Bastones

Bastones

Son tan antiguos, tienen tan distintos orígenes y usos, vienen de tantos materiales diferentes, que limitar la idea del bastón sólo para ayudar a caminar sería incorrecto. No sé si voy a encontrar apoyo para escribir sobre el tema. Pero caminamos lo mismo...

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

“...Voy por la vida pegado a mi muerte/Apoyado en el bastón de mi esqueleto”. Altazor. Vicente Huidobro.

La primera evidente función y la que registran los diccionarios en primer término tiene que ver, sí, con una vara de madera más o menos trabajada según los casos, que permite al caminante mantener el equilibrio o ayudarse para caminar. Tampoco es exclusivo de la edad. Puede pasarte que estés lesionado, o que tengas un problema ocasional y entonces te sugieren el uso del bastón para moverte. Puede ocurrir también que muchos lo tomen como un estigma, pero la verdad es que el bastón desde siempre es símbolo de autoridad, de alcurnia y hasta de frivolidad: lo usaba o usa gente como un rasgo de elegancia, o para denotar pertenencias y exclusiones.

Hay otra evidente forma de uso, generalizado entre militares pero también en los gobiernos, que apunta al mando. El bastón de mando es un símbolo, uno más, que refuerza la autoridad del portador. En nuestro país, por ejemplo, en la asunción de presidentes, además de jurar, se intercambia el bastón de mando.

En las bandas militares, y hasta en las comparsas, hay bastoneras o bastoneros, tipas y tipos que portan bastones con los que tanto hacen acrobacias como marcan el ritmo. En mi infancia, por ejemplo, la bastonera de cierta comparsa, agraciada ella, le marcaba el ritmo (cardíaco) a todos los hombres presentes. Y al mando lo ejercían de inmediato, con o sin bastón, las esposas de los señores, que no veían con buenos ojos (ni con malos tampoco) que esos babosos se dejaran llevar por las sinuosas artes de la bastonera. El tema podía terminar a los bastonazos, seguro.

Desde luego, el bastón nació casualmente desde el fondo de los tiempos: algún anónimo antepasado se apoyó para caminar o trepar en alguna rama, o vara de madera dura, que a la vez servía como arma de defensa o ataque. Con el correr de los años, ese bastón de madera fue trabajado, adornado, enjaezado, engarzado (es muy feo que te engarcen; y en este país te engarzan seguido...) engastado y otros ados por el estilo. El objetivo en esencia era hacer más bello y menos prosaico el bastón de basta madera. Jactancia, pudor, frivolidad, lo que quieran: hay bastones que son verdaderas obras de arte, combinando finas maderas con metales preciosos, con figuras y tallados.

También hay bastones que esconden estiletes, más o menos del mismo modo que una persona elegante y de amable aspecto puede esconder una lengua filosa... Por ejemplo, en Los Vengadores, vieja y emblemática serie inglesa de los años sesenta, Patrick Macnee (aguante la señora Peel), portaba uno de esos bastones. Más cerca, el adorable viejo gruñón de Up!, una aventura de altura, usa uno de esos bastones ortopédicos rematados en cuatro patas...con pelotas de tenis.

Ya lejos de todo glamour y nobleza, hoy hay bastones de materiales “innobles” y hasta se venden con gran suceso bastones metálicos para selfies, esa especie de brazo que toma el celular o la cámara de fotos y la aleja unos cuantos centímetros (más que el brazo extendido) para sacarnos esas tomas narcisistas con la que luego agasajamos al mundo. Hay bastones para todos los gustos. También la forma se ha consagrado: un niño puede hacer palotes o bastones.

Y yo, más modestamente, me voy retirando, caminando sin bastón todavía, con una formulación estomacal que ya podríamos calificar de hambre. Unos bastoncitos de pescado o papas en bastones van a calmarme, espero.