Bicentenario de la provincia de Santa Fe (1815 - 2015) - 5
Bicentenario de la provincia de Santa Fe (1815 - 2015) - 5
Francisco Candioti, primer gobernador independiente

El gaucho Candioti. Óleo del pintor uruguayo Pedro Figari Solari (1861-1938). Foto: Archivo
Por Liliana Montenegro de Arévalo
Sus antepasados
La ciudad de Lima, en el Perú, acogió a Teodoro Candioti (1666 -1726), abuelo de Francisco Antonio, alrededor de 1716, con sus hijos y su mujer, de apellido Mujica. A su arribo, Teodoro ingresó al servicio del virrey, príncipe de Santo Buono, en tanto que su hijo Antonio, oficiaba como paje.
En 1720, al cesar en sus funciones el príncipe de Santo Buono, junto al habitual Juicio de Residencia del funcionario, sobrevino la persecución de Teodoro Candioti por parte de la Inquisición, a raíz de sospechas religiosas vinculadas con su ascendencia veneciana. En 1721, fue puesto en prisión, y falleció en la cárcel, a manos de la Inquisición, el 19 de mayo de 1726.
Luego de su muerte, su nombre y el de su familia fue rehabilitado, concediéndoseles a los hijos Antonio y Juan, la gracia de Familiares del Santo Oficio, cargo que en aquella época no sólo representaba una distinción, sino facilidades de vida y otras prebendas.
Ambos hermanos se dedicaron al comercio; encontrándosele a Antonio en Santa Fe, después de haber recorrido varias ciudades. Aquí contrajo matrimonio con María Andrea Zeballos, el 6 de junio de 1742. Diez años después fue designado gobernador de la Serena y Coquimbo en el reino de Chile, pero falleció antes de concretar el traslado de su familia. Le correspondió a su hijo Francisco Antonio, muy joven, ir a Chile para recoger los bienes dejados por su padre.
El príncipe de los gauchos
El comerciante inglés John Parish Robertson, viajero que llegó a Santa Fe a fines de 1812, dejó una descripción de Francisco Antonio Candioti que resume su presentación.
“Señor de 300 leguas cuadradas de tierra, propietario de 250.000 cabezas de ganado, dueño de 300.000 caballos y mulas; y de más de 500.000 pesos atesorados en sus cofres, en onzas de oro importadas del Perú.
“Llegaba a la sazón de una de esas excursiones a aquel país; se sentaba sobre el lomo de un bayo lustroso y potente; decididamente el animal más lindo que yo había visto en el país. Nada más espléndido como caballo y jinete tomados en conjunto, y en relación con el estilo gauchesco de montura en boga, se podría encontrar en Sud América”.
Ante todo, comerciante
Como la mayoría de sus comprovincianos principales, Francisco Antonio Candioti fue ante todo comerciante. A raíz de esa actividad, recorrió casi todo el virreinato y los dos colindantes de Perú y Brasil, lo que permite especular sobre la enorme cantidad de relaciones que tuvo. El conocimiento de su honradez, le brindó la disponibilidad de órdenes verbales de cobro y pago, las que efectuaba en diferentes provincias.
Cada año efectuaba un viaje al Perú, llevando hasta seis mil mulas para la venta. En esos viajes, él dirigía y atendía todo; peones, carretas, ganados para las comidas, bueyes en cantidad para las carretas; estadías del camino. Una Real Cédula le autorizaba llevar hasta 20.000 mulas al Perú. El negocio de saca y venta de animales, era de uso antiguo en Santa Fe, como el de transporte de mercaderías diversas en carretas a varias ciudades del norte. También se dedicó al comercio en géneros de Castilla. Poseía cuatro casas atestadas de mercaderías en la calle del convento de la Merced, hoy calle 9 de Julio entre General López y Buenos Aires, lindando frente, calle por medio con la ranchería del convento, heredadas de su abuelo Juan de Zeballos.
Estanciero y fabricante
Robertson relata que con los 10.000 pesos que obtuvo en su primer viaje al Perú compró un campo en “el Entre Ríos”, que luego amplió, y en el que puso un gran criadero de mulas. Su actividad comercial le permitió comprar tierras, además de las ya mencionadas, en la Banda Oriental, en Brasil y también en varios lugares cercanos a la ciudad de Santa Fe: en el Cululú, en Añapiré, en el Rincón de Ávila; y, un poco más lejos, en el límite con Santiago del Estero, con otras adquiridas en sus arreglos familiares. En “el Entre Ríos” tenía unas doce estancias que conformaban 100 leguas cuadradas. A esas tierras, las comenzó a solicitar en compra, en 1784, a la Junta Municipal de Temporalidades, administradora de los bienes de los jesuitas expulsos. Al cabo, las operaciones se concretaron en 1786 y 1789. Asimismo, compró la parte norte de la estancia que la Compañía de Jesús poseía en Sauce Viejo y Desvío Arijón; y construyó a su vez una estancia.
Por otra parte, en las barracas de sus estancias se trabajaba el cuero y se fabricaba sebo, con diversos destinos. “En el lugar llamado La Piedra poseía una curtiembre de cueros y cerca de la ciudad [de la Bajada], una fábrica de cal, abarcando así diversas industrias de rendimiento, y favorables a los vecindarios, y a su incesante comercio”.
Los oficios administrativos
El 10 de mayo de 1784 fue designado Maestro de Postas y Guarda de la Real Renta, por don Francisco Basavilbaso, en “Las Tacuaras, en medio del Sauce y del Guayquiraró, carrera de la bajada de Santa Lucía”. El nombramiento fue confirmado por el virrey, marqués de Loreto. Además, como sargento mayor de milicias, tuvo a su cargo la vigilancia de la frontera con los indios, realizada con celo y sin violencias.
Diputado del Comercio por Santa Fe, en el Real Consulado de Buenos Aires, será designado por dos años con uso de armas en la ciudad para su auxilio, pidiéndosele, informara sobre la agricultura, comercio e industria santafesina. A ello, concurre el informe del procurador José Teodoro de Larramendi, del 6 de julio de 1795.
Así pudo estar al tanto de la distribución de los grupos económicos dominantes en la capital y las ciudades del interior, relaciones que le permitieron conocer desde otro ángulo los problemas económicos del virreinato. Ese panorama le facilitó vislumbrar posibles salidas políticas y económicas para la jurisdicción santafesina, tan menoscabada luego de la supresión del “puerto preciso” en 1780; y la disminución de la actividad minera en el Alto Perú, con la consiguiente reducción de la demanda de mulas.
Producida la Revolución de Mayo de 1810, Candioti auxilió con sus bienes a la expedición comandada por Manuel Belgrano, que marchó hacia el Paraguay. Por tales actos, Belgrano le confirió, el título de comandante de Urbanos de Infantería de la ciudad.
En defensa de la jurisdicción
El 26 de abril de 1815, Candioti fue electo como gobernador.
Con respecto a la jurisdicción de los pueblos del sur, el gobernador le puntualizó al gobierno de Buenos Aires que eran de su “mando los territorios de Melinqué, Esquina y Guardia de Mercedes”. Reafirmó por último, los principios de la soberanía obtenida por Santa Fe después de la revolución del 24 de marzo. “Tampoco debe extrañar cualquier operación de los comandantes de esta jurisdicción, pues habiendo quedado este pueblo y toda su comprensión separado de la capital y bajo la protección del jefe de los orientales, hasta tanto se sancione lo conveniente en el Arroyo de la China, adonde se han mandado diputados” está en condiciones de gozar plenamente de su autonomía.
Los últimos días
El 25 de junio de 1815, sintiéndose enfermo, don Francisco Antonio Candioti, renunció a su cargo ante el Cabildo y la Junta Representativa.
Al dar su poder para testar, a su legítima esposa doña Juana Ramona de Larramendi, pidió ser sepultado en la iglesia de Santo Domingo y amortajado con el hábito de esa orden. Finalmente, instituyó como legítimas, únicas y universales herederas a sus hijas María de los Dolores y Petrona Ramona. María de los Dolores se casó con don Antonio Crespo (1818) y Petrona Ramona lo hizo con Urbano de Iriondo (1827). Antonio Crespo fue gobernador de Entre Ríos; y Urbano de Iriondo, padre y abuelo de dos gobernadores santafesinos: Simón de Iriondo y Manuel María de Iriondo. No menciona la vasta descendencia de hijos tenidos fuera del matrimonio, aunque pudiera ser que diera instrucciones respecto de ellos.
Francisco Antonio Candioti falleció el domingo 27 de agosto de 1815, luego de dos meses y medio de enfermedad. Al día siguiente fue sepultado en la iglesia de Santo Domingo, con el hábito de dicha orden, conforme a sus indicaciones. El general Juan José Viamonte, al mando del Ejército de Observación que enviara desde Buenos Aires Álvarez Thomas para vigilar a Artigas y someter a Santa Fe, le rindió con sus tropas “todos los honores militares”. El pueblo en masa concurrió a darle el último adiós a su primer gobernador independiente.