Atrocity y Leaves’ Eyes en The Roxy Live

Príncipes de luces y sombras

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La noruega Liv Kristine Espenæs Krull desplegó el vuelo de su voz, la feminidad de su figura y el gótico ártico de las sagas de su tierra.

 

Ignacio Andrés Amarillo

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El power metal más lírico, ése que se apoya en voces femeninas que sobrevuelan la potencia de la banda, siempre se ha sostenido en duplas que en algunos casos han sido parejas fuera del escenario. Ese es el caso que motorizó la creación de Leaves’ Eyes, cuando la noruega Liv Kristine Espenæs fue expulsada de Theatre of Tragedy tras casarse con el alemán Alexander Krull y mudarse con él. La rubia se puso al frente de una formación que en sus distintas alineaciones ha compartido los miembros de Atrocity, la banda de Alex, lo que permite giras conjuntas como la que los trajo a la Argentina y a The Roxy Live el pasado domingo, en víspera de la fecha patria.

Valor agregado

La velada arrancó con las actuaciones de Slania y Escapist: los primeros, impulsados por la voz de Florencia Sategna, apostaron a un par de temas propios (“Forbidden”, “Bleeding Diamonds”) junto con covers que definen su identidad, como “Face your Demons” (After Forever) y “The Essence of Silence” (Epica, sumando a Ludmila Disa, vocalista de Daemon Lost).

Los segundos, afirmados en la dupla formada por la ex Kapel Maister Luciana Queirolo (de buena presencia vocal y escénica) y el bajista y vocalista gutural Martín Miciudas. Juntos repasaron canciones de su disco Hidden Memories (como “Eternal Life”) y algún cover, también identitario (“Ever Dream”, de Nightwish).

Dos por uno

Ahí ya fue el turno de los números centrales, que se repartieron unas dos horas a partes desiguales: algo más de 40 minutos para Atrocity y una hora y cuarto para Leaves’ Eyes. Esto con la ventaja de contar con la misma alineación de base, formando dos bandas en una más allá de las diferencias estilísticas. Así, el combinado germano-suizo-holandés se conformó con Thorsten Bauer y Pete Streit en las guitarras, Joris Nijenhuis en batería y Alexander Krull en la voz gutural... y todo lo demás en pista, en ambos casos (que en el caso de la banda principal incluye cuerdas y coros importantes).

La diferencia (más allá de que Atrocity se incline por un cóctel de death metal, thrash y otros ingredientes, mientras que Leaves’ Eyes apuesta por un combinado lírico, sinfónico, celta y nórdico) pasa por, obviamente, Liv Kristine. Es que la princesa vikinga trae con ella el vuelo de su voz, la feminidad de su figura entre tanto muchachón y el gótico ártico de las sagas de su tierra.

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Alexander Krull cantando ante el monograma de proyecto más antiguo; después haría doblete secundando a su esposa.

Fotos: IAA

Al extremo

Pero no mezclemos todo. Pasadas las 20, sobre un fondo de cuerdas, la tropa liderada por Krull asomó entre los micrófonos con el voluminoso monograma de la banda, que en el caso del cantante le tapa bastante la cara, vale decir. Después de “Pandaemonium”, Krull agradeció la presencia y destacó que viajaron sin dormir, antes de entrarle a “Haunted by Demons” y pasar por la velocidad thrasher de “Fatal Step” (de su primer disco, “Hallucinations”) y la introducción gótica de “March of the Undying”.

Ahí, Alexander pidió luz para ver a la audiencia e invitar unas chicas argentinas: subieron una morocha llamada Lucy, de Buenos Aires, y una colorada artificial uruguaya, de nombre Fabiana, a las que invitó a un duelo danzante, sobre el mid tempo industrial y bailable de “Satans Braut”. Luego pasó la atronadora “Death by Metal”, celebración obviamente del death metal, para redoblar la apuesta: “¿Son ustedes criaturas de la noche? Nuestra dedicatoria a Transilvania: ‘B.L.U.T.’”.

Habría una salida y vuelta para la virulenta “Reich of Phenomena”. Saludo final sobre una outro sinfónico-coral y telón cerrado... pero por un rato nomás.

La valkiria

Porque bastó un cambio de los telones de fondo (que lucían los respectivos nombres) para que enseguida se abra de nuevo, y empiece a sonar la introducción (Saint Cecilia). Nijenhuis fue el primero en hacerse con el escenario, hasta que la goth queen pisó las tablas: toda de negro, en corset, guantes de diva, pollerita para lucir las piernas y vaporosos volados negros sobre la falda (y más tarde sobre los brazos sin guantes).

“Galswintha” sonó céltica, con los agudos de Liv secundados por la oscuridad gutural de Alex. “Argentina, Buenos Aires, ¿cómo están?”, dijo ella en castellano, y él anunció “Take the Devil in Me”, power metal sinfónico, clásico y hitero. “¿Vamos a Noruega?”, preguntó la muchacha, para poner más espesa la cosa con “Farewell Proud Men”.

Krull anunció la salida para septiembre de su nuevo álbum, “King of Kings”, y como anticipo mostraron “Halvdan the Black”, una fusión de electricidad y lirismo. La invitación vino a saltar con “My Destiny”, antes de homenajear a la audiencia local (como lo hizo la nórdica en toda la gira latinoamericana, en realidad) con una versión de “Symphony of the Night” cantada mayormente en castellano.

La pista arrancó con un coro grande sobre redobles marciales, dando paso a “Spirits’ Masquerade” con sus gaitas, antes de la intensa “Melusine”, con las voces batiéndose. La invitación fue “To France”, el tema de Mike Oldfield que siguió la línea céltica. El tramo final arrancó con “Elegy” y su pasta de hit, y recayó en “Hell to the Heavens”, con sus guitarras poderosas y la voz de Liv flotando encima, engolándose en los estribillos. Hubo salida, para una vuelta con “Norwegian Lovesong”, y un retorno final con “Frøya’s Theme”, magnificente en los arreglos. La outro (“Mot Fjerne Land”) fue el fondo para la foto con el público, y para los saludos finales. Poco antes de las 23, el matrimonio metálico hizo su última venia al público que los siguió en un fresco domingo, antes de que “el sol del 25” asome.