos nos vamos a ir. Es como si estuviera con ellos; es una cuestión medio filosófica, espiritual. Esto cierra toda esta historia”.
MUCHAS EMOCIONES “El texto estuvo casi dos años esperando, ya que tenía que ensamblarlo con el material fotográfico. Era todo un desafío y también necesitaba corregir la parte gramatical. Me contacté con la diseñadora María Victoria Acosta y ella me sugiere que vea a Odilia Rezza, profesora de Literatura. Con Vicky estuvimos trabajando cuatro meses con las 383 fotos que incluye el libro; el laburo fue infernal. Yo no tenía ni idea de todo esto, lo que te da la pauta de que no soy un escritor; escribí lo que me parecía. No pretendí que fuera una obra literaria pero sí quería que fuera un texto que se dejara leer y que transmitiera esa emoción que yo sentía, para aquellos que viven situaciones parecidas”.
ODILIA REZZA “Odilia me ayudó en la corrección y en la parte gramatical del libro. Es muy seria en el trabajo, muy macanuda. Le conté qué quería con mi libro y se ve que le pegó y se involucró. Me dijo que trabajaba todo en papel, corrigiendo los textos con lápiz, nada de computadora. Le había pedido que escribiera el prólogo pero no quiso. Lo escribí yo y era muy parecido a la introducción y desistimos de ponerlo. Con mi hija Guillermina -arquitecta- elaboramos un video precioso, muy emotivo -trabajó mucho y muy bien- y cuando Odilia lo vio, se inspiró y escribió algo muy hermoso, que fue lo que leyó en la presentación en Villa Giardino. Finalmente, fue el prólogo. Fue un año y medio de arduo trabajo pero me dio mucha tranquilidad. Como profesional no quería hacer un papelón desde el punto de vista literario. Incluso, lo hice sin ningún fin material. Lo hice por mi cuenta, en la imprenta Lux por recomendación de Miguel Lobuolo, un amigo que tiene muchos libros científicos publicados. Así fue cómo se concretó el libro”.
así soy yo